Los homenajes y recuerdos deben realizarse en vida
de los autores y no después (más aún cuando éstos no generan unanimidad
como en este caso). Vamos a dedicar estas líneas a Enrique
Lafourcade. Conocimos al autor de "Palomita Blanca", "Mano Bendita",
a comienzos de los años 80 en la Feria del Libro del Parque Forestal.
Estaban Rolando Cárdenas, Claudio Orrego, Jorge Teillier, Eduardo Molina
Ventura (el famoso Chico Molina), Iván Teillier, Fernando de la Lastra.
Lafourcade quería crear una colección de poesía cuyo título era "El
Deshielo" e hicimos planes para incluir autores jóvenes. Gran lector de
poesía, pocos saben que es un excelente sonetista. Aún guardamos algunas
de sus creaciones. Nos encargamos de conseguir manuscritos que revisamos
en varias oportunidades pero la idea no prosperó porque el dueño de la
editorial tenía ciertas discrepancias con las ideas de los vates. Sin
embargo, Lafourcade siguió difundiendo a los poetas en las páginas de
los diarios y en revistas desconocidas.
Habíamos leído durante
ese verano "La Fiesta del Rey Acab", una de sus mejores novelas,
magistral sátira a la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en Santo
Domingo. Ese libro clásico, del mismo nivel de "Yo, El Supremo", de Roa
Bastos y "El Señor Presidente", de Asturias, es un trabajo meticuloso
sobre la sicología de los dictadores de cualquier lugar del mundo y de
cualquier ideología. Por sus páginas se respira la asfixia, el miedo, el
olor de la persecución, los sonidos de los barrotes, la neblina verde
del autoritarismo. En un lenguaje sencillo, el escritor chileno da
cuenta de la vida de un pueblo lleno de melancolía y miedo. Algo difícil
de realizar si no se tiene el talento.
Lafourcade, cronista de su
tiempo, fue el inventor de la denominada Generación del 50, publicó
libros de esos artistas cuando aún eran desconocidos, los promocionó
como sólo sabe hacerlo Lafourcade e inventó polémicas para acercar a la
gente al mundo del libro. Su estilo desenfadado es único y pocos le
perdonan que sea un francotirador que ataca a la izquierda, a la
derecha, a los empresarios. Se ha granjeado enemigos y construyó un
personaje para sobrevivir. El hombre tímido que es, no habría estado en
las ligas mayores si no golpeara de pronto con un uppercaut a sus
adversarios, e incluso a sus amigos. Aún la izquierda chilena no le
perdona su duro ataque a Salvador Allende a los pocos días de morir en
La Moneda y Pinochet jamás va a olvidar su retrato literario en "El Gran
Taimado", que le significó asilarse por unos días en
Argentina.
Por nuestra parte diremos que no tuvo dudas en ofrecer
su librería para lanzar nuestro libro "Dawson", editado por Bruguera y
que presentaron en el invierno de 1985 Osvaldo Puccio, Martín Cerda y el
propio novelista en una memorable noche llena de agentes de la CNI que
posteriormente robaron y asaltaron su librería en la Plaza del Mulato
Gil de Castro en Santiago.
Hace un par de meses nos reencontramos
en la capital y caminamos como viejos amigos por librerías del centro de
la urbe, bebimos un café cortado, recordamos a nuestros hermanos muertos
y nos sacamos una fotografía junto a libros policiales y poemas de amor.
Debemos ir juntos al sur, nos dijo y quedó hecha la promesa para viajar
por los canales, comer mariscos como una vez lo hicimos en Chiloé y
reeditar tal vez la colección de poetas, ahora con otro nombre.