“Últimos
fuegos” de Alejandra Costamagna
La
risa de la tortuga degollada
Por David Lacalle
Las Ultimas Noticias, Viernes
23 de septiembre de 2005
Digámoslo de entrada: con "Últimos fuegos",
suculenta colección de relatos de tintes obsesivos, Alejandra
Costamagna contornea de manera casi definitiva algo que desde
hace rato veníamos palpando: que la suya es una de las voces
más interesantes de la actual narrativa chilena.
A pesar de su relativa juventud, la autora ya había dado pruebas
de su gran solidez como novelista y cuentista, pero ahora, con este
libro -recién publicado por Ediciones B-, ha ido aun más
allá, puesto que
ha corrido un riesgo no menor y, pese a ello, ha salido más
airosa que nunca: en un primer momento, las dieciséis piezas
que componen el volumen -una de las cuales, como "El olor de
los claveles", es simplemente perfecta- parecen no tener relación
alguna entre ellas, pero poco a poco el lector se ve atrapado por
una serie de situaciones recurrentes que terminarán por otorgarle
al conjunto un valor aun mayor que la espléndida suma de las
partes, en especial porque hay aquí una contención muy
bien calibrada.
Dicho de otro modo: no es nada de fácil zurcir con un hilo
tan sutil como cautivante un ramillete de relatos presuntamente inconexos,
y mucho menos si algunos de ellos parecen haber sido sacados de la
más profunda intimidad y otros del inmenso baúl de la
pura imaginación. Sin embargo, Costamagna ha dado las puntadas
precisas en el momento adecuado, y así, a través de
una pila de exquisitas obsesiones -la presencia de automóviles
escarabajos de color blanco, la impresión de vivir bajo un
permanente incendio, las noches de Navidad, los perros siberianos,
los bares, la muerte de los padres, los sonsonetes del eslogan "pascua
feliz para todos"-, ha parido algo muchísimo más
contundente que una deshilachada serie de narraciones independientes:
pequeños universos interrelacionados que tienen la aliviadora
particularidad de ser tremendamente originales y, a ratos, encantadoramente
exóticos.
Formalmente hablando, "Últimos fuegos" ofrece una
prosa intachable. Por ningún lado hay ripios ni excesos de
ornamentación. Y entiéndasenos bien: no estamos hablando
de corrección literaria, sino de talento al poner una palabra
tras otra, que es la virtud que diferencia a un escritor de un corrector
de estilo. Costamagna despliega parte importante de este don en los
diálogos, en particular cuando desarrolla un tipo de conversación
cantinflesca que está muy bien lograda.
Y, al referir los aciertos mayores, no podemos dejar de mencionar
a los personajes: aquí se dan cita una triste y una ojerosa
en viaje, un tipo que no duerme desde hace cincuenta y ocho noches
y media, otro tipo que saquea a Neruda, una chica que se ríe
"con la risa aguda de una tortuga degollada" y a quien un
poeta "le sugirió coleccionar zapatos", unas mellizas
pérfidas que hacen recordar a los gemelos de Agotha Kristoff.
Y entre todos ellos se tiende un lazo invisible que intenta "cuadrar
las cosas", mientras alguien inventa palabras tan hermosas como
"marétalo" y "carcaria". Disculpen el entusiasmo,
pero es probable que estemos frente al mejor libro de narrativa publicado
en Chile en lo que va del año.