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Entrevista a Alejandra Costamagna
Cuadrando la escritura


Por Antonio Muñoz B.
Revista de Libros de El Mercurio, viernes 5 de agosto de 2005.

Dieciséis relatos conforman "Últimos fuegos" (Ediciones B), el más reciente trabajo de esta joven y talentosa escritora, que estará primero en librerías argentinas.

Desde principios de septiembre circulará en Chile la antología de cuentos Últimos fuegos, de Alejandra Costamagna (1970), quien vuelve al primer plano bajo el alero de una nueva casa (Ediciones B) y tres años después de la novela Cansado ya del sol. Se trata de una colección de dieciséis relatos, escritos en diversos tiempos y lugares, algunos - incluso- mientras la autora se encontraba en Estados Unidos realizando el International Writing Program, una beca de la Universidad de Iowa. Continuando con la internacionalización de su carrera literaria, la antología también estará disponible en Argentina y Uruguay.

- Tu más reciente libro está traspasado de "fuego" y "rojo". ¿Por qué?
- La verdad es que no hay nada intencional. Creo que hay muchas cosas que a veces aparecen después y alguien te las hace ver. Pero, en general, no funciono con elementos predeterminados. La presencia del fuego probablemente estuvo vinculada con que hay varias de estas historias que, originalmente, surgieron como una reescritura de noticias de la crónica roja. Bueno, ahí aparece la palabra. Pero, en varias de ellas, el fuego aparecía como un elemento que a veces se transforma en un personaje. Hay algo que quizás tiene que ver con uno de los cuentos, "Cuadrar las cosas", en el sentido de que siempre hay un intento por reordenar estas cosas que están en un mundo donde todos los átomos están chocando. Quizás el fuego es el elemento que vuelve a juntar estos átomos dispersos.

- La mayoría de tus cuentos son urbanos. ¿La ciudad te seduce?
- No sé si me seduce o no. Yo vivo en la ciudad y habito en la ciudad. A lo mejor, si viviera en la selva, claro, sería un paisaje que se haría presente. Pero vuelvo al tema de que, por lo menos para mí, al escribir, en general, no hay un esquema predeterminado. Igual creo que hay algunas historias donde no es exactamente la ciudad el escenario. Hay lugares que son como unas especies de páramos, de lugares de tránsito.

- Mencionas Retiro. ¿Es tu propio Macondo, parafraseando a García Márquez?
- Podría ser, también, Santa María de Onetti. Pero, sí, Retiro es un lugar que originalmente partió en la novela Ciudadano en Retiro. Tengo la sensación de que lo visualizo ya, de que lo veo y lo conozco. Es un sitio intermedio entre una ciudad y un pueblo. Es un lugar que se constituye en una especie de personaje. Encierra una serie de cosas que tienen que ver con el tránsito entre la capital y la provincia. Es una especie de ciudad latinoamericana que, claro, no tiene un punto fijo, pero sí tiene una serie de referencias que uno podría rastrearlas y hacerlas concretas, ubicarlas en un lugar físico concreto.

- "Retiro", para ti, ¿tiene que ver con el olvido, como se menciona en uno de los cuentos?
- Es difícil hablarlo desde afuera, porque es como ser juez y parte al mismo tiempo. Por ahí siempre aparece esa frase de Bioy Casares, que decía que los escritores se limitan a escribir - ésa es su pega- y el resto queda para los estudiosos y los críticos. Entonces, es difícil mirar desde afuera cuál es el significado, qué es lo que uno quiso decir. Como una especie de mensaje cifrado. Probablemente hay muchas cosas mías que aparecen, pero me cuesta desentrañarlas.

- Muchas temáticas abordan abandonos, desencuentros, soledades, rupturas de pareja, infidelidades... En general, acciones o sentimientos negativos. ¿Percibes así nuestra sociedad?
- Primero, no es que yo vea el mundo sin final feliz. En absoluto. Mi visión del mundo y mi visión en los cuentos caminan por distintos rieles. Estos cuentos aparecen así y no puedo forzar un final que sea distinto. Creo que son historias que, aparentemente, están encerradas en este mundo claustrofóbico, pero hay muchas salidas, dentro de los cuentos, que se pueden rastrear también. Por lo tanto, creo que esas son salidas, son cuentos, que transitan por una especie de círculo que puede ser como un círculo insomne, un círculo neblinoso, un círculo de un páramo. Sin embargo, hay un montón de luces posibles y la opción de los personajes es seguir esas luces o no. Para mí, no son cuentos pesimistas.

- ¿Cómo los calificarías tú?
- Es difícil, porque vuelvo al tema de que mirarlos desde afuera cuesta y, sobre todo, porque no hay una intención. Pero sí hay una especie de juego. Es más un asunto de como poner la perspectiva en distintos puntos, más que el contenido. Pienso que la forma cómo están estructurados los cuentos es el eje de este libro. Es como un caleidoscopio, ver las distintas posibilidades de una verdad, entre comillas, dependiendo de cuáles son esos ojos que están mirando esa verdad, como en "Rashomon", de Kurosawa, una película que ha sido fundamental en mi vida. A lo mejor no es tan equivocada la idea de que estos cuentos son una novela, porque creo que es casi una sola gran historia atravesada por las múltiples perspectivas, o como las colitas de las que se va agarrando cada personaje o cada subhistoria para volver a mirarla, volver a contarla.

- De hecho, hay varias historias que continúan en otras o se citan en otras. ¿Cuál es la idea: novelar los cuentos o lo que fue una novela presentarla a modo de cuentos?
- No sé dónde o cómo parte esto. Pero en algún minuto empezaron a surgir estos cruces y creo que, en ese sentido, ha sido el libro en el que más me he divertido siguiendo el curso de cómo se armaban las propias historias. Es decir, estoy escribiendo una historia y de repente aparece un personaje, que es secundario, y queda ahí como congelado. Entonces lo vuelvo a agarrar y le doy la posibilidad de que cuente la historia por sí mismo, como el ladrón de pollos, "Chufa". A mí eso también me hace sentido con un tipo de construcción narrativa que me es sumamente atractiva y que viene de Las mil y una noches, que son las historias encadenadas, que se van haciendo como puzzles. En ese sentido, quizás uno de los iconos fundamentales para mí es La vida: instrucciones de uso, la novela de Perec.

- ¿Por qué te cambiaste a Ediciones B?
- Para mí es importante la figura del editor. Es como el curador de las exposiciones, y Andrea Palet me parece una tremenda editora y me resulta súper atractivo lo que está haciendo con la colección "Ficcionarios", con libros como los de Pablo Torche y Carlos Labbé.

- ¿Te sientes hoy responsable de no defraudar a esa crítica que te apoyó en tus inicios?
- No lo pienso mucho. La verdad es que no. Debe ser súper dañino estar pensando en "Voy a escribir esto para que el crítico me critique bien". Creo que eso pierde un poco la espontaneidad o la honestidad de lo que se está escribiendo. Si es bien criticado, qué bueno. Pero me parece un poco enfermizo tener que limitarlo a que sea bien recibido, porque es una consecuencia natural. Pero si no es, no es no más.

* * *

Alejandra Costamagna es periodista titulada en la Universidad Diego Portales. Tras pasar por los talleres literarios de Antonio Skármeta y Pía Barros, publicó su primera novela, En voz baja, que se adjudicó los Juegos Florales Gabriela Mistral y obtuvo además una mención honrosa en el Premio Municipal de Santiago, distinción que también logró con Ciudadano en Retiro. Su más reciente novela, Cansado ya del sol, fue finalista del Premio Planeta Argentina. Actualmente, colabora en "La Nación Domingo" y dicta talleres literarios.

 
 

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