JORGE
TEILLIER, POESIA Y LEYENDA
Por Aristóteles España
Este mes de abril se cumplieron diez años del fallecimiento
de Jorge Teillier (1935 - 1996), uno de los más importantes
poetas de la lengua castellana y uno de los diez más grandes
de Chile.
Nos conocimos a comienzos de los ochenta, en el bar "La Unión
Chica", en la Sociedad de Escritores y en las recordadas tertulias
de la Editorial Nascimento presididas por Oreste Plath. De inmediato
nació una amistad que se prolongó hasta el día
de su muerte y que fue compartida junto a entrañables
amigos como Rolando Cárdenas, Ramón Díaz Eterovic,
Alvaro Ruiz, Juan Guzmán Paredes, Enrique Valdés, Mario
Ferrero, Germán Arestizábal, Stella Díaz Varín,
Jaime Gómez Rogers (Jonás), Leonora Vicuña, Ronnie
Muñoz, Roberto Araya, su hermano Iván, Ramón
Carmona y muchos otros. A nuestras citas en estos lugares llegaban
cada cierto tiempo a compartir un vaso de vino, Francisco Coloane,
Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Enrique Lafourcade, Gonzalo Drago, Yolanda
Lagos.
La Generación Literaria del 38, la Generación del 50,
y los jóvenes, daban rienda suelta a sus inquietudes, a los
recuerdos, las memorables jornadas de otros tiempos, junto a los clásicos
de nuestra cultura y de la creación artística de un
Chile distinto.
De fondo, la dictadura, el terror, el toque de queda, las prisiones,
el exilio, que Jorge Teillier asimilaba con comentarios sarcásticos
sobre la realidad y con su poesía escrita desde el dolor, el
miedo, con la reconstrucción de sus mundos literarios, las
pequeñas patrias donde habitan mariposas y cielos llenos de
lluvia de su pueblo natal: Lautaro.
El poeta creó un Sur mítico, con relámpagos,
amaneceres, plazas, el viento en todo su esplendor, con referencias
melancólicas y llenas de símbolos que las hacen universales.
Aquí, el poeta es un sobreviviente de un paraíso perdido
y como testigo de una época de oro, que sigue instalada ahí,
habitada por mitos y las imágenes esenciales de las cosas:
el calor del hogar, la naturaleza, la infancia atrapada en un mundo
solitario lleno de imágenes conmovedoras y reminiscencias ancestrales.
Jorge Teiliier recupera a través de la memoria un mundo en
desintegración que, mágicamente, ayuda a evaporarse
a través del recuerdo para hacerlo realidad dentro de la poesía.
En el fondo, nuestro amigo era un desterrado en una metrópolis
llena de smog, sin la cual no podía vivir y regresaba a través
de sus versos, de sus imágenes, al espacio de la infancia,
de los límites, para reencontrarse con algo que ya no existe.
Admirador de Francis Jammes, de George Tralk, Rilke, de Robert Frost,
solía comentar sus aventuras con Pablo de Rokha, Neruda, Teófilo
Cid, todos personajes de leyenda con los cuales compartió un
mundo que fue.
Solíamos caminar por viejas librerías donde comprábamos
primeras ediciones de Carlos de Rokha, Vicente Huidobro, revistas
con textos de Romeo Murga, Alberto Rojas Jiménez, Boris Calderón,
Héctor Barreto, Carlos Pezoa Véliz y autores desconocidos.
Después, El lagar de don Quijote, el Cu cú, el Isla
de Pascua, los bares a los cuales llegaban nuestros amigos a soñar
con un país distinto, mientras en las calles llenas de soldados,
hasta el aire era distinto y la poesía también.
Jorge falleció sin que le entregaran el Premio Nacional de
Literatura y muchos otros reconocimientos. Como muchos poetas, vivió
El Pago de Chile, mientras su obra tiene cada día mayor altura
en nuestro idioma y su libro antológico "Muertes y maravillas"
es un clásico, es decir, acompañará los sueños
de cientos de personas hasta el fin de los tiempos.