En el bar “La Unión Chica” de Santiago, ubicado en calle Nueva
York 11, se reunieron durante 10 años un grupo de escritores
para conversar de este tiempo y del otro. Desde 1979 a 1990, si la
memoria no nos falla.
Acaba de aparecer en librerías este texto hermoso, lleno de
melancolías, recuerdos, cuentos y poemas.
Conocimos en ese bar a Jorge Teillier, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas,
Francisco Coloane, Gonzalo Drago, Rolando Cárdenas. Teníamos
20 años y la poesía en la piel. Fundamos, junto al novelista
Ramón Díaz Eterovic las revistas “La Gota Pura” y “La
Pata de Liebre”. Editamos autores de todo Chile y del norte, especialmente,
a Andrés Sabella, Galvarino Santibáñez y Hernán
Rivera Letelier, cuando escribía poesía social y amorosa.
Del sur, a Carlos Alberto Trujillo, Nelson Torres, Sergio Mansilla.
“Vagabundos de la nada” es un compendio de la tristeza y la
soledad a la que fuimos sometidos los artistas de Chile durante la
dictadura. No teníamos espacios de diálogo, ni publicaciones.
Vivíamos a la interperie, tanto de los partidos a los cuales
pertenecíamos, y del mundo académico que nos cerraba
sus puertas. Allí, en ese pequeño templo, como le llamábamos,
surgían ideas, poemas, ediciones, charlas enormes sobre el
destino literario de Chile.
Llegaban escritores de todo el país, con sus versos y narraciones
autoeditadas. Allí conocimos a Enrique Lafourcade, cuando era
el Conde de Lafourchette y tenía un espacio literario – gastronómico
en El Mercurio. Recuerdo que inventábamos poemas escolares
y de juegos a nuestros amigos, los cuales se indignaban todo el día
domingo. El martes aparecían contentos de que sus versos habían
sido leídos por miles de personas. Incluso, muchos de ellos,
decían la hora exacta en que lo habían escritos y comentaban
que el novelista y yo teníamos en nuestros escritorios sus
borradores.
Este texto es, además, un canto a las miserias humanas de
una patria que se cree exitosa. Por sus páginas aparecen momentos
de euforia y alcohol. Lecturas, poemas, libros maravillosos que traía
de repente Jorge Teillier o Rolando Cárdenas.
Hay textos originales de casi todos los autores de ese tiempo, y
un cuaderno de actas que testimonia el curso de nuestras vidas en
momentos difíciles de la vida nacional. Qué será
de esos viejos vagabundos de la nada, me preguntan por mail los escritores
chilenos que viven en Estados Unidos y Frrancia.
Hace un par de meses volvimos a ese local a conversar con los fantasmas
y con Wenceslao Alvarez, el dueño. Echo de menos ese tiempo,
dijo, pero es sano que no vuelvan, porque ya no queda nadie y los
muertos no hablan.
Germán Arestizábal está en Valdivia dibujando
sus trenes y autos con canarios. Ramón Díaz Eterovic
ha creado un detective llamado Heredia y sólo bebe agua. Alvaro
Ruiz está en Coquimbo enamorado de una alumna. Roberto Araya,
dicen que está retirado en Negrete y que ahora es camionero.
Juan Cameron es Inspector de Obras de Valparaíso. Mardoqueo
Cáceres jubiló como abogado y aparece de vez en cuando
por la Biblioteca. Enrique Valdés escribe y sueña en
la Universidad de Los Lagos en Osorno. El poeta Jonás es pastor
de cabras en el litoral central. Juan Guzmán Paredes sigue
escribiendo con seudónimos en la prensa chilena, Ronnie Muñoz
está en Madrid soñando con regresar a la Unión.
El Tomate Riquelme navega su lancha en Concepción. Julio Venegas
sigue haciendo clases como en el poema de Nicanor, Leonora Vicuña
en el sur de Chile fotografiando los espíritus. Stella Díaz
en su fundo de Ñuñoa. El resto es leyenda.
Vagabundos de la
Nada
(Poetas y Escritores en el bar Unión chica)
La Calabaza del Diablo
44 págs.
Rolando Cárdenas, Iván
Teillier y Jorge Teillier en "La Unión Chica"
Fotografía de Leonora Vicuña.