Libro Tercero
[Del silencio de las estructuras]
Este hemisferio rota en sentido contrario a su
símil diluido en espejos desbordantes de alienación,
más que apertura de piel embotada, discontinuidad de oquedad
sangrante, cercada por hueso y tejidos, más que profundidad
agrietada anterior a
las voces arrastradas,
sosiegos de un vagar extemporáneo e inmaterial.
Física de oblicuidad, apertura en sentido último, apertura
cerrada sobre sí misma. Ciego, ciego y vacilante ante el responso
del equívoco, enconado, muerdo las lenguas que un cristal da
en la cuchillada como cuando el brazo quiebra y cruza el oficio, y
al mirarlo se tiñe, el ojo se abre, el líquido se esparce,
el bramido se desconstruye.
Tengo los ojos abiertos como un nicho saqueado. La luz
está encendida.
Los edificios ya no se construyen con cúpulas.
En este cielo no hay cabida para los mártires. Se aparece de
pronto, cual episodio de revuelta, con un adjetivo que trata del fondo
de la transparencia. Se aparece con la lengua escrita, tatuada, marcada
en todos los instantes del esmalte, en todos lo instantes de matiz
purpúreo de los labios, la lengua perdida para uno sólo
como aquél solo. Se amanece a las orillas del desvelo anterior
al tiempo. En este cielo no hay cabida para los mártires pues
los humos vientos son voces, los anteriores son algo
ghetto................................
.............. dioses.
dual. ............
Pueden leer tu nombre.
Héroes calcinados, nódulos deformes arrastrándose
sobre las líneas de los trenes, mi ojo izquierdo no sirve ya
de nada, el animal avanza hacia su propia piel, hacia su corteza medular.
Veo ecos rasgados por músicas que susurran un secreto, piden
silencio como mandato absoluto, arrastran sus pies en un gris ensordecedor,
evacuan su carne. Me destapo el ojo derecho y todo aparece inverso:
soy uno de los calcinados arrastrándose deforme dentro de una
boca, desde la cual sale el grito. He meditado sobre esto.
He meditado mucho sobre esto.
Ante el arraigo la ira deshecha, las cenizas amargas,
el fruto seco, el alfiler entra en el ojo, los párpados en
inmediata contracción. No he sido sino eso en la noche de los
tiempos, y tenue temporal cuando decía lo terrible y lo terrible
se hacía. Y lo terrible era la ignominia, un nombre de nadie,
una raíz de gracia epifánica y retorcida; el arraigo,
el arraigo en el vientre, el arraigo en las rodillas, el arraigo en
las muñecas, el arraigo en la espalda, el arraigo en la frente,
el arraigo en el costado.
- Era de suponer -
El fulgor del incesto. ....... ................
Dibujar a Cristo. .... ...................
Ver a Dios por televisión.
Escribir mi nombre. ... ...... ... ........
Sostener esta humanidad ...... .................
Y sobre todo dar.
..................... .......................
............... .. en mi todo.
[dar.
-Aun cuando
la otra mejilla,
ya estaba rota.-]
Leí: "La premonición. Se masturbaron
con lo que dije. No tuve tiempo para rearmar los segmentos. Incendiaron
con el alcohol de sus entrañas cada unidad, cada uno de ellos;
al parecer yo mismo participé, no lo recuerdo. Abría
la boca, la arcada era seguida por un vaivén multicolor que
zumbaba entre mis sienes contenidas entre las manos de la humareda,
un cigarrillo tras otro, y yo deseaba no oír, deseaba no oírme,
estertor divino y falaz de la muerte hecha escarcha. Un soplo,
Y el cerrado ocaso del párpado se abrió tan de pronto
y me vi solo."
(Efectos de El Ojo (1))
(1) Veáse "Anexo. Libro Cuarto. Libro
de El Ojo".
Invisibles ante el ídolo son. Vamos, contemplemos
sus manos torcidas por el fuego.
La frágil demora en todas las latitudes de sus propias células,
los espasmos, el estertor riente de las lenguas violáceas,
de las encías desdentadas, del humo de las pipas, del residuo
de las pipas. De los crímenes y de las absoluciones, del ultraje
y la sangre y el semen en los pasillos del metro, en las escaleras
de los blocks, sangre envuelta en cuerpos citadinos.
Vamos. Apuñalemos la piel de la luz del tejido de las avenidas
demacradas y sus luminarias,
Bajo el nebuloso carcoma,
Bajo el nebuloso cáncer.
Todos tratan de olvidar un lugar. Emborrachándose
en un bar vacío por la tarde, en noches que no llegan a ser
noches, en la frágil espera de la madrugada. Tratan de olvidar
ese lugar, temblando de frío y calentura, y de aroma a café
y cigarrillos, desde hace ya años, en el desvarío de
las membranas que cierran sus pétalos diáfanos hartos
de beber la garúa miel en las calles. Hay un lugar que todos
intentan olvidar y que ciertamente no podrán.
Otras esferas, - crueles hijas de sus últimas
lunasombras -, cruzan el leiv motiv de
la obscura corte negra, y la mirada ante la extensión de las
calles de la urbe (luz,
tenue alumbrar),
[Perdida perdida perdida perdida]
Perdida la mirada entre el absurdo maquillado, Perdida bajo la materialidad
sorda de los rostros de los extraños paseando, Perdida en el
instante, el semen en el seno.
Y todos trataron de olvidar
ese lugar, desde siempre;
pero todos, sin excepción,
se perdieron en la / nítida-geografía-acústica
/ de la ciudad.
Anexo:
Libro Sexto
[Libro de El Ojo]
..................
A partir de ese otro sol
Al amanecer había intuido el resto de la historia que
procuraba dilucidar. En el piso, las luminarias dejaron
el plasma seco en la totalidad del pavor impasible
.............. - impasible el goteo
de la luz -
que contuvo y al mismo tiempo devino en el fuego que
corría sobre aquel otro fuego en la ventana. A partir
de
las dos horas siguientes intentó descifrar la Inscripción.
No hubo mayor avance.
1 centímetro . 1 gramo . 1 segundo .
Sea cual fuere el referente dilató el ejercicio hasta
ya
avanzada la mañana. Durante ese lapso de tiempo con-
centró sus esfuerzos en permanecer inmóvil. Al
ha-
cerlo, vio en su mente la curva elipsoide del primer
signo de la segunda Inscripción.
Contuvo la respiración. Tomó un lápiz.
Su diario. Sa-
lió. El sol inundaba la calle roja y arrinconada. Rever-
beraba el signo,
en el designio de El Ojo del dios.
..................
La marca en la mano
El reloj atestiguó ciego el paso angular de un cuerpo
sin sombra sobre la Inscripción. La mano se apresu-
raba en tomar apuntes respecto a la realidad circuns-
crita en ese otro cuerpo. Dio cuenta de las líneas
de su
mano. Encendió la lámpara. Verificó lo
visto. Un pri-
mer paso fue la sorpresa. Un segundo paso fue el estu-
por. Un tercer paso fue el horror. Un cuarto paso, desde
la escalera que conectaba el pasillo de la pensión con
la
sala, después del cual el otro hombre golpeó violenta-
mente la puerta. El café frío se balanceó
dentro de su
recipiente. Se levantó movido por el sobresalto. Tomó
sus papeles. Guardó algunos en el sitio más obvio.
Hizo
notar su presencia con un tropiezo. Pasos. Abrió la
puerta.
Ya nadie estaba afuera.
.............
Lo lánguido y la segunda tarea
Admiraba las fotografías de una revista de moda en la
sala. Su vida social se remitía a eso. Las piernas cruza-
das, de cuando en cuando se detenía ante algún
artícu-
lo "interesante". De cuando en cuando fijaba su vista
en aquellos que pasaban. De pronto en la sección Avi-
sos leyó: "Necesitamos corresponsal… Los interesa-
dos pueden visitar a… en calle… número… desde
las… hasta…". Podría tomar ese empleo. Podría
así
guardar las apariencias. Podría así desvincularse.
Pero
nada podía hacer
contra sí mismo.
.............
Una gota rueda sobre el cristal
"La forma piramidal se repite treinta y seis veces. La
forma helicoidal se repite treinta y seis veces. La for-
ma curva elipsoidal se repite treinta y seis veces. La
forma rectangular concéntrica se repite treinta y seis
veces. La forma piramidal dentada se repite treinta y
seis veces. El signo dendriforme se repite treinta y seis
veces. La forma curva concéntrica se repite treinta y
seis veces. La forma esfinge inscrita se repite treinta y
seis veces. La representación hemicicloidal con orien-
tación hacia la izquierda se repite treinta y seis veces.
La forma hemicicloidal con orientación terminal a la
derecha se repite treinta y seis veces. La forma de bas-
tón coronado y punto se repite treinta y seis veces.
La
forma de bastón coronado se repite treinta y seis veces.
La forma esterillada se repite treinta y seis veces. La
forma de lazo se repite treinta y seis veces. La varia-
ción de la forma de lazo (con un nudo terminal infe-
rior) se repite treinta y seis veces. La forma de gradilla
puesta horizontal se repite treinta y seis veces. El signo
curvo con caída y nudo inferior a la derecha y expul-
sión terminal izquierda se repite treinta y seis veces.
El
símbolo occidental del número infinito más
rasgo divi-
sorio en óvulo izquierdo se repite treinta y tres ve-
ces…"
..................
Los nudos. Lacan.
El cuerpo teórico que anida en su memoria es azul, sin
duda. Bostezó en el ensayo de animarse para continuar
inmóvil. La cortina ejecutaba infinitos compases óseos
de cadencia. Al cerrar los ojos unas tirillas brillantes de
un verdor fosforescente inundaron el oscuro telón de
los párpados. Puntos luminosos en expansión y
con-
tracción. Tal como las estrellas. El nudo de una soga:
"Había observado las vigas expuestas del [taller
(2)]…,
pensando en cual de ellas había sido o cual había
ele-
gido [él(3) ] para abrirse
paso hacia el otro lado". Tomó
un mendrugo de pan y lo masticó salivoso y satisfecho;
la Inscripción ya decía algo. "Un minuto
[o un
momento, o un rato, o un instante] después tuve el de-
seo irrefrenable de hacer lo mismo [que él]".
Debió
dormirse y soñar, pues estuvo en ese "taller".
Estuvo allí,
donde el arcano no reconoce a su emisario.
(2) Diario; fechado 10 de VII de 19XX: "De
alguna manera este término concierne a una locación que
podría se-ñalar también un "laboratorio",
referente poco pertinente en función de la traducción".
(3) Diario; fechado 10 de VII de 19XX: "La forma verbal
es siempre un monosílabo encliticado (con dos posi-bilidades
de representación en tanto género; el masculino integra
al género neutro): una forma críptica de mo-vimiento o
suceso. Es explícita la alusión a otra persona".
..................
Descorrió el postigo
Avanzó luego a la ventana. Vio la calle unos tres me-
tros abajo. "El abismo no existe". Bajó
a afeitarse. La
hoja corría áspera y agresiva sobre la piel, tal
como si
avanzara bajo la piel. O entre la piel y el hueso. Recor-
dó las persecuciones, las muertes entre los suyos; el
abismo [era él]. Menguaba la luz al salir de la pensión;
se reunían los pendencieros en las esquinas, en los rin-
cones de la sangre. La Inscripción estaba, sin embargo,
a salvo con él. Tal vez él no. Pero la Inscripción
sí. El
humo salido de las chimeneas anegaba nebulosamente
el barrio. Irritaba los ojos y hacía difícil tomar
una bo-
canada de aire. Volvió de ese paseo con la duda fabu-
losa del genio.
Con la duda de la muerte, entre los ojos desnudos.
......................... El Ojo
Leyó hasta el amanecer, la luz entró por la pequeña
ventana. Agotado, cerró la ventanilla y la cortina que
en la irrealidad de su cerebro se transfiguró en El
Ojo.
Aquello le iluminó. Tomó papel, escribió:
"…los hom-
bres de Jebel-ed Druz aparecieron entonces por [en] el
taller. Vieron el cuerpo de mi amigo, del amigo de mu-
chos, colgando en las vigas. Todo esto me lo refirió
Adgab, el llamado "el verdadero"(4)
. Fui, entonces, lue-
go de algunos años, al taller [el laboratorio] buscan-
do El Ojo, aquel saber del que se dice que un…".
No
supo que transcribir; ¿un segundo, un gramo, un milí-
metro? Si sólo supiese que aquello llamado El
Ojo tu-
viese una materialidad de carácter gaseoso, sólido
o lí-
quido, podría establecer con eventual exactitud la uni-
dad de medida "…que trae la locura a los hombres…".
Al despertar había intuido el resto de la historia que
procuraba dilucidar. La caligrafía de lo escrito hacía
un
rato no correspondía a su estilo. Este hecho introdujo
confusión en su razonamiento.
"El Ojo quizá sea una droga", se dijo
dejando de lado
la Inscripción.
(4) Diario; fechado 13 de VII de 19XX: "…o aquel de la verdad…".
..................... La palabra
sesgada
Intentó hallar a M.Q., en la confianza de su ayuda.
Pri-
mero le telefoneó, pero no obtuvo respuesta. Luego se
arriesgó a tomar un tren e ir a Z., asumiendo, claro
está,
precauciones extremas. Hecho extraño: M.Q. le espera-
ba en la estación de ferrocarriles, con un periódico
bajo
el brazo, el que apuntó al reconocerlo. Se acercó
rápi-
do. Le estrechó la mano, una mano fría. Cruzaron
algu-
nas palabras, pero nada medular ni concerniente al he-
cho que les reunía. El filólogo dijo al fin: "Te
vieron,
por eso estoy aquí. Estás en los periódicos,
¿sabías?".
No supo qué responder. M.Q. acercó el periódico
al pe-
cho de G. Su vacilación marcó el inicio del viaje.
Su
vacilación hizo que el hierro atravesase palmo a palmo
sus entrañas,
y he ahí el estertor, y he ahí la traición
consumada,
y he ahí la visión narcótica de El Ojo,
y he ahí la última
exhalación, en la parca hora, ahora ciega.
......................... En
un abrir y cerrar de ojos
"Hay quienes dicen que lo extraño y lo confuso
se tra-
ga por donde las fuerzas de luz se tragan. El […](5)
ale-
tea y su sangre fluye dentro de su estructura; tan veloz
el aleteo y por qué no revienta. Y si revienta, la
mancha de la sangre en el piso, es la primera sangre
que se seca."
(5) Diario; fechado 17 de VII de 19XX: "Intraducible. Un
ave. Debe referirse a un ave pequeña. Un ave de gran tamaño
quizá no pueda conseguir la velocidad del aleteo a la que se
alude. Quizá sea el fragmento de un mito de Jebel-ed Druz".