Entrevista
a Gustavo Barrera Calderón
Por
Arnaldo Enrique Donoso
donoso_arn@hotmail.com
Todos
los ingredientes se mezclarán esta noche
(la casa proyecta sus pasillos
hacia los cuatro puntos cardinales)
los invitados visten adecuadamente
Todo
indica que en ese lugar ocurrirá algo
algunos rastros indican que ya
han sucedido cosas
en ese lugar
Los
invitados comienzan a inquietarse esperando la función
buscan
en su horizonte algo en qué ocupar las manos
pero descubren que la casa
está completamente vacía
G.B.C.
Mi
primer acercamiento a la poesía de Gustavo Barrera Calderón
fue a través de la lectura de Adornos en el espacio vacío
(2002). Me informé del compromiso de publicación de la obra, por
parte de El Mercurio-Aguilar, en la "Revista de libros". En el artículo
se hacía mención al premio que obtuvo el volumen en un concurso
organizado por la misma separata. Contenía además las palabras del
premiado y una transcripción de algunos fragmentos de su trabajo.
Pasado un tiempo, en el marco del evento "Chillán Poesía 2003",
supe que Adornos… se había publicado. No demoró en llegar
a las bibliotecas. Lo leí en una biblioteca cercana a mi casa, acá
en Chillán. Debo señalar que paralelamente a la lectura del texto
de Barrera me ocupaba del estudio de un poema llamado "Self-portrait in a
convex mirror", de John Ashbery. Me inquietaba cierta correspondencia entre
las contradicciones aparentemente alevosas en el tratamiento factorial de los
ejes o núcleos temáticos y la marcada recurrencia y progresión
textual de ambos escritos. Luego, leyendo comentarios acerca del libro de Barrera,
tuve conocimiento que Jessica Atal coincidía plenamente con lo que había
pensado en el proceso de mi lectura. Decidí escribirle a Gustavo. Solicité
su correo a Héctor Hernández Montecinos. Le escribí a Barrera,
comentándole que quería escribir algo sobre Adornos… Acto
seguido, me envió el original en formato Word. Releí. Informé
al poeta acerca de mis impresiones, hecho que provocó una breve pero interesante
comunicación epistolar. Finalmente le solicité a Gustavo una entrevista,
la cual utilicé como apoyo para ciertas ideas desarrolladas en un ensayo
publicado en esta misma página:
El espacio
vacío (en primer término, la casa), es una dimensión informe.
El poeta intenta aprehender formas en la medida que estructura una geometría
artificial en el texto [… lo] que objeta el hecho físico del "vacío".
La irrealidad, en oposición dialéctica con un objeto real (como
casa), nos sitúa en los contornos más rotundos de la destrucción
de las simetrías, por una parte, y de paso, en la propia desconstrucción
de una escritura decididamente claustrofóbica.
Eso
decía en aquel estudio, sobre la obra a la que nos referimos.
Va
la entrevista sin mayores ambages, actualizada con algunos comentarios. Ésta
se refiere concretamente a Adornos en el espacio vacío y, extensivamente,
a las prácticas textuales - discursivas de Gustavo Barrera Calderón.
-
Gustavo, ¿cómo llegas a establecer un sistema poético isotópico
(con ejes como lugar, casa, arte, espacio, forma) y cómo contienes los
procesos que en él se presentan para que no se salgan de control las expansiones
que puedes ejecutar? ¿Cómo llegaste al anclaje de ese sistema poético?
-
Hago una extrapolación del proceso creativo desde la arquitectura hacia
la poesía. Armé un plano de ubicación o un mapa. Estuve enfermo
con una fiebre muy alta. Un día desperté en blanco sin ninguna ansiedad,
sólo en blanco y con la sensación de haber comprendido algo fundamental.
En unos pocos segundos empezó a volver la información sobre quién
era yo, en que momento de mi biografía
me encontraba, dónde estaba, cuál era mi idioma. Podía percibir
cómo llegaba cada información por separado. Cuando todo volvió,
quise saber qué era eso tan importante que había comprendido y no
supe, pero recordé esa misma sensación en mi infancia. Escribí
varios esbozos hasta que acepté que no era posible definir esa sensación.
Sentía que no podía dejar que se fuera y me propuse armar un mapa
que me permitiera llegar a esa conciencia y construí un recorrido. Primero
armé la estructura del recorrido, las habitaciones y pasajes y luego dentro
de esos espacios comencé a habitarlos: aquí debe haber un espejo
y me miro en él, allá una ventana, acá tengo que mirar hacia
atrás, más allá me río de una frase que recordé
al ir de paso. Los muebles eran los símbolos que primero debía definir
y luego instalar en la posición exacta. Ordenaba las partes de una y otra
forma y en este ordenamiento aparecían otros elementos. Sólo faltaba
el final del recorrido. El final que debía dejarme instalado precisamente
en la certeza que quería conservar. En este momento comencé a releer
todo lo que recordaba que podría darme alguna pista. No la encontré
en los textos pero soñé con ella. En el sueño un personaje
jugaba ajedrez a lo Bergman. Mientras jugaba ajedrez descubrió que las
piezas que instalaba en el tablero eran las mismas piezas que componían
su cuerpo y a medida que las instalaba en el tablero se iba desvaneciendo su forma
pero seguía hablando. Otra vez de vuelta al laberinto. La desesperada búsqueda
de sentido siempre finalizada en cul de sac (risas) (llantos). Cuando terminé
ese capítulo descubrí que el proceso entero había terminado,
es el mismo proceso de la arquitectura. Te planteas una pregunta y un contexto,
acomodas una figura en un lugar, la estiras aquí, agregas, quitas, piensas
todo el día en eso, piensas varios días sólo en eso y no
se resuelve. Un día sueñas con la forma y distribución exactas.
Es una parte del cerebro que procesa símbolos y tiene su propio ritmo,
pero sólo trabaja si tú le das trabajo. Es el área donde
se encuentran las certezas. Una certeza racional es incertidumbre pero una certeza
irracional es permanente. Es lo que sucede con las religiones y la filosofía.
Quieren traer certezas del mundo sin palabras al de las palabras en estructuras
de pensamiento lógico y ahí se cae en los más intrincados
laberintos de los cuales difícilmente se sale. El libro está cargado
de alusiones a las trampas de la religión y la filosofía sólo
para recordar las pistas sensatas que terminan siendo las peores.
-
Precisamente me interesa aquello del ordenamiento porque Adornos en el espacio
vacío intenta una poesía total, concéntrica, hermética
como esfera. Utilizas un módulo narrativo híbrido, anómalo.
¿Qué podrías decirme respecto a innovación y tradición
en las formas poéticas de tu trabajo, en especial en el caso de Adornos...?
-
En realidad no me gusta la innovación por la innovación. Yo veo
la poesía como un género artístico que tiene entre muchas
posibilidades la posibilidad de adoptar un formato escrito. Estoy convencido de
que la creación artística está compuesta por diferentes meridianos
y uno de esos meridianos es el que busca la renovación y preservación
del misterio de la existencia que casualmente siempre se relaciona con el área
de la pre-conciencia. Cada meridiano se desarrolla de manera paralela y a través
de los siglos, no obedece a períodos específicos. A veces se destaca
sólo uno de los meridianos y los demás quedan ocultos. Creo que
las formas sólo nacen cuando son necesarias. Sólo inventamos una
palabra cuando se hace necesaria. Las definiciones de género artístico
o estilo no me interesan y las creo contraproducentes: confunden, restringen,
quitan. Decir que un texto trabaja el sinsentido es hablar de algo antojadizo
y negar la posibilidad de otras estructuras de pensamiento. Ahora estoy trabajando
en poemas tridimensionales y situacionales, y por alguna razón siguen siendo
poemas. Hay una confusión cultural que se manifiesta en la valoración
de las formas y contenidos por separado. Qué importan las categorías
y los nombres culturalmente asignados. En otra cultura la poesía no será
un arte, tal vez será parte de la política, la filosofía
o la religión.
Defino arte como la capacidad de traer a presencia
de dar existencia y materializar, descubrir el modo de que ese algo se manifieste
(verdad en forma de pregunta, de observación, de símbolo) poesía
sería la concreción o el proceso de la acción.
-
Te oí acá en Chillán y hablaste sobre Theodor Adorno, que
de hecho nomina a un personaje de tu libro. ¿Cúal es la influencia
de filósofo alemán o qué parte de su teoría influye
en tu poética? ¿Qué otros precursores hay en tus construcciones?
-
Adorno al igual que Heidegger y Gastón Bachelard son nombres recurrentes
en las clases de teoría de la arquitectura junto a Le corbusier y su modulor,
Mies van der Rohe (la primera casa de vidrio en los 50's y el recurrente Less
is more) y Piet Mondrian (cuando habla sobre su arte y dice que lo hace para
mitigar el sentido trágico de la existencia y luego ves la geometría
implacable de sus obras), y el maestro de maestros con curiosas convergencias
vitales con Adorno: Duchamp. Me interesó mucho la biografía de Adorno
y su proceso personal. El
llamado que hacía a desfigurar la realidad para mostrar sus materiales
y evidenciar su trama, y luego deja la filosofía y se dedica a hacer música.
Y puedes ver todo ese recorrido mental en sus escritos, como una huella dibujada
en línea punteada. En sus textos me interesa más lo que no logra
descubrir que lo que descubre. En Adornos sólo utilicé algunas de
sus partes (de Theodor Adorno viviente) para configurar un símbolo. Hay
otros autores, textos, películas, y música que tienen mayor presencia.
No me gusta mucho hablar sobre ellos, se fomenta la recurrencia al esquema influencia
A + influencia B = Adornos en el espacio vacío. Podría decir
que circulan por ahí Lewis Carroll, Camus, Borges, Ionesco, Samuel Beckett,
André Gide, Raymond Carver, Octavio Paz, Buñuel, Raúl Ruiz,
los grabados de Escher y ciertamente Juan Luis Martínez y Thomas Harris.
Leo mucha teoría del arte, (Roland Barthes, Susan Sontag) en especial me
interesa la teoría de las artes visuales, el hecho de llevar lo visual
a las palabras me parece un hecho poético por sí solo.
Hablando
sobre el modernismo, estudié los hoteles cápsulas de Japón
de los 60s y 70s, la noción del nómada urbano, el pasajero en tránsito
perpetuo, los personajes que van de paso, se refugian (desaparecen) salen del
refugio (aparecen) y circulan con un maletín. Recuerdo también a
Jean Genet y su vida en habitaciones de hotel después de su infancia en
hospicios y adolescencia en las cárceles, veo en el recorrido y en el tránsito
una manera extrema de existencia.
- Desde mi perspectiva
hay una evolución asombrosa entre Exquisite y Adornos… ¿Lo
sientes así?
- Entre ambos libros hay una toma de conciencia
y 7 años de distancia en la escritura. Con Exquisite tuve un aprendizaje,
pero estaba movido por la venganza. El proceso era: me tocó estar en este
mundo, bien (mal) voy a construir un espejo que lo refleje tal como es, que todos
escuchen las brutalidades que nos dicen y que tienen tanta resonancia en nuestra
intimidad, quería evidenciarlas en toda su infamia e inventé un
locutor de televisión despiadado, burlesco, racista y banal que sólo
encontraba oposición en la muerte que hacía colapsar su pobre orden
social y simbólico. El libro obedece a ese propósito, a ser un gran
espejazo. Sin embargo se me colaban otras cosas. En ese libro hay muchas apariciones.
El mensajero de las bailarinas, las reducciones, el patético solitario
quejumbroso que come lentejas. No es un libro que tiraría a la basura.
Le debo respeto y me siento responsable por él. Ahora hablo en general,
nunca hay que descalificar el primer libro de un poeta, algunos no resisten las
agresiones despiadadas de sus pares. En este proceso se pueden estar perdiendo
grandes talentos que deciden no seguir.
- Me refiero
a una impronta más simbólica, irreal, en que los órdenes
de la realidad son trastocados. La palabra es trastocada en el nivel de la representación…
-
A veces tengo la necesidad de aclarar que cuando uso una palabra no aludo realmente
a lo que esa palabra significa sino a algo que no sé cómo nombrar
y que está fusionado con otras imágenes, personajes, escenarios,
etc. En un sueño puede estar tu madre y ser a la vez tu tía y una
amiga, y es todas a la vez aunque a veces es más una que la otra pero eso
no parece importar porque corresponden a un mismo símbolo. Formalmente
son símbolos construidos e instalados que podrían ser reemplazados
por piezas gráficas, colores o letras y conforman un patrón o código
(los diaguitas dibujaban en sus vasijas lo que veían en sus estados alterados,
geometrías que adquieren movimiento y que se despliegan en cuatro ejes
de simetría o reflexión especular. En las conversaciones con una
amiga arqueóloga nació la forma o el dibujo de un patrón
en un libro) En la versión impresa hay un estudio que realizamos sobre
ese patrón. Es un dibujo.
- Se establece
una gestalt en ese proceso; por lo que sospecho que existe despersonalización
imbricada con una carga intimista que impone esa polifonía bajtiniana,
esa transcodificación...
- Prefiero el contacto íntimo
en profundidad, la exploración en las profundidades, es por eso que evito
las definiciones sociales y psicológicas que entorpecen mi recorrido y
si aparecen es sólo para evidenciar su carácter de interferencia.
Muchas veces nos encontramos con enfermedades mentales que adoptan una voz y hablan
a través de las personas, también sucede con los escritores. Otras
veces son carencias sociales o afectivas que adoptan una voz y me digo que puede
estar bien, pero debe ser eso y algo más, y en realidad la poesía
pasa a ser ese algo más. Si lo que escribo parece despersonalizado es porque
creo que en las profundidades se borran los adornos (personalidad, psicología,
vida social). Creo que la profundidad no depende de la puerta de entrada sino
más bien de la manera en que desenvuelven los elementos, de la capacidad
de estar atento y de observar, escuchar e interactuar.
Otoño
de 2004
Gustavo
Barrera Calderón (Santiago, 1975).
Licenciado en Arquitectura, poeta y artista visual. Premio Revista de Libros de
El Mercurio 2002, mención poesía. Ha publicado los libros Exquisite
(2001, Santiago de Chile: Ediciones del Temple) y Adornos en el espacio vacío
(2002, Santiago de Chile: El Mercurio-Aguilar).