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Varios autores. 2008. Pendrive. Ed. y comp. Gonzalo David. Santiago: Mantra. 56 pp.
Ojos audífonos, reescrituras USB: Pendrive (2008).
Arnaldo Enrique Donoso
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Toda tecnología, comenzando con la escritura considerada como una ‘techné’, es un artefacto que permite a sus utilizadores almacenar información, reforzar su competencia y optimizar sus actuaciones.
En cuanto a las tecnologías construidas sobre la electrónica y el tratamiento informático, su importancia reside en la programación y el control de las puestas en memoria; es decir la síntesis de tiempos diferentes en uno sólo.
Jean François Lyotard |
Probablemente, como sucede en el relato de Borges “Pierre Ménard, autor del Quijote”, la reescritura sea imposible o más bien siempre destinada al fracaso (aunque nótese que un fracaso polémico y literaturizable es en gran medida un triunfo). Allí la literatura sólo limita con la literatura. Se ha observado el secuestro general de las disciplinas por parte de la literatura. Es sabido: la constatación de este hecho no es nuevo y posee un piso crítico y teórico tan extenso y múltiple como su objeto.
En el caso específico de la poesía, pienso en libros acerca de los cuales he hablado o escrito en alguna oportunidad, o que tengo a la mano al momento de escribir estas notas, y que sugieren algunas interesantes operaciones de desplazamiento: ecologismo en Proyecto de Obras Completas (1984) de Rodrigo Lira ―y en Nicanor Parra, especialmente en Poesía Política (1985)(1)―; las conocidas remisiones al lenguaje lógico-matemático en Purgatorio (1979) y Anteparaíso (1982) de Raúl Zurita; préstamos de la historia, historiografía y antropología en De la Tierra sin fuegos (1986) de Juan Pablo Riveros ―en esta misma línea metodológica, la antropología poética de Yanko González, y la indagación historiográfica del último trabajo de Christian Formoso―; trabajo libre de las categorías del pensamiento complejo de Deleuze, Guattari y Foucault en la escritura totalizante de Hernández Montecinos; irrupción de subjetividades políticas, tribales y sexuales en El Baile de los Niños (2006) de Diego Ramírez; imágenes que sugieren planos de filmación o fotografía en Exit (1981) y Este (1983) de Gonzalo Muñoz, y en El Paseo Ahumada (1983) de Enrique Lihn; en Concepción, Nicolás Miquea y Alexis Figueroa: apertura a todo lo anterior; reescritura del texto de la misa de difuntos, y de la composición que dedicó a ésta Mozart, por parte de Andrés Morales en Réquiem (2000); en fin.
Me quedo con este último caso ―en el que la escritura de David Rosenmann Taub es paradigmática― para hacer notar que Morales accedió con su Réquiem a una posición límite en la escritura, desde y hacia la música. Supera el experimento formal y establece una refinada complicidad con su lector: invita a oír el Réquiem en re menor de Mozart y leer el texto en forma simultánea.
Pendrive sintoniza con ese estado de cosas. Con Gonzalo David como compilador, el libro está proyectado desde la reescritura que 12 poetas nacidos entre el año 1979 y 1988 (Héctor Hernández, Paula Ilabaca, Arnaldo Donoso, Gladys González, Carolina Vega, Pablo Paredes, Diego Ramírez, Germán Gana, Sebastián Herrera, Gonzalo David, Camilo Herrera y Leonardo Quezada) realizaron de tres de sus canciones favoritas (de Smashing Pumpkins, Interpol, The Smiths, Depeche Mode, Placebo, Cocteau Twins, Iggy Pop, Suede, REM, Los Prisioneros, The Beatles, Nine Inch Nails, entre otros). Pendrive es un cancionero bajo la forma de un libro de poesía. Los poemas ―digo: las canciones reescritas por los poetas― son fragmentos de libro que están hechos a base de canciones que son fragmentos de discos. Es un compilado, la escritura colectiva de una carpeta de mp3 imposible. Sostiene Iván Carrasco que los “procesos de movilidad e indeterminación del sistema literario están producidos por el énfasis dado a los mecanismos de interdisciplinariedad e interculturalidad de origen no literario, que conduce a la apertura y fragmentación”(2). Esto es efectivo: en Pendrive se secuestran intensidades que desbordan de la música.
Los mecanismos de reescritura: traducción libre, expansiones o profundizaciones de temas, continuación, condensaciones e, inclusive, diferimiento total de sentido y tema. Está claro que estas categorías no se aplican en exclusividad en cada reescritura, sino que pueden coexistir varias de ellas o todas en un texto. La extraposición es la modalidad de enunciación por excelencia. La derivación textual es hiperestética en tanto las intensidades de una obra trasuntan a otra de estatus genérico diferente o de otra disciplina artística. Algo no literario deviene algo literario. Recuérdese, al respecto, el notable poema de John Ashbery Autorretrato en un espejo convexo, en el que a partir de una obra pictórica del Parmigianino se inicia un viaje hacia una reflexión acerca del tiempo, la poesía, la ciudad, el arte y el juego.
El ejercicio que sigue a la obtención del libro es recolectar y luego oír los temas elegidos por cada autor leyendo simultáneamente los tracks poéticos. Este ejercicio se condice con la actual multiplicidad de las condiciones de lectura y el desplazamiento generalizado de las disciplinas, que exigen un reposicionamiento del estatus del libro frente a otros soportes de la cultura codificada y mediatizada. “Una buena manera de leer, hoy en día ―aconseja Gilles Deleuze―, es conseguir tratar un libro tal como se escucha un disco, como se ve una película o un programa de televisión, como se acoge a una canción: cualquier tratamiento del libro que reclamase para él un respeto especial, una atención de otro tipo, proviene de otra época y condena definitivamente al libro”. En apariencia, Deleuze prevé la necesaria emergencia de nuevos modos de lectura; sin embargo, sus consideraciones pasan por el reconocimiento de los nuevos modos de sentir y escribir, ya no como cruce de textualidades y referencialidades de diferente factura semiótica, pues su sugerencia esconde una superación, una mutación: un nuevo paradigma estético devenido de la complejización de la vida, la tecnociencia, las transformaciones económicas (y de la resistencia que les secunda(3), inherentemente).
Vuelvo al epígrafe que inicia estas líneas: la escritura como tecnología. Pendrive como unidad de almacenamiento de información. La síntesis del sonido al espacio inmóvil de la página(4). Otra homología: el formato del libro como una edición de bolsillo, portable. Es sugerente el espacio que se plantea. La escritura como memoria de la primera generación en contacto íntimo con la tecnología y la música digital, un diálogo entre la música y la poesía, un regreso en el tiempo ―un arcaísmo a lo Debray―, al sentido primigenio de lírica, de canto, por una parte; por otra, un diálogo entre músicos (generalmente anglosajones) y poetas jóvenes de Chile, que seguramente no se conocen y no se conocerán jamás, pero que elaboran intensidades similares aunque diferidas en el tiempo y el espacio: una síntesis de pulsiones múltiples en una sola pulsión, el oír-leer.
Año 2004: en un bar conversábamos con Phil Gooding y con Felipe Ruiz. Phil inquiere acerca de influencias poéticas y Ruiz le contesta que más que influencias canónicas, que nos son tan obvias (las figuras de un Huidobro, Neruda, Mistral, Parra, Hanh, Lihn, Rojas, Martínez, Zurita, y otros), sus influencias, en ese momento, provenían de la música, del hip hop, del brit pop, del punk. Pendrive: la escritura, planteada como la desaparición de la escritura desde la escritura.
Pendrive representa una apuesta impecable, una escritura consistente, un ejemplo inédito en Chile de oscilación, subjetivación y desplazamiento. Es una forma poética de nomadismo, un cuerpo concebido como intersección. Reescribir una película, un programa de televisión, un disco, una canción, una serie televisiva, un videojuego. Es poesía-música mutante, actualizada. No me detendré en ciertos descuidos que empañan tenuemente la edición, tampoco en una revisión palmo a palmo del trabajo de cada poeta. Muchas certezas en el libro y un novel Gonzalo David como prodigioso dj.
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Notas
(1) Piénsese también en el Neruda de las odas, con su “Oda a la erosión en la provincia de Malleco” (1954), texto que Araya (2006) ha estudiado desde una perspectiva ecocrítica. Remito al estudio: Araya, Juan Gabriel. 2006. “Ética, política, poética: una lectura ecocrítica de Pablo Neruda. RCLL [Revista de Crítica Literaria Latinoamericana] 64. p. 205-209.
(2) Carrasco, Iván. 2002. “Interdisciplinariedad, interculturalidad y canon en la poesía chilena e hispanoamericana actual”. Estudios Filológicos 37. p. 200.
(3) Ningún orden, “capitalista o no, puede controlar las fuerzas que libera. Por el contrario, como Marx y Foucault sugieren de diversas maneras, un régimen de poder también prepara su resistencia, la llama a ser, de modo que no siempre pueden ser recuperados. Esto es también cierto de la liberación de diferentes subjetividades, sexuales y étnicas, en el Nuevo Orden Mundial. Pero estas fuerzas no es necesario que se articulen progresivamente, y pueden provocar respuestas reactivas e incluso atávicas, a pesar de que acusar a estas fuerzas de tales reacciones sea ciertamente acusar a las víctimas (una postura ética que, perversamente, las figuras reaccionarias quieren arrogarse también)”. Foster, Hal. 2001. El retorno de lo real. La vanguardia a finales de siglo. Trad. Alfonso Brotons Muñoz. Madrid: Akal. p. 216.
(4) La “escritura es la [tecnología] más radical. Inició lo que la imprenta y las computadoras sólo continúan: la reducción del sonido dinámico al espacio inmóvil; la separación de la palabra del presente vivo, el único lugar donde pueden existir las palabras habladas”. Y más adelante: “Las tecnologías son artificiales, pero, ―otra paradoja― lo artificial es natural para los seres humanos. Interiorizada adecuadamente, la tecnología no degrada la vida humana sino por el contrario, la mejora. La orquesta moderna, por ejemplo, constituye el resultado de una compleja tecnología [...] El hecho es que, al emplear, al emplear aparatos mecánicos, un violinista o un acordeonista pueden expresar algo intensamente humano que no sería posible sin dicho aparato”. Ong, Walter J. 2006. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. Trad. Angélica Scherp. Buenos Aires: FCE. p. 84-85.