"Dile que no estoy" de Alejandra Costamagna
Planeta, Santiago, 2007
Sentimiento, sentimentalismo
Por Camilo Marks
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 25 de Noviembre de 2007
En "Dile que no estoy" Costamagna ha trabajado con seriedad, rigor y parece haber dejado atrás el rebuscamiento, el tono impostado, la frase de laboratorio que a veces tornaban la lectura de sus títulos en una tarea ardua.
Hay que decirlo con todas sus letras: Dile que no estoy, de Alejandra Costamagna, no sólo es su mejor obra hasta la fecha, sino que también constituye una buena y, por momentos, hasta una muy buena novela desde donde se la mire y bajo cualesquiera criterios —estéticos, morales, literarios— con que se la juzgue. Luego de un promisorio comienzo con interesantes textos —En voz baja, Ciudadano en Retiro—, altibajos que en una crítica elogiosa como ésta sería mezquino citar, en Dile que no estoy Costamagna ha trabajado con seriedad, rigor y parece haber dejado atrás el rebuscamiento, la sofisticación forzada, el tono impostado, la frase de laboratorio, que a veces tornaban la lectura de sus títulos en una tarea ardua, pesada, difícil porque sí, con un efectismo y una tendencia a lo gótico-sombrío que son, de modo enfático, inconvenientes para una autora imaginativa y dotada. Por el contrario, Dile que no estoy, si bien conforma un artificio novelesco muy elaborado, la intervención de la escritora en la trama apenas se nota o se insinúa y en contadas oportunidades percibimos sus intenciones. El resultado es una narración bien estructurada de punta a cabo, amena, en ocasiones desgarrada y conmovedora, muchas veces elegiaca, hasta épica en el buceo de vidas y personas anónimas, grises, desesperanzadas, pero cuyas acciones u omisiones la convierten en un argumento vital, contradictorio, humano, demasiado humano.
En forma gruesa, la historia entrega los desplazamientos de Lautaro Palma en dos planos temporales: la infancia remota y la niñez en Calbuco o la adolescencia en Santiago, para luego retornar a la localidad sureña tras la derrota de sus vanos sueños por labrarse un futuro digno en la capital. Después de la muerte de uriana, su joven madre, el protagonista se instala en la casa de un tío con Miguel, quien de padre tiene muy poco. Dedicado a viajar por todo Chile vendiendo ropa y quizá trabajando en otros asuntos ilícitos, Miguel se desentiende hasta tal punto del hijo luego de matricularlo en el colegio, su desinterés hacia el muchacho es tan grande y su irresponsabilidad de tal magnitud que Lautaro, más tarde que temprano, termina abjurando de la relación con el único pariente que posee en el mundo. Demás está decirlo, Costamagna sugiere en forma leve, entrega hilos de un doloroso vínculo y es el lector, en definitiva, el que emitirá un veredicto, ambiguo o definitivo, sobre el comportamiento posterior de Lautaro, pues Dile que no estoy, además de ser el nombre del libro, se transforma en la respuesta a los cientos de llamadas telefónicas del progenitor a su único vastago, cuando el primero está enfermo y sin recursos y el segundo se halla a más de mil kilómetros de distancia, con el propósito manifiesto de romper todo lazo con Miguel.
Cuando niño, nuestro héroe había tomado lecciones de piano con una maestra alemana y la afición, la facilidad, más adelante la pasión por el teclado fueron el fruto del talento materno, en especial originado en la familia italiana de Brindisi y sobre todo en la abuela, una virtuosa del ¡nstrumento-orquesta. ¿Cómo terminaron todos recalando en Calbuco y empobrecidos hasta niveles inimaginables? Costamagna se cuida de entrar en detalles, lo que transforma a Dile que no estoy en una parábola ora cruel, ora tierna de existencias frágiles, sujetas al azar y la eventualidad, con un protagonista marcado por obsesiones que, de modo gradual, se nos revelan como estigmas de fuego, cicatrices abiertas de heridas que nunca sanaron.
Apenas egresa de la secundaria, Lautaro postula al Conservatorio y obtiene una beca, aunque carece de medios para practicar por cuenta propia. La advertencia de un pedante profesor, que lo conmina a volcar sentimientos y no sentimentalismo en la interpretación de un preludio de Chopin, genera un efecto nulo en el alumno. Para Lautaro, la música clásica vale tanto como la popular y muy luego lo vemos formando bandas, tocando en hoteles o supermercados, usando órganos electrónicos y estableciendo un lazo pasional con Daniela, discípula poco aventajada en el solfeo. A Lautaro se le dan mal las cosas con las mujeres y eso lo sabremos cuando conviva con Claudina, administradora del Trumao, un destartalado negocio. En parte, ello se debe a que por ningún motivo desea tener hijos y, en parte, por el doloroso secreto nacido de la desafortunada aventura con Miguel.
Posiblemente Dile que no estoy habría ganado más si en vez de elegir su creadora un trillado método de saltos en el tiempo, hubiese optado por el sistema lineal clásico. A lo mejor la aglomeración de diálogos, descripciones y racontos podría haber sido más despejada y nítida. Con todo, cada escritor elige el modo que le viene y esas conjeturas tienen poca importancia ante Dile que no estoy, un relato muy logrado.
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Alejandra Costamagna
nació en 1970. Obtuvo por su primera novela, En voz baja, el primer premio en los Juegos Literarios Gabriela Mistral 1996. Otros libros suyos son Ciudadano en retiro, Malas noches —ambos traducidos al italiano— y Últimos fuegos, ganador del Premio Altazor 2006. En 2003 obtuvo una beca para participar en el programa de escritores de la Universidad de lowa.