De niña, leyendo Oliver Twist, Esther Huneeus
sufrió. "A los niños hay que entretenerlos y educarlos,
no hay que exponerlos a historias tan tristes", diría
años más tarde. La escritora chilena, que este año
cumpliría un siglo, nunca empató demasiado con la tristeza.
Consecuente con esta idea, Huneeus se sentó temprano frente
a su máquina de escribir
y creó un personaje infantil ufano, vivaz, curioso. Un personaje
que, sin alejarse completamente de la tristeza, estuvo siempre más
cerca de la felicidad que del dolor: Papelucho.
Con el seudónimo de Marcela Paz, la autora envió
el primer libro de historias de Papelucho al concurso de cuentos convocado
por Editorial Rapa Nui. Se trataba del diario de vida de un niño
de ocho años, de clase media, que registraba los actos de su
existencia con particular intriga y expectación. El texto presentado
era, en realidad, una reescritura de otro elaborado en 1934. Ese mismo
año la autora había publicado su primera obra, Tiempo,
papel y lápiz, una selección de relatos que no tenía
otra pretensión que la de entretener. "Pido a mis lectores
benevolencia para este libro pasatiempo, descuidado de estilo, incoherente,
disparatado, fácil de digerir", escribió al inicio
del texto. La crítica, sin embargo, celebró su pluma
fresca y humorística, y un fino manejo descriptivo del mundo
psicológico. Dos años después vino la novela
Soy colorina, tan bien recibida como el volumen anterior. Pero
el concurso Rapa Nui fue el que consagró definitivamente a
la autora y determinó el norte de su carrera literaria, que
se materializaría más tarde en la escritura de 24 libros
infantiles y juveniles. A Papelucho a secas siguieron otros
once volúmenes: Papelucho casi huérfano (1952),
Papelucho historiador (1954), Papelucho detective (1956),
Papelucho en la clínica (1958), Papelucho perdido
(1960), Papelucho, mi hermana Ji (1964), Papelucho misionero
(1966) Diario secreto de Papelucho y el marciano (1968), Papelucho,
mi hermano Hippie (1971), Papelucho en vacaciones (1972)
y Papelucho soy dix leso (1974).
Cuando la ágil saga ya había capturado la atención
de un buen número de lectores, el crítico literario
Raúl Silva Castro escribió: "La inquietud de los
chicos, sus bromas y payasadas, que suelen perturbar
a los mayores, aparecen descritas de mano maestra. Basta este libro
para consagrar a su autora entre los novelistas de las nuevas generaciones."
Papelucho ya era un clásico de la literatura infantil local.
Sin embargo, la autora nunca se creyó demasiado el título
de literata ni fue incorporada a los circuitos oficiales. "Si
me hubiera dedicado a la literatura, debí haber buscado un
estilo pulido, un lenguaje. Y eso no lo quise hacer. O no pude. Porque
me aburrí y me cohibía", confesó años
más tarde, con varios premios acumulados y otros libros, como
Los pecosos o Perico trepa por Chile, instalados en
el registro de la literatura infantil chilena. Las tertulias literarias
y la vida social tampoco entusiasmaron demasiado a la escritora. "Una
no halla de qué hablar", explicaba lacónicamente
su desgano.
El bajo perfil y la férrea discreción de Esther Huneeus
limitaron el conocimiento público de su vida privada. Nacida
el 29 de febrero de 1902 y fallecida el 12 de junio de 1985 en Santiago
de Chile, la escritora perteneció a una familia tradicional
de clase alta, enérgicamente religiosa y de concepciones políticas
conservadoras. De acuerdo con la costumbre de la época, no
asistió al colegio, sino que se formó con clases particulares
en su hogar. A sus padres, Francisco Huneeus y María Teresa
Salas Subercaseaux, les interesaba que sus ocho hijos no sólo
tuvieran una buena formación en materias escolares básicas,
sino también en instrucción de idiomas, de música
y de aspectos particulares de la cultura europea. Así lo hizo
Esther y posteriormente asistió a algunos cursos dictados en
la Escuela de Bellas Artes. La escritura, como oficio, empezó
en su adolescencia. Los que inicialmente fueron bocetos de ensayos,
se tradujeron muy pronto en artículos de prensa, cuentos y
novelas. Amparada bajo seudónimos como Paula de la Sierra,
Lukim Retse, P. Neka, Nikita Nipone o Juanita Godoy, la escritora
comenzó a colaborar en diarios como La Nación, El
Diario Ilustrado, El Mercurio y La Tercera, y en las revistas
Lectura, El Peneca, Ecran y Margarita y la emblemática
Pandilla, ésta última, fundada y dirigida por
ella.
Entre 1964 y 1967 Marcela Paz dirigió la Organización
Internacional del Libro Infantil (IBY) y en 1982 obtuvo el más
alto galardón chileno: el Premio Nacional deLiteratura. El
jurado explicó que su decisión se debía al especial
cultivo de la literatura infantil demostrado por la autora y al hecho
de haber creado un personaje literario de alcances nacionales y universales.
"Supo captar en detalle todo ese enjambre de animadas aventuras
que sólo la fantasía de un niño puede vivir en
plenitud", argumentó el jurado en alusión a Papelucho.
"Emplea un lenguaje acorde con la naturaleza sicológica
del alma infantil, de modo que la totalidad de nuestros hijos, como
la de sus progenitores, pueden disfrutar a sus anchas con tales aventuras
y chiquilladas, pues las retrata de cuerpo entero".
Aunque no hay cifras oficiales de venta, se calcula que las historias
de Papelucho venden hoy alrededor de 200 mil copias al año
en el mercado legal chileno. La cifra supera las 70 mil unidades que
la saga de Harry Potter ha comercializado en el país. Para
el reciente aniversario del nacimiento de Marcela Paz el diario popular
chileno La Cuarta tituló así su página
cultural: "Harry Potter es un cabro desabrido al lado de nuestro
querido Papelucho." El personaje, sin duda, ya es parte del sistema
nervioso nacional. Papelucho es flaco, feo e ingenuo, pero su huella
ha quedado perpetua en la historia de la literatura infantil chilena.
Y acaso en la historia de la literatura infantil universal.