Por estos días Cuba celebró por
todo lo alto el centenario del nacimiento de Alejo Carpentier,
uno de sus más insignes escritores.
Carpentier es responsable de una de las fórmulas más
famosas de la literatura latinoamericana: es el término "real
maravilloso", que erróneamente suele dirigirse a autores
como Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, indistintamente.
Este término, que sirve como
lugar común de la literatura de América Latina del siglo
veinte, se encuentra en la introducción escrita para el libro
El reino de este mundo (1949), uno de los textos "difíciles"
de Carpentier y que tal vez hayan aplazado su gloria.
En dicha introducción, respaldando polémicamente la
idea de un barroco "propio" y no necesariamente de ascendencia
colonial, Carpentier afirma que el arte barroco ("un arte que
consiste en retablos y árboles frondosos, de madera y altares")
siempre ha sido latinoamericano.
En la innovadora novela Concierto barroco (1974) Carpentier
usa algunas metáforas originales para describir la fusión
(y la desarticulación) de las culturas latinoamericanas: así,
el clavicémbalo de Doménico Scarlatti suena en conjunto
con los golpes infligidos sobre los esclavos. Concierto barroco
documenta uno de los motivos más queridos por Carpentier: el
regreso a la historia, casi siempre irónicamente interpretada.
El tema musical funciona como "fondo" para su obra Los
pasos perdidos (1953) aclamada como su mejor texto. Relata la
historia de un músico que, nuevo Ulises latinoamericano, regresa
a los manantiales del Orinoco en busca de una forma primigenia, capaz
de explicar la relación entre Europa y Latinoamérica.
En este caso, Latinoamérica se presenta como un lugar perfecto
e imposible, al mismo tiempo, según una relectura del mito
utópico del "paraíso perdido". Latinoamérica,
en la lectura de Carpentier, ofrece todavía al hombre la posibilidad
de entrar en un tiempo y espacio sagrados y de generar símbolos.
El protagonista se esfuerza por decidir entre la civilización
y lo real maravilloso, "atado" a su técnica "entre
relojes, cronógrafos, metrónomos (.) siempre en lugar
artificial", mientras contempla la "antesala de la selva"
con su paisaje que "se mostraba a la vez solemne y sombrío".
Entre los dos polos del "real maravilloso" y del "barroco",
Carpentier quiere atribuir a la historia del continente latinoamericano
aquellos mecanismos que puedan fundar América desde un punto
de vista "propio", latinoamericano, y no a través
de imposiciones eurocéntricas.
La obra de Carpentier representa constantemente el encuentro entre
estas dos culturas; siempre se trata de la presencia de un choque
inexplicable entre dos mundos diferentes, como se ve en El reino
de este mundo (1949) o en El siglo de las luces (1962).
En un reciente artículo, el colombiano Juan Gustavo Cobo Borda
afirmó poéticamente que la voz de Carpentier "poderosa,
grave, enumerativa", muy próxima a la "irrupción
de un ciclón sobre una isla del Caribe", nos ha mostrado
que "el tiempo en verdad no pasa, sino que ha quedado atrapado
para siempre en el barroco laberinto de esos mundos autónomos
que fueron sus libros". Nosotros también, con el deseo
que se relea la obra narrativa de Carpentier, saludamos a uno de los
autores que con mayor vehemencia ha navegado hacia el continente latinoamericano
dentro la "ansiedad" y la "búsqueda" del
origen.