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UN NUEVO LIBRO DE ASTRID FUGELLIE

por Oscar Barrientos


La labor literaria de Astrid Fugellie lleva largos años y da cuenta de la madurez de su proyecto. Podríamos afirmar, sin reparos, que es la voz poética femenina más consolidada en la poesía magallánica.

La aparición de su último libro La generación de las palomas en Editorial La Trastienda resulta un precioso obsequio en manos de un lector atento. Poemas que en su generalidad anuncian el poder redentor de la palabra poética, pero también la necesidad de registrar una historia de dolor.

Historia personal que se trasunta en el sufrimiento colectivo. Dicho de otra manera, el sujeto poético se proyecta en la descomposición del cuerpo social bajo el lastre dictatorial y luego en la instauración de una democracia incompleta, todavía con enclaves totalitarios.

Por ello, Astrid ha elegido un título tan elocuente. Aquí lo generacional está tratado con una serena intensidad, ya que los poemas hablan del desmoronamiento de las utopías sociales y el advenimiento de una falsa felicidad colectiva. Como bien señala Raúl Zurita en el prólogo "toda vida privada siempre es colectiva".

Así por ejemplo, en la "Cueca los sistemas" la poesía enjuicia paródicamente (quizás desnuda) a la gran estafa del globalismo y su falsa promesa del paraíso en la tierra: "de tanto abismo sí/ quién lo diría/ si es la sorda maldita/ del globalismo".

Pero también La Generación de la Palomas es un libro atávico, teñido por el aire señorial de la nostalgia. En algunos de sus versos se asoma la antigua ciudad de Punta Arenas y esa sensación de haber vivido una edad tan pretérita como irrecuperable. El estrecho de Magallanes, los viejos edificios y también las alegorías que construye el paseante.

Un poema como "Juan y la ciudad" resulta una evocación de alto vuelo poético, ya que rememora al primer amor con el halo melancólico de una instantánea que duerme en el álbum de fotografías. "Nunca me fui de esa ciudad encogida de hombros. Siempre estoy atada a sus amaneceres y atardeceres lúdicos. Sus noches y madrugadas tienen el rojo envejecido de la foto en sepia, la que guardó mi abuela irlandesa para no olvidarse de Dublín"

Y también en este libro concurren a la cita los poetas: Jorge Teillier y su retorno al origen; Lihn y su profunda desconfianza en el lenguaje; Nicanor Parra y su permanente ironía; Cesar Vallejo y su pena latinoamericana; Octavio Paz y su lirismo casi demoledor. Todas características que Astrid Fugellie transfigura con talento notable.

Un poema como "Las brujas del Apocalipsis" me parece un texto de estatura mayor. En él, las generaciones de mujeres -paridas muertas- conllevan el signo de la derrota y el desarraigo existencial, las culpas que duermen en lo profundo de un armario y que luego no faltarán a la cita: "De tal suerte aconteció, porque cuando nació mi bisabuela muerta guardó en su armario estilo rococó, una mariposa nocturna dentro de una caja redonda y amarilla parecida a la luna. Se dijo que la mariposa era un dios hecho polvo"

Creo que con este libro, Astrid Fugellie demuestra dos asertos. Por un lado, consolida la ya innegable calidad de su poesía. En el otro rostro de este libro anuncia nuevos lenguajes. Seguramente tendremos noticias en el futuro de libros tan felices como éste.

 

 

"LA GENERACIÓN DE LAS PALOMAS" DE ASTRID FUGELLIE:
POEMAS PARA OIR EL CANTO Y VER LA MUERTE


Por Christian Formoso


Valiéndome de los versos "Oye el canto y ve la muerte de los años" voy a entrar en una breve y primera lectura de este poemario. Tendríamos que comenzar diciendo que "La generación de las palomas" es ante todo un libro testimonial. Octavio paz señalaba que toda obra era histórica en su sentido último y esta obra testimonial lo es. Casos de libros testimoniales paradigmáticos hay muchos en la poesía chilena más reciente. El de Aristóteles España, es fundamental y fundacional en nuestro Magallanes poético. Si comparamos ese texto, "Dawson", con "La generación de las palomas", ambos testimoniales, podríamos marcar una primera diferencia fundamental en su relación con el género mismo del testimonio, y que estaría marcada por la presencia, en el caso de "La generación de las palomas", de una construcción, un tejido, un gran relato colectivo. El poema de España, articulado sobre un telón colectivo, es la voz nítida de un sujeto. Este gran poema que es "La generación de las palomas", se articula sobre 16 testimonios que son relatos de las muchas y fragmentadas voces de esa generación. Sabiendo entonces que la voz asumida en este libro es una voz colectiva, podemos entonces preguntarnos qué y cuál es esta generación de palomas. El qué lo hayamos ya en los primeros testimonios. La generación de las palomas es una generación arrojada, escupida, vapuleada y despreciada, cuya infancia no está en un pasado intemporal, en un tiempo mítico, sino que lleva la delantera, escapando. Cito: la infancia, un duende cogiendo la delantera. Los más queridos elementos de esa infancia, como la casa paterna, la abuela, la ciudad natal, y el hecho el nacer envejecidos tienen un doble reverso, y parecen proyectarse desde un pasado inalcanzable a un futuro que también lo es. Recordemos que Huidobro ya hablaba de Chile, en 1921, como un país que sufría los estragos de una vejez de 200 años sin haber pasado por la infancia. Presagios, como los malos presagios que se abren en el tercer testimonio del libro y que oscurecen los lugares santiguados por esa añoranza. Bruscamente la casa se hace sótano. Qué es eso sino una imagen real de país asumido, la voz colectiva como decíamos, el patrimonio personal, familiar, la casa, transformada en el territorio entero de la nación. Los rincones se desvanecen, las ventanas, puertas, las fisuras de luz se cierran. Se constata y señala entonces el poema, la muerte del origen. Y la muerte jamás muere, advierte. La muerte que en un sentido concreto significó ese golpe de estado de 1973, pero que no calla ahí, que deviene luego en una seudo-democracia, en un sistema político económico avasallador, la entre comillas amable continuación de ese autoritarismo implacable, y también otro nombre para la muerte El único triunfo posible se anticipa al comienzo del libro con una imagen terrible: la sonrisa de un cadáver en su ataúd: ese es el triunfo posible. Pero decíamos que ese sótano oscuro es Chile. Y ese Chile una vez cerrado a la luz, es el lugar de la tortura. Los arrimados al cielo acometen la idea de encarar la oscuridad, rememorando la figura del primer espasmo de amor, la primera ciudad conocida, la necesidad de recobrar el ejemplo de honrar la vida por sobre la oscuridad, dado por un loco que nunca despreció nacimientos ni entierros.

Entonces las imágenes de Chile se distorsionan: monos y enanos corriendo hacia el nuevo invento, la moneda de cambio, el vacío disfrazado de felicidad, el pozo negro que tiene sus ojos pegados a la muerte de los grupos. Es la globalización en cualquier parte del mundo, dialoga Astrid con el poema la misión de un hombre. La democracia es un sistema autorregulante, dice, que se ausenta en defensa propia. Cito para abrir un nuevo punto importante: Hay más verdad en la mentira, dime tu mentira: son los ojos derrotados por el sueño imposible de las palabras. Y aquí hay una nueva escisión, un quiebre en el texto. Es la constatación del fracaso: la necesidad de persistir y al mismo tiempo la inutilidad del intento. Viejas instancias de abrigo abren nuevas cuestionamientos. La vela de la misa arroja oscuridad, por qué no una iglesia, pregunta Astrid, para que las prostitutas recen por sus muertos y sus sueños?. Otra de las imágenes tremendas del libro: reconocerse en una sombra, como un cuerpo seguido de ataúdes.

El poema-diálogo entre Matilde y Rigoberto, dos amantes que buscan un futuro mejor, es absolutamente decidor: Vamos al sur, Matilde, la capital es demasiado triste. El sur también es triste, pero existen sueños. Habitemos los sueños, Rigoberto. Es ese el epitafio de los sufrientes, marcado en un país marcado por la sombra del cadáver de Dios. Pero ante esa visión, la imagen del despeñadero es asumida en el poema como un riesgo que se sirve de sí mismo para librarse de sí. La farsa del circo que a Parra y a todos hace reír y llorar nos pone en el lugar del muerto que ríe en su ataúd.

En el diálogo con poetas: el reverso del poema de Lihn porque estoy viva porque mi esqueleto no se libra del asombro, la retórica, las formas del romance, son abordadas con madurez, oficio, y talento; por sí solas bastarían para extendernos por mucho más. Sin embargo, la síntesis que reclama y otorga este gran poema se condensa en la convicción de saber que la muerte está en el parto, en la imagen trágica de una madre -un país- que ve sus muertos llenándose de vida.
Cuento corto dice la autora: el milagro radica en contarlo todo. Las posibilidades que abren el episodio final, la posibilidad de reír de esta farsa, de hablar del silencio en medio de tanto ruido, plantean lo que toda gran poesía: el resabio final es siempre una pregunta. Las posibilidades mencionadas anticipan la pregunta final del libro: dime paloma, quién te hirió? El milagro radica en contarlo todo. Celebremos el milagro de estas palomas.

 

 

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Un nuevo libro de Astrid Fugellie.
Por Oscar Barrientos.
"La generación de las palomas" de Astrid Fugellie: Poemas para oír el canto y ver la muerte.
Por Christian Formoso.