Bonus Tracks
Por Alberto Fuguet
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 23 de Septiembre de 2007
Hay textos inclasificables, que no son poemas ni cuentos ni páginas de un diario íntimo, que tienen sin embargo la nobleza de los que nunca aspiraron a ser parte de un libro mayor. De ese tipo de trabajos comienza a llenarse mi biblioteca.
De un tiempo a esta parte me he ido topando con libros (tanto nuevos como antiguos) que han sumado espacio en mi biblioteca hasta transformarse no sólo en masa crítica sino en obsesión. Una amiga los define como "textos de escritor" (desde Artículos de incierta necesidad de Donoso a los Carnets de Camus), pero siento que el mote de Bonus Tracks es lo que corresponde, porque casi todos son libros de no-ficción de autores que se han consagrado como escritores de ficción. Estos Bonus Tracks son las sobras, el material de basurero que no se desechó, es aquello que se archivó y se olvidó.
Son textos relegados, perdidos, escondidos, que reaparecen y salvan el día. Te devuelven el ánimo y te dan ganas de seguir leyendo y, algo no menor, de continuar escribiendo.
Aquel material que, años
atrás, quizás sólo les interesaba a licenciados en literatura que estaban haciendo una tesis, ahora me están cautivando, y a los editores, al parecer, también. Cartas, diarios, apuntes, charlas,
artículos y columnas, entradas de blogs (no aún, pero pronto), ensayos hechos y derechos. La tentación es creer que estos textos son compilaciones de
artículos periodísticos. Error. Existen, claro, y algunos de estos libros me gustan, pero es más que eso y, muchas veces, son textos póstumos o sencillamente responden a un cierto grito de libertad, de no querer ahogarse en los tres actos de la ficción pura y dura. Muchas veces son —además— libros sobre el oficio de vivir, pero, sobre todo, de escribir. El último y fascinante libro de Abelardo Castillo se llama, notablemente, Ser escritor y posee esa libertad del autor que tiene claro que no quiere llegar a muchos sino, a lo más, a un grupo lastimado, inseguro y exiguo que se lo devorará.
Dos subgéneros dentro de estos Bonus son "Los libros que he leído durante mi vida" (lean a Vargas Llosa, lean a Saer, lean a Coetzee) y los "Cómo me convertí en escritor" (Hemingway, Welty, Stephen King) con lecciones de vida que nunca están de más. Estos Bonus Tracks tienen la gracia de resumir lo mejor de dos mundos: una prosa y un estilo pulido, ejercitado, entrenado, con la libertad, creativa y estilística, de la no-ficción. Son textos bravos, tensos, livianos, pero no por eso light, que tienen la nobleza y la inconsciencia de los que nunca quisieron ser parte de un libro mayor.
Así me topé, por ejemplo, con Prosas apátridas. Desde hace un tiempo que ando recorriendo el mundo (sin ninguna suerte) tras los diarios de Julio Ramón Ribeyro: La tentación del fracaso, acaso una de las mayores tentaciones posibles. Pero al menos tengo Prosas apátridas, un libro publicado póstumamente a comienzos de este año, unos trece años después de morir. Cito al propio Ribeyro:
"El título de este libro merece una explicación. No se trata, como algunos lo han entendido, de las prosas de un apátrida o de alguien que, sin serlo, se considera como tal. Se trata, en primer término, de textos que no han encontrado sitio en mis libros ya publicados y que erraban entre mis papeles, sin destino ni función precisos. En segundo término, se trata de textos que no se ajustan cabalmente a ningún género, pues no son poemas en prosa, ni páginas de un diario íntimo; ni apuntes destinados a un posterior desarrollo, al menos no los escribí con esa intención. Es por ambos motivos que los considero apátridas, pues carecen de un territorio literario propio".
Revisando mi biblioteca capto que muchos de mis libros favoritos son, en rigor, Bonus Tracks: desde El derrumbe de Scott Fitzgerald, a No Heroics,
Please de Carver. Tal como se titula la nueva publicación de Truman Capote, el leer cartas de escritores (algo que terminó con los e-mails) puede ser un placer fugaz. Ahí tenemos las cartas de Octavio Paz, de Naipaul, del propio Kafka a su padre. Manuel Puig murió muy joven, pero los dos recientes volúmenes de sus cartas (Querida familia) sólo pueden ser entendidos como la más extendida de sus novelas. Una novela tan, tan Puig que a veces casi parece una parodia.
Prefiero y digiero mejor los ensayos de Kundera que sus novelas. Esto me ha pasado con muchos escritores jóvenes norteamericanos: no he podido leer su inflada (meta) ficción y me he quedado con gusto a poco con ciertas rarezas o pequeñeces de Rick Moody, David Foster Wallace, Jonathan Lethem y Jonathan Franzen (Cómo estar solo perfectamente podría ser leído como un notable libro de cuentos). ¿Cómo se clasifica esa elegía llamada Mi madre: in memoriam, de Richard Ford?
Donde realmente el término Bonus Track se aplica es en un libro como Borges, de Bioy Casares. No sólo queda claro que tenía muchas páginas guardadas sino que este explosivo, maldadoso e interminable libro sobre una amistad literaria corre el riesgo de transformarse en uno de los textos más importantes de Bioy. Tal como le sucedió a Cheever con sus Diarios.
A veces aquello que te sobró, que no quisiste publicar, que se te fue, es aquello por lo cual te van a recordar.