Este libro reportaje narrado en distintas voces por las periodistas
Elizabeth Subercaseaux y Malú Sierra, ambas de reconocida trayectoria
en nuestro país y el extranjero, dan cuenta de un personaje
femenino, cuya particularidad principal radica en que apareció
de la noche a la mañana convertida de
pronto en un ícono que rompió los moldes de la cultura
machista imperante en la clase política chilena desde la fundación
de la república. Michelle Bachelet es entrevistada con rigor
y visión de futuro. Las periodistas dan a conocer su perfil
humano poco conocido a nivel nacional e internacional sin los estereotipos
que abundan en este tipo de géneros literarios (biografías,
testimonios, crónicas, alabanzas a personajes del mundo de
la cultura, la política, la televisión) que compiten
desde hace décadas con la ficción. Una doctora de niños,
experta en epidemiología, proveniente de una cultura de izquierda
desde su adolescencia, hija de un general de la aviación, torturado
por sus pares, acusado de traición a la patria y muerto en
la cárcel por los esbirros de la dictadura militar. Esta mujer
que llegó a ser Ministra de Salud y Defensa en el tercer gobierno
de la Concertación se ganó un espacio en la historia
del país recorriendo hospitales, juntas de vecinos, pasando
revista a las tropas de las FFAA arriba de tanques y aviones y que
logró reivindicar el rol de la mujer en un momento de la historia
en que los cargos públicos, privados, legislativos, están
en manos de personeros que llevan en sus puestos durante décadas
sin abrir espacios legítimos a las generaciones de recambio.
La irrupción de Michelle en este escenario cambió la
fisonomía del país en todos sus ámbitos, ya sea
para sus adherentes o adversarios.
El libro no contiene peroratas ideológicas ni políticas,
tampoco da recetas de cómo se deben comportar las mujeres en
los escenarios públicos. Simplemente cuenta su infancia de
clase media, rodeada de amigos que luchaban por un mundo mejor en
la década del 70, su afición por la guitarra y las canciones
de moda, los días aciagos del golpe de estado, la prisión
junto a su madre Angela Jeria en Villa Grimaldi, los duros instantes
del padre muerto sin tener donde enterrarlo porque su institución,
la masonería, y todos aquellos que fueron sus amigos simplemente
se borraron del mapa. Luego el exilio en Australia, Alemania, sus
estudios de medicina en este último país, su militancia
en la Juventud Socialista, sus amores y desamores como toda persona
que es capaz de enfrentar los avatares de la vida cotidiana que no
es color de rosa como caricaturizan los diarios de la derecha chilena
con las fotos en colores de sus modelos y parlamentarias. Una de los
capítulos más emotivos es su estadía en Villa
Grimaldi, la visita intempestiva del General Manuel Contreras y el
recuerdo de sus compañeras de celda, Lucrecia Brito, Patricia
Guzmán, María de los Angeles Salinas Farfán,
Mónica Villanueva, que tenía 16 años, una dentista
cuyo nombre se le escapa, María Eugenia Ruiz Tagle y la primera
mujer de Alvaro Covácevich. Se ayudaban mutuamente después
de las sesiones de interrogatorios. Michelle atendía a las
gravemente heridas. Algunas de ellas le contaron que los días
de año nuevo fueron violadas por militares borrachos. Ambas
estaban embarazadas de siete y ocho meses. Todas tenían miedo.
Cuando se abría la puerta de la celda tenían terror.
Ese el mérito de este libro. Que logra transmitir emociones,
sentimientos.
Nadie puede quedar indiferente. No es un texto de propaganda como
los que abundan en períodos como el actual. Es un texto para
comprender desde un ángulo escritural diferente la vida de
cientos de mujeres olvidadas que soportaron las mismas pesadillas
de esta doctora en niños que tiene una cabaña en un
lago y que puede ser la primera Presidenta en este remoto país
así como Gabriela Mistral fue la primera mujer latinoamericana
en obtener el Premio Nóbel de Literatura años antes
que sus pares en Chile le otorgaran el Premio Nacional. El texto tiene
fotografías de distintas etapas de su vida, la reproducción
del manuscrito que el General Bachelet envió a su esposa desde
la cárcel pública de Santiago el 22 de febrero de 1974,
días antes de su muerte. Y a lo lejos, en medio de la lectura
de este libro se escucha el ruido del avión que las condujo
junto a su madre al exilio, su paso (en el avión) por Isla
de Pascua, las islas Fiji, y la llegada a Sydney donde su hermano
Betingo y Patti, su esposa, los esperaban en el aeropuerto. Los abrazos,
el saludo del gobierno, del parlamento. Eran las primeras exiliadas
chilenas en Australia. El resto, ya es historia.