"El son cautivo", Poesía de Santiago Cavieres
EL
SON CAUTIVO
(Poemas escritos en el Campo de Concentración de Chacabuco,
Chile, (1973-1974)
Por
Aristóteles España
Abril de 2006
Este libro de Santiago Cavieres (Pineda Libros, 2006), abogado
y poeta chileno, es un compendio de sus vivencias de la prisión
en el desierto más árido del mundo, en momentos aciagos.
Chacabuco es una antigua oficina salitrera abandonada desde 1938 y
un verdadero patrimonio de la humanidad por toda la historia que representa
para el movimiento obrero de Chile y América del Sur.
La dictadura de Pinochet tuvo la "brillante" idea de transformar
esa reliquia del planeta en un Campo de Concentración, como
la Isla Dawson en el sur del mundo. Allí vivieron en cautiverio
el compositor Angel Parra, hijo de Violeta y el escritor Jorge Montealegre
que tenía por entonces diecinueve años.
Santiago Cavieres, tras las alambradas, las torres, y los silencios
de ese lugar del mundo empezó a escribir notas, poemas, pequeñas
historias que daban cuenta de la realidad circundante: sueños
de futuro, los alaridos de miles de fantasmas que daban vueltas por
esos laberintos de horror y que sólo un hombre sensible como
él fue capaz de atraparlos en el aire para componer estos versos
llenos de humanidad y ternura.
Escribió décimas, romances, sonetos, como quien juega
con un volantín en el cielo estrellado de las noches del recinto
carcelario, siempre como un canto de amor a la vida y a su entorno
más inmediato, la familia, hijos, su patria derrumbada por
los verdugos que acumulaban tesoros de la República para sus
arcas personales y saqueaban esta angosta y larga faja de tierra como
los piratas que se reparten un botín después de asesinar
a todos quienes habitaban el barco que los llevaba a puertos desconocidos
y misteriosos.
Conmovedor es el texto que escribió a su hijo que nació
mientras se encontraba confinado y le habla a la luz divina de los
niños que vienen al mundo, a su compañera que habitaba
lejos de sus ojos y las sombras que lo rodeaban en los pasillos y
camastros donde los "chacabucanos" daban rienda suelta a
la imaginación componiendo canciones y poemas para vencer el
miedo y al olor a traición que emanaba de los uniformes de
los soldados que custodiaban a sus compatriotas a quienes denominaban
el "enemigo interno".
Mientras el viento de la tarde atraviesa las dunas, el poeta le habla
a las flores del desierto, ironiza sobre el rol de los militares llenos
de altanería con sus rostros donde se reflejan los cadáveres
que el ejército dejaba tras su paso por las ciudades y rincones
de su propio país.
Poesía testimonial que da cuenta de los vértigos de
la historia como en el libro "Tejas verdes", de Hernán
Valdés; "Isla 10", de Sergio Bitar; "Cerco de
Púas", de Aníbal Quijada. Este libro nos habla
de un Chile desconocido para las nuevas generaciones y ayuda a crear
una corriente positiva en la sociedad para que nunca más una
persona sea fusilada o encarcelada porque piensa distinto al gobierno.
"El son cautivo" tiene el ritmo del "Son": textos
breves, con melodías que interactúan entre sí,
invadiendo lenguajes, acercando a los oídos antiguas letanías,
con temas alusivos al entorno vital. Al leer estos poemas uno recuerda
las antiguas películas sobre los campos nazis de prisioneros
y al vandalismo de todas las dictaduras del mundo que coartan la libertad
del ser humano para intentar imponer sus ideas por la fuerza. Finalmente,
hay un homenaje al Cardenal Primado chileno Raúl Silva Henríquez,
quien contribuyó en forma pacífica como el Mahatma Ghandi
a detener la barbarie y denunciar estos atropellos ante el orbe. Este
libro quedará en la memoria histórica de Chile como
un texto de amor escrito en medio de la muerte.
Libre
Soneto basado en la canción
de Nino Bravo, del mismo nombre.
Premiado en concurso del campo de concentración de presos políticos
de Chacabuco.
Verano de 1974.
Villorrio derruido y fantasmal,
Chacabuco, perdido en el desierto,
aldea calcinada en suelo muerto,
osamenta perdida en el erial.
Extinguida la veta mineral
quedóse el caserío estéril, yerto,
el arenal con su costado abierto
de donde se fugaron hombre y sal.
La Historia luego lió una historia añeja,
encerraron la vida en una reja
reviviendo a la aldea, por su mal.
Pero la sangre hizo canción su queja
y dice en su cantar, son que no ceja:
“la reja es sólo un trozo de metal”.
Romance para el hijo que nació lejos
Hijo mío, pequeñuelo:
te escribo desde la Pampa,
desde un lugar del desierto
que un día fue abandonado
pero no es un pueblo muerto,
pues los hombres que hoy lo habitan
(sólo hay hombres en el pueblo)
aunque viven entre sombras
llevan una luz adentro…
Mas, a pesar de las sombras
—paradojalmente es cierto—
quema el sol como una llama
de inmisericorde fuego,
las estrellas, silenciosas,
alumbran como luceros
y el Lucero es una lámpara
suspendida allí en el cielo.
(Aquí recibí la nueva
que tuve un hijo, un pequeño
que se parece a la madre
¡ah, cómo será de bello!
Y a ese hijo le escribo
Sin siquiera conocerlo)
Te escribo desde la Pampa
niño mío, rapazuelo,
soplo vital, capullito,
gracia de Dios, don del cielo,
brote de la vida eterna,
mamón, mañoso, angurriento,
nueva luz que me ilumina
en el medio del desierto,
que eclipsa la luz del sol
y alumbra más que el lucero.
Dános tu luz, la señera,
la del amor verdadero,
que disipará las sombras
que hoy repueblan el desierto
y oye esta declaración
de tu padre prisionero:
—Por el amor de tu madre,
por el amor a mis muertos,
por el amor a la vida,
sin conocerte te quiero.