Entre
la ironía y la contemplación
Nueva antología de Antonio
Cisneros en Chile
Por
Alonso Rabí do Carmo
Diario
El Comercio, 22 de mayo de 2007
Antonio
Cisneros
Como un carbón prendido entre la niebla
Selección
y prólogo de Manuel Silva Acevedo
LOM Ediciones
Santiago, 2007
La
poesía de Antonio Cisneros tiene un registro múltiple tanto en el
aspecto temático como en el formal; en medio de tantas variaciones, sin
embargo, mantiene intactas unas constantes sobre las que descansa su universo
verbal y allí destacan nítidamente dos rasgos: la ironía
-que se manifiesta en una constante ruptura con hábitos de escritura reacios
al diálogo y la apertura comunicativa, así como en una clara oposición
a un lirismo autosuficiente- y la contemplación, entendida no como ejercicio
solipsista, sino como vehículo que le permite exhibir una conciencia crítica.
En
la superficie, estos dos rasgos cobran vida a través de recursos cuyo uso
el poeta ha decantado con el paso del tiempo: la narratividad y la intención
coloquial. Desde sus primeros libros (David, 1961 y Destierro, 1962)
hasta el más reciente (Un crucero por las islas Galápagos,
2005) Cisneros se nos muestra como un diestro narrador poético, preocupado
igualmente por el trabajo de la imagen que por la comunicación de su discurso.
Esta apelación a la "calidez" comunicativa es, precisamente,
uno de sus atractivos: el poeta mantiene una actitud de 'coloquio' en sus textos,
nos habla de la historia, refiere sus lecturas y sus viajes y, al mismo tiempo
nos transmite su desencanto cotidiano, su escepticismo, diríamos natural,
frente al orden de las cosas en su entorno más inmediato: la vida familiar,
el acto mismo de la escritura, en suma, la experiencia de vivir en un desacomodo
permanente con la realidad que se expresa a veces con templanza, a veces con evidente
rabia contenida.
Esta breve reflexión viene a cuento por la reciente
aparición, en Chile, de una antología muy completa de la poesía
de Cisneros, bajo el título Como un carbón prendido entre la
niebla, labor ejecutada por el poeta chileno Manuel Silva Acevedo (Ediciones
Lom, Santiago, 2007). Con acierto, señala el antólgo en su introducción:
"... en su poesía se fusiona todo un amplio repertorio de recursos
y registros que le han permitido transitar con soltura y propiedad por los más
variados ámbitos y temas y nutrirse asimismo de las más diversas
fuentes, desde lo culto y refinado a lo cotidiano y conversacional e incluso el
pop; desde los clásicos griegos y latinos a los clásicos españoles;
y desde pasajes y personajes bíblicos a los vestigios del Antiguo Perú,
sin dejar de lado las convulsiones del tiempo que le ha tocado vivir tanto en
América Latina como en el Viejo Mundo" (p.6).
Atento a su tiempo,
atento a su entorno, parece querer decirnos en síntesis Silva Acevedo.
Y razón no le falta tampoco al señalar que la poesía de Cisneros,
aun cuando de libro en libro presenta diferencias de tono, tema y aliento, tiene
los visos de una obra artística integrada, es decir, funciona "como
un continuum que adopta ya sea la forma del epigrama o la del extenso poema narrativo,
y se va impregnando de la experiencia vital del poeta" (p.6).
La historia
colectiva, aquella que se refleja por ejemplo en Comentarios Reales (1964),
el entusiasmo y la desazón individual por la expectativa del cambio social
en Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), la cotidianidad más
cruda y más luminosa en Agua que no has de beber (1971) y Como
higuera en un campo de golf (1972), el registro minucioso de una conversión
ideológica en El libro de Dios y de los húngaros (1978) o
ese vaivén entre lo sagrado y lo profano que trasunta en las páginas
de Un crucero a las Islas Galápagos (2005), por mencionar algunos
de sus libros son claros ejemplos que grafican con precisión la voluntad
del poeta por construir un mundo coherente, en el que ningún verso queda
librado al azar porque, entre otras cosas, se ha logrado configurar un estilo,
un sello poético que a estas alturas resulta inconfundible.
Sin
más, dejo al lector este envío: "Qué duro es, Padre
mío, escribir del lado de los vientos,/ tan presto como estoy a maldecir
y ronco para el canto./ Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de
tu Reino,/ si habito como un gato en una estaca rodeada por las aguas./ Cómo
decirle pelo al pelo/ diente al diente/ rabo al rabo/ y no nombrar la rata".
("Oración". De: El libro de Dios y de los húngaros).