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V. S. Naipul y Alejo Carpentier

Dos visiones de América y el Caribe


Por Javier Pinedo
Profesor, Universidad de Talca
En Artes y Letras de El Mercurio, 22 de Diciembre de 2002.

América y el Caribe han estado en la imaginación de estos dos grandes escritores. Pero sus creaciones son de signo opuesto.
Donde Carpentier vio lo "real maravilloso", Naipul vio el fracaso político de un proyecto cultural que podría llamarse lo "real horroroso".


La isla de Trinidad (hoy Trinidad y Tobago) fue descubierta por Colón en 1498, bautizándola con ese nombre por la visión de tres montes que le recordaron la Santísima Trinidad. La isla, como otras del Caribe, rápidamente fue poblada de esclavos africanos traídos para los trabajos del tabaco y el azúcar.

Después de muchos conflictos entre España, Francia e Inglaterra, a fines del siglo XVIII, el último gobernador español, José María Chacón, y sin disparar un tiro, entregó la isla al imperio británico como quien se saca un peso de encima.

La Corona británica, a mediados del siglo XIX introdujo hindúes en las plantaciones, con un contrato según el cual podían retornar a su país o permanecer: en este caso se les pagaría con tierras. Fue el inicio de una nueva injusticia: los negros, que habían llegado antes, nunca fueron recompensados.

Ambos grupos, negros e indios, se multiplicaron y lograda la independencia en 1962, se constituyeron como partidos políticos para defender sus intereses. En la actualidad se ha consolidado una burguesía negra elegante y culta. Pero también los hindúes se han ido incorporando a la élite, y hoy manejan importantes sectores del comercio y la industria, con notorio recelo de los africanos.

Además de Trinidad, una serie de otras islas caribeñas (Martinica, Guadalupe, San Vicente, Santa Lucía, Puerto Rico, Tobago, etc.) fueron lentamente constituyendo el mayor ejemplo de un mundo multirracial y multicultural. Se dice que en alguna de ellas los oficiales de ejército debían dar las órdenes en tres o cuatro idiomas para hacerse entender por las tropas, formadas por contingentes de negros de habla inglesa y francesa, pero también por españoles, portugueses y alemanes que buscaban hacerse algún dinero como mercenarios.



Víctor Hugues

El Premio Nobel del 2001, V. S. Naipul, que nació en la aldea de Chaguanas en Trinidad (1932), es autor de importantes novelas en que describe la vida de la población india en ese mundo multicultural, en el que convergen África, India, Europa, América.

En una de ellas,"La pérdida de El Dorado" (1969), cuenta el desarrollo histórico de su isla, desde el descubrimiento hasta los inicios del siglo XX, manteniendo una tesis constante: el fracaso de un proyecto político y cultural, del cual, el mítico y nunca encontrado "Dorado", da origen a su "pérdida".

La comparación de esta obra con las novelas de Alejo Carpentier (1904 - 1980) es inevitable. Me refiero especialmente a "El reino de este mundo" (1949), y "El siglo de las Luces" (1962). Con ellas, Carpentier instaló en la estética latinoamericana lo que definió como "Lo real maravilloso americano", una realidad prodigiosa, pero real y encontrable en calles, personas y mercados de cualquier poblado de América Latina, en oposición a la vieja Europa en la que lo maravilloso había concluido por transformarse en un objeto construido y artificial. Mientras lo maravilloso, decía Carpentier, en Europa es cuestión de academias y museos, en América Latina es posible encontrarlo en la vida cotidiana.

Ambos escritores coinciden en preguntarse por la particular manera en que se construyó una cultura cortesana en medio de la selva, o cómo se fue asumiendo la política republicana desde la esclavitud. Incluso, tanto Carpentier como Naipaul, incorporan un personaje común: Víctor Hugues, un médico mulato, masón, ilustrado, y revolucionario, que regresa al Caribe a expandir los principios de la entonces, reciente revolución francesa.

Pero es fácil percibir que ambos escritores observan al Caribe y a América Latina desde perspectivas diferentes.

Así, mientras que para Carpentier, Víctor (con acento) Hugues es sinónimo del americano que arriesga su vida para lograr la liberación de los oprimidos y un símbolo del que trae a América las nuevas ideas surgidas en La Bastilla, descrito incluso con algo de sobrenatural (Cristo-diabólico) en su figura: "Su aparición, acompañada de un trueno de aldabas, había tenido algo diabólico —con ese aplomo de apoderarse de la casa, en sentarse en la cabecera de la mesa, en revolver los armarios. De súbito habían funcionado los aparatos del Gabinete de Física; habían salido los muebles de sus cajas; habían sanado los enfermos y caminado los inertes.

Naipaul, en cambio, sin ninguna admiración describe a Victor (sin acento) como "... el emisario revolucionario de Robespierre, enemigo de los ingleses, un mulato antillano pero también francés, un hombre que encajaba perfectamente en el papel de anarquista y vengador: de familia pobre, peluquero fracasado, posadero fracasado, patrón de barco fracasado, después teniente de navío de la armada francesa... ".

Un personaje, para Naipaul, que aunque proclamó el fin de la esclavitud en Santo Domingo, se ajusta perfectamente a su imagen de América Latina como un lugar donde abundan vagabundos ideológicos y aventureros de todo tipo, propios de un lugar marcado por la improvisación y el desengaño: "Las revueltas que fomentó Victor Hugues en La Martinica y La Dominica fracasaron; pero había revueltas en Santa Lucía. En San Vicente y Granada murieron muchos blancos; mientras tanto en París, la Convención recibió calurosamente la noticia".

Así, frente a la literatura de Carpentier, que está dispuesto a idealizar con ciertos rasgos no reales el mundo latinoamericano para lograr destacar, como sea, que éste sí es continente de la esperanza y la utopía no realizada, Naipaul optó por solazarse en la desmitificación o más bien en la descripción de lo que podríamos llamar, "Lo real horroroso americano", en base a una perspectiva más histórica y más pegada a lo real. Es cierto, Naipaul es menos ideológico que Carpentier, pero también me parece menos brillante.



Pérdida del Dorado

En esta lógica, una parte importante del libro "La pérdida de El Dorado" está dedicada al líder de la independencia americana, el venezolano Francisco Miranda, muchas veces refugiado en la isla de Trinidad, y al que utiliza como una nueva alegoría del fracaso. Miranda es presentado como un gran hombre, el primer latinoamericano culto que recorre Europa, un seductor que logró cautivar a Catalina de Rusia y a varias damas de Inglaterra y Francia. Un hombre en diálogo con el ministro Pitt, con Hamilton, admirado por Napoleón, por Wellington, y cuyo nombre, único en español, figura en el Arco de Triunfo de París, entre los que Francia agradece por haber realizado la revolución de 1789.

Y, sin embargo, puesto Miranda en el escenario de los hechos, no logra soluciones para su país: todo es traición, conspiraciones, malos cálculos. El destino de una isla y un continente que de ser representante del Nuevo Mundo se ha transformado en el Nuevo Infierno.

Lo que sí llegó a América fue la tortura, aunque envuelta en los trapos de la libertad. Un terror histórico permanente: "Caos de ideas, caos de acciones: días más tarde comenzaron las detenciones y ejecuciones masivas". El fracaso de Francisco Miranda es el fracaso de todo el continente, visto desde la perspectiva de un escéptico de las ideologías: "Miranda había reducido el mundo una vez más a ideas".

De nuevo las comparaciones con Carpentier resultan evidentes, pues para el cubano la historia avanza siempre siguiendo las ideas y son éstas las que mueven (aunque no lo sepan) las acciones de los hombres hasta encarnarse en un destino final de libertad política. Carpentier vivió siempre fascinado por la manera como las ideas transmutan y pasan de un país a otro, de una cultura a otra, adaptándose, modificando el mundo, siempre encontrando a alguien dispuesto a empezar de nuevo, en un prceso inacabado de revoluciones, desencantos, nuevas revoluciones, siguiendo el epígrafe mismo de la novela: "Las palabras no caen en el vacío".

Para Naipul, en cambio, heredero del escéptico pragmatismo inglés, y quien prefiere la vida cotidiana de las perosnas, a los grandes sistemas ideológicos, no hay nada parecido a eso y las ideas no hacen sino confundirnos detrás de quimeras que provocarán finalmente falsas utopías y regímenes despóticos.

Carpentier, como buen descendiente de franceses racionalistas y formado en la cultura hispano-cubana, cree y confía en el pensamiento humano, en ideologías perfectibles, en fin de cuentas, en la literatura y la filosofía. Y así se entiende que en una escena de su novela "El siglo de las Luces", en una conversación sostenida a fines del siglo XVIII, un personaje, en el Caribe, afirme que: "Y seguiremos sin noticias porque los gobiernos tienen miedo; un miedo pánico al fantasma que recorre Europa —concluyó Ogé con tono profetico—. Llegaron los tiempos, amigos. Llegaron los tiempos".

Como es fácil de percibir, de manera completamente anacrónica, el personaje Ogé está repitiendo lo que diría varias décadas más tarde Carlos Marx en "El manifiesto comunista" de 1848. Es decir, lo que resulta absurdo de un punto de vista histórico, no lo es desde la posición de Carpentier, para quien, le interesa afirmar que las ideas vuelan, cruzan paisajes, y van sin dueño, de un país a otro, promoviendo una especie de inevitable liberación del ser humano. Así, en el desenlace de esta obra, se nos muestra a un grupo de jóvenes cubanos exiliados en España al no haber podido lograr la independencia de su país. Esos muchachos, derrotados por la historia, encuentran al final una nueva esperanza en el levantamiento del pueblo de Madrid contra los invasores franceses, el 2 de 'mayo de 1808, tema que más tarde sirvió de motivo a una de las mayores pinturas de Goya, "Los fusilamientos de Príncipe Pío".

Con una visión completamente opuesta, Naipaul se encarga de reforzarnos en su novela la escena en que Francisco de Miranda es detenido por quien lo conducirá a la cárcel de Cádiz donde morirá. Naipaul nos recuerda que Miranda, abrazando al oficial español le dice, "Gracias a Dios", pues prefería estar en una cárcel europea que libre en esta América sin orden ni concierto.



Neocolonialismo

Al recibir el Premio Nobel en 2001, Naipaul hizo abundantes referencias a su Trinidad natal, pero como un lugar significativamente menor respecto a las culturas inglesa e india. Naipaul es un hombre que ha optado por vivir en Londres y que prefiere el pasado consolidado de un Imperio. Tal vez, si hubiera muchos como él, a lo mejor podríamos hablar de una nueva forma de pensamiento, de un "neocolonialismo autoasumido".

Vistos ambos escritores desde la actualidad, o comparadas sus novelas (que ya tienen más o menos cuarenta años), todo indica que Naipaul adivinó mejor nuestro presente, marcado por la decadencia de las ideologías, la relativización de las ideas en la sociedad y su reemplazo por informes técnicos, un sentido práctico de las decisiones políticas y administrativas, pero sobre todo, por una América Latina en baja respecto a las creencias de las utopías de los 60. Un continente, en la actualidad, en el que no disminuye la cesantía, ni la inflación, con bajo crecimiento, y nulo aporte científico.

Pero nada sabemos de lo que vendrá. La historia de las Ideas nos dice que el futuro está abierto y aun cuando probablemente no sea demasiado diferente, América Latina y el Caribe no han perdido la esperanza y no dejan de dar cotidianamente pruebas de vitalidad y fuerza. Aunque una vitalidad y una fuerza que deba manifestarse, también, en cifras políticas y económicas positivas.

 

 


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Alejo Carpentier: V. S. Naipul y Alejo Carpentier: Dos visiones de América y el Caribe,
por Javier Pinedo (Profesor, Universidad de Talca).
Fuente: Artes y Letras de El Mercurio,
22 de Diciembre de 2002.