"Poemas para no matar" (Autoedición, 2005)
se titula el último libro de Marcela Muñoz Molina
(Puerto Natales, 1966). Textos del hastío, de la furia, la
violencia interior que se produce cuando se espanta a la muerte, ya
sea a través de una escoba, de
un ave que llora en medio de remolinos azules como señala en
los comienzos de su poemario. Estos versos son un canto a un pasado
que aún permanece en la nostalgia; hay instantes de magia cuando
divaga sobre quien cuidará de los libros cuando todos nos hayamos
ido. La atmósfera teilleriana es nítida, audaz; recrea
un mundo lleno de soledad donde habitan los desamparados, los niños
vagabundos, ciudades perdidas en un país inexistente.
Con este libro, Marcela Muñoz se sitúa entre las mejores
poetas de su generación en Chile. Sin duda alguna. Por sus
páginas llenas de nieve dice que algún día volveremos
a ser espíritus, bailaremos como lenguas de fuego, cuenta en
su homenaje a las mujeres de la etnia Selk"Nam, que poblaron
los territorios de la patagonia.
Los "Poemas para no matar" de la autora magallánica
están imbuídos de fantasmas de todo tipo; almas que
navegan por el Golfo de Penas o las Torres del Paine; aparece un sol,
una explosión, un relámpago donde la escritora sueña
con un mundo mejor y parte llena de lluvia hacia avenidas infinitas,
a lugares remotos, con los poemas que cantan y despiertan en Bruselas,
Buenos Aires, Barcelona.
La autora siente que la vida se va por todos los costados: "Debería
salir de mi casa/ y morder las piernas de los transeúntes/
sólo porque sus pies manchan irresponsablemente/ las calles".
Gran parte del libro tiene ese hálito. Cierta desesperanza,
el olor a libertad que desaparece por las calles de Punta Arenas,
las luces de las noches heladas en invierno donde nunca se logra alcanzar
la intensidad de la lluvia, el viento gélido del austro, como
en los mejores momentos de Rolando Cárdenas, Olga Acevedo,
María Cristina Ursic; árboles que no lo son; sino espectros
en la memoria desesperada que vuela sobre el Estrecho de Magallanes.
"Escritura de los patíbulos, con las manos en el viento,
donde se pierde el tiempo soberanamente, porque lo sabemos de arena",
dice de este texto el poeta Pavel Oyarzún en el prólogo.
Hay una línea de trabajo en la autora que establece sus dominios
en el vértigo patagónico, allá donde el cielo
se pierde en cavidades blancas y donde el sol aparece vestido de rojo
en las aguas.
Marcela Muñoz Molina ha publicado los libros "Angeles
y limusinas" (1989); "El salvavidas lleva mi nombre"
(1994); Sus textos han sido publicados en la antología "Poetas
jóvenes de Chile", Universidad de Concepción (1998);
"Antología insurgente, la nueva poesía magallánica",
de Pavel Oyarzún y Juan Magal (1998).
Actualmente reside en Santiago donde realiza estudios de dramaturgia.