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Pájaros de acero: Peter Tormen, el ciclista de la dictadura

Por Andrea Jeftanovic

 


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BUM, BUM, BUM, igual que en las películas.
..... Pájaros de acero lanzando su carga de pólvora sobre el barrio.
..... Chile kaput.
..... Esta es mi primera imagen mental: aviones sobrevolando el barrio y mis padres con sus brazos flectados sobre la cabeza. Tengo casi tres años, ellos no han ido a trabajar y se ven inquietos; temprano en la mañana irrumpen estridentes sonidos aéreos. No vivo cerca de La Moneda, vivo a unas cuadras de Tomás Moro, donde queda la casa de Salvador Allende. En el cielo hay cinco siluetas grises de aviones y un helicóptero que se proyectan como una bandada de pájaros. Mis padres están desconcertados, lo sé porque tienen los ojos muy abiertos. Intuyo, por la automática reacción corporal, que conocen ese gesto de resguardarse de lo inefable. No comprendo el peso de los acontecimientos, pero sí percibo la urgencia en las salidas intempestivas, las llamadas telefónicas con voz cortante. El primer recuerdo es una forma de asirse al mundo. Mi padre dice que el suyo es un campo de maíz sin recoger, mientras sonaban las sirenas. Mi madre nombra un camino silueteado por líneas de ciruelas podridas que mira desde la ventana del auto en reversa.
Bum bum bum.

La bandada de aviones pájaros exhibe su fuselaje negro y plumas perfiladas con ribetes metálicos. Un ave con plumas manchadas de petróleo. Me siento en una lección de ornitología, observar y contar los pájaros uno a uno, una parvada encadenada por hilos de fierro que emprende y no emprende el vuelo. El zumbido de los aviones de guerra, el rotor de las aspas de los helicópteros, los vuelos casi a ras de tierra, los cascotes, el manto de polvo, las chispas de fuego y el campo de astillas. El silbido del rocket en su trayectoria diagonal desde el cielo hacia la casa Tomás Moro.
..... Fiiiiuuuu, crash, crash.
Leyendo prensa y testimonios sobre este recuerdo sé que el primer bombardeo fue a la casa de Tomás Moro, que desde 1971 servía como residencia de los presidentes de Chile. A las diez de la mañana comenzaron a caer los explosivos y a sobrevolar los helicópteros. El primer rocket cayó por error en el colegio de las monjas inglesas en la calle Santa Magdalena Sofía; abatió una sala y explotaron los ventanales. El segundo se despeñó detrás del patio, y el tercero pegó en la muralla de afuera y ahí saltaron con la onda expansiva unos compañeros. Gente del Grupo de Amigos Personales (gap), el servicio de seguridad de Allende, logró darle a un helicóptero que fue a estrellarse al hospital de la Fuerza Aérea.
..... Tomás Moro 200, ¿la otra cara de la moneda?
..... Las voces se mezclan en relación a ese día.
..... “En Tomás Moro nos defendimos, en La Moneda lucharon.”
..... “Nosotros salimos de la casa presidencial disparando ráfagas y no vimos a ningún milico, aun cuando sabíamos que estaban ahí, tenían el mismo miedo que nosotros.”
..... “En medio de la balacera un auto raudo llevaba a Hortensia Bussi, la esposa de Allende, a quién sabe dónde. A las tres de la tarde ya había toque de queda.”
..... Ring, ring, “dígale a Salvador que se cuide”.
..... “En la casa había unos trescientos fusiles que no se habían distribuido porque Allende no quiso; en quince minutos les enseñamos a utilizar las armas, y se parapetaron.”

*

Conservo una foto. Estoy con mi padre, él con sus lentes de carey negro, parecidos a los de Allende y quizás a los de todos los hombres de esa época, yo visto una overol de mezclilla. Mi padre está sentado sobre un borde de piedras de laja, yo estoy de pie sobre la orilla y nos sobrevuela una escultura que es una bandada de pájaros de acero, cincelada con cierta fuerza visionaria en 1964 por el artista Sergio Castillo. La escultura está dispuesta en la plaza de Tomás Moro (que en realidad se llama plaza Martin Luther King), en la esquina de la avenida Apoquindo. Cuento los pájaros, uno, dos, tres, cuatro, cinco, siete, once, trece, quince... Si los intento contar solo me aproximo a un número tentativo, son más de treinta y están encadenados unos a otros, están levantando el vuelo en forma de parvada. Si fijo la orientación podríamos decir que se dirigen al suroriente. Creo que fuimos hasta allí para espiar si era verdad que estaban saqueando la casa de Allende. Cuando llegamos, el portón de madera estaba abierto de par en par. Fisgoneamos por el vidrio biselado del dormitorio que daba al jardín, una mata de hortensias, el ojo de agua. Las personas salían con “souvenirs de guerra”, entre ellos, una medalla de oro del Premio Lenin de la Paz, muebles, numerosas obras de arte. Preguntaban en voz alta: “¿Dónde estarán los Picasso, los Matta, los Miró, los Siqueiros, los Guayasamín, los Portocarrero, los Balmes?”

*

La bandada de pájaros de fierro se irá reiterando cada vez que visite la casa de mis abuelos. Antes de entrar a su departamento era necesario cruzar el hall del edificio donde había una escultura muy similar a la de la plaza de Tomás Moro. Las mismas aves de acero como hilos expulsando fuerza hacia el cielo. Después sabré que Sergio Castillo es un vecino y que ha cedido la obra a la comunidad. Su escultura utilizaba placas y piezas de metal en una composición de equilibrios geométricos que unió con soldaduras en un taller de bicicletas. Toco el timbre y nos abre Olguita, que aprovecha para sacar al pasillo las cajas de plátano del Ecuador. Escucho el rumor del cartón contra las baldosas mientras merodeo por el ala torneada de los pájaros negros que me abren el paso hasta este departamento en el centro de la ciudad.

No tengo la impresión de que seamos una familia unida, pero celebramos algunas fiestas y somos muchos. Tantos que no alcanzan las sillas y me toca un piso de cocina en la “mesa del pellejo”. Desde esa esquina tengo el primer plano de los flequillos de mis cuatro primas, las cabezas calvas de mis tíos, los cabellos escarmenados de las mujeres mayores. En la casa de mis abuelos hablan de Allende con irritación.
..... “La inflación galopante.”
..... “Me expropiaron la fábrica.”
..... “La presión de los sindicatos.”
..... “Hacemos fila para todo, casi no tenemos comida en la despensa.”
Olguita, irrumpía en el comedor con la bandeja musitando para sus adentros “viejos momios”. Lo repetía en la cocina cuando la ayudaba a ordenar los platos y su labio temblaba con improperios. En la mesa lanzaban un “¿Les cuento el último chiste de la Junta?”
..... “En una de aquellas innumerables giras, la Junta estaba viajando en un helicóptero sobre una población. César Mendoza, Mendocita, dijo: ‘Voy a hacer feliz a un chileno, y procede a dejar caer por la ventana un billete de mil’. Ante lo cual, Fernando Matthei dijo: ‘Voy a hacer feliz a dos chilenos, para no hacer menos’, y dejó caer dos billetes de mil pesos. Nuestro inigualable José Toribio Merino respondió: ‘Yo voy a hacer feliz a tres chilenos’, y bota tres billetes de mil. Nuestro Capitán General no tuvo otra opción que decir: ‘Como soy vuestro jefe, voy a hacer feliz a cinco chilenos’, y lanzó por la ventanilla un billete de cinco mil. Ante tamaño espectáculo, el piloto del helicóptero se dio vuelta, y dijo: ‘¿Por qué no hace felices a todos los chilenos y se tiran todos ustedes por la ventana?’
..... Un helicóptero es un pájaro negro emitiendo zumbidos en el paisaje.

*

Después de la imagen de los aviones tengo retazos de ese tiempo sin jardín infantil: las salidas y entradas de mis primas mayores en busca de víveres, el rostro preocupado de mi abuelo hundido en el sofá, mi abuela cocinando sin pausa y guardando comida en el refrigerador. En las noches todos reunidos en el sofá del salón sintonizábamos la radio con perillas hasta tomar la onda del dial que se distorsiona por el vuelo rasante de los helicópteros, y de pronto Escucha Chile, el programa emitido desde la Unión Soviética, se hacía espacio en la sala. ¿Cuántos pájaros emprenden el vuelo a Moscú? Un examen de observación, de plumas, buches, ojos alineados. A continuación debería recordar algo que no registro: mis padres viajan a Estados Unidos por dos meses y medio buscando una forma de emigrar. Me quedo con mis abuelos. Ningún intento prospera y regresan al país. Mi madre me ha relatado esos cuarenta días y cuarenta noches a modo de maldición bíblica. Imagino o sueño, ya no sé, con mis padres como dos aves serpenteando el cielo.
..... No es amargura, es decepción.

En la noche, en la pantalla de televisión, una voz grave descontinuaba el dibujo animado del Correcaminos: “A continuación las transmisiones serán interrumpidas para dar paso a cadena nacional.” Música marcial, redoble de tambores, fundido en blanco y negro. Pinochet anunciando: “Señores, estamos en guerra.” La voz demasiado nasal, de un padre mayor y gagá, siempre enojado. Repetía, “señores, estamos en guerra”, mientras temblaba su cara mofletuda. Recuerdo el silencio del mayor al menor de la mesa, todos atemorizados hundiendo el tenedor en el primer vegetal del plato.
..... “Señores, estamos en guerra.”

*

Cuarenta y un días antes.
El presidente Allende en pijama, vistiéndose de pantalones de pana gris, chaqueta de tweed ceñida de cuatro botones, haciendo rugir el motor del Fiat 125 en dirección a La Moneda. Allende de patillas jaspeadas, atildada elegancia, bigote blanco. La mirada decidida detrás de unos gruesos cristales. “Salvador, Salvador, de esta no te salvas”, dicen que mascullaban los vecinos que vieron a la comitiva bajar rauda por avenida Apoquindo, y luego, por Kennedy.
..... Allende no se rinde.
..... Allende sentado en el sofá de terciopelo rojo con su fusil ak 47 para el espasmo vertical.
..... Los ocupantes de Tomás Moro escaparon ilesos. ¿Será verdad?
..... Veo y no veo esa bandada de pájaros, de alas aguzadas, de contornos plumíferos, fugándose a las cuatro y media de la tarde.


*

Cinco años más tarde.
El portón ya no está abierto de par en par sino clausurado. Las varillas de madera rígidas, la chapa negra de fierro rígida, los números en bronce, el dos y ambos ceros. La conductora del bus escolar, Yolanda, sintonizaba Cooperativa informa, el noticiero matinal que nos iba despertando a los estudiantes amodorrados, el relato de las protestas, los tiroteos en las poblaciones, los atentados a las torres eléctricas. La historias contadas “a medias” en casa se comprendían mejor con el relato de la radio: los allanamientos en las poblaciones, la desaparición y muerte de Rodrigo Anfruns, encontrado en un sitio eriazo, el caso de los profesores degollados dejados a la orilla de un camino en Quilicura, los jóvenes Rodrigo Rojas y Carmen Quintana quemados cerca del Teatro Municipal. La angustia aumentaba mientras nos abríamos camino por Tomás Moro hasta cruzar con la calle Príncipe de Gales, doblar a la izquierda y subir dos cuadras con la cordillera de fondo. De vez en cuando, en alguna esquina, un soldado con una metralleta cruzada en el pecho, de piernas abiertas, mentón ancho, labios apretados.
..... “Señores, estamos en guerra.”

En el colegio entonábamos todos los lunes el himno “God save the queen” en el acto cívico, mientras se izaba la bandera de Inglaterra al lado de la chilena. La bandera con la cruz roja y azulina de San Jorge subía al lado de la de franjas azul y roja y estrella. Ninguno de nosotros tenía una gota de sangre anglosajona ni vínculo con el país inglés, pero asistíamos a un “colegio británico”. Británico en la corbata azul y amarillo ocre que anudábamos todas las mañanas sobre la impecable camisa blanca. La consigna del colegio era que el inglés “nos abriría las puertas”, mensaje especialmente seductor para familias “clasemedieras” que aspiraban a un futuro más seguro para sus hijos. Y mejores serían las puertas entre más británico fuese el acento, por eso pasábamos horas y horas vocalizando, colour en vez de color, theatre en vez de theater, center of the city en vez de downtown.

“Apagón, apagón. ¿Tenemos velas?”
Hacer las tareas a la luz de la vela imaginando los disparos a lo lejos, pum, pum, pum.
..... Yolanda siempre conducía el último tramo del viaje por la avenida Tomás Moro, y bajaba la velocidad en el número 200 con un silencio solemne. El escudo nacional de la entrada fue cubierto con sucesivas capas de óleo, una por año, pintada por los mayordomos de las señoras de los generales de la fuerza armada, un muro de colores sucios. Yo forzaba la mirada y contabilizaba uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, diez, catorce pájaros, mientras atrás quedaba la bandada que creaba tensiones espaciales entre la plaza y la esquina. Entonces la secuencia: la bandada de pájaros a punto de emprender vuelo, la visión del portón clausurado y luego de Tomás Moro, un poco de la avenida Simón Bolívar para dar con la avenida Príncipe de Gales, donde bajábamos uno a uno hasta la sala de clases. En la mía, había veintiséis pupitres alineados en tres filas.
..... Llegaba al colegio con la bandada de aves revoloteando en mis pensamientos. Allí había una consigna implícita: “la política no tiene nada que ver con la educación” o “acá se viene a estudiar no a politiquear”. Siguiendo las estadísticas nacionales, “éramos mitad y mitad”. Es decir, una mitad de las familias a favor del régimen, la otra mitad en contra. Una mitad cantaba la estrofa “Valientes soldados”, la otra callaba y miraba al piso de maicillo. Entre esas voces, sin saberlo, estaba la del hijo del médico torturador en el campo de concentración de Tejas Verdes, cerca de San Antonio. Un apellido italiano que comenzaba con Or, como si anunciara el horror con una falta de ortografía. Un apoderado que vi en un par de ocasiones en el portón de la entrada. Recuerdo que tenía gestos rápidos y distantes, era calvo, de baja estatura y regordete. Tenía un detalle curioso, usaba el delantal blanco con botines.
Una tarde de 1991 leí en el diario La Segunda los nombres de los médicos acusados en el Informe Rettig de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. El apellido Or... figuraba entre los nombres más mencionados en Tejas Verdes. Casi todos los sobrevivientes coincidían en su descripción: bajo, calvo y con aspecto de boxeador. Un médico que no se preocupaba en ocultarse, muchos testigos los vieron con el delantal blanco cuando se corrió la capucha.
La escritura siempre tiene algo de “funa”;[1] tacha y subraya. La memoria fija umbrales en la historia. En 1991 tuve que rebobinar la cinta escolar, hacer play-stop-rewind y reconfigurar el umbral que me permitía visitar mis memorias escolares. ¿Cómo no nos dimos cuenta que había un torturador entre los padres? Intenté deslizar la pregunta en alguna reunión de exalumnos, recibí silencio, unas miradas evasivas de hurón. La mirada de humo del miedo y la complicidad pasiva. Un puñado de niños obedientes daba la espalda a la historia y entonaban un himno que nos les pertenecía mirando izar la bandera de otro país.

God save the Queen.
O Lord, our God, arise,
Scatter her enemies,
And make them fall.

“Or” no era un funcionario medio, era el médico jefe encargado de diseñar los métodos de tortura en Tejas Verdes. El profesional que se dedicaba con esmero a seguir las sesiones de flagelos calculando el equilibrio entre el dolor y la muerte, dosificando los golpes de electricidad, reanimando a los heridos para lesionarlos de nuevo. “Hasta 1991 él solo era mencionado públicamente como ‘el médico’ de Tejas Verdes. Ese año, mientras ocupaba el cargo de director subrogante del Hospital Militar, la ex prisionera política Mariela Bacciarini lo denunció”. Terminé de leer la nota titulada “El doctor de la muerte” y recordé a ese compañero del curso paralelo, de estatura baja, de tez color oliva, nariz que parecía golpeada por un boxeador, labios delineados, cabello frondoso y moreno.
..... En más de una ocasión me he preguntado si uno debe cargar con la culpa de los padres, con sus creencias, con sus actos. O al revés, si ser hijo de alguien ejemplar lo hace a uno una persona ejemplar. Un dilema de las generaciones; cómo en el primer caso se intenta corregir la historia; en el segundo, generalmente se arruina, o nunca se está a la altura.

*

Todos los 11 de septiembre la calle del barrio se dividía en dos: los que protestaban en la fecha y los que guardaban un silencio solemne o temeroso. Los niños andábamos en bicicleta y husmeábamos a la vecina Marcia, la única mujer adulta sin hijos, que ponía el último discurso de Allende al límite del volumen. No decía Salvador o Allende, sino “Chicho”. Se escuchaban las palabras acaloradas que se repetían por el altoparlante hasta las cuatro de la tarde como en una función rotativa. De mayor a menor permanecíamos montados sobre las bicicletas: los Mizarelli sobre su media pista Caloi, los Elfenbein sobre sus bicicletas de paseo con sillín de cuero, los Rojas sobre dos bicicletas de paseo de ruedas gigantes, yo sobre una Oxford ocre con volante de platillo volador. Quedábamos embobados con esa voz enérgica, las promesas de un mundo mejor. Allende veía a los niños y jóvenes con ternura: “Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha.” Pinochet solo miraba a los jóvenes con sospecha y violencia: “la inmolación de los 77 héroes juveniles de La Concepción”. Allende hablaba con frases bien redactadas, con estilo, con épica. Pinochet redactaba comunicados, banda 1, banda 2. Cuando el discurso terminaba y Marcia y su marido quitaban los parlantes del jardín íbamos a mirar la cortina cerrada del taller de bicicletas de Peter Tormen. Peter siempre abría de sol a sol, allí arreglábamos frenos rotos, rayos cortados, cadenas desengrasadas, ruedas salidas de su eje tras un golpe en la vereda, una bocina que ya no sonaba, la cámara pinchada. Peter nos ofrecía sus dedos diligentes, casi nunca nos cobraba por su trabajo.
..... Mientras inflaba los neumáticos de las bicicletas nosotros deslizábamos tímidamente unas preguntas: “¿Peter, tú estuviste preso...? ¿Dónde está tu...? ¿Es verdad que tu hermano estaba metido en un tremendo fo...?”

Peter es delgado, de piernas fibrosas, los nudillos de las manos inflamados. Se mueve con cierta electricidad por el local ubicado sobre avenida Las Condes. En uno de los muros del taller está la foto de su éxito en la Vuelta Chile, en 1987, con la gorra de la cerveza Cristal, camiseta de Pilsener, el robusto brazo izquierdo en alto y sostenido por su entrenador, la sonrisa entreabierta, la vista baja, el halo de la fatiga física.

La Vuelta Chile era una de las competencias ciclísticas de mayor prestigio. Su primera versión fue en 1976 y constaba en doce etapas desde Puerto Montt hasta Santiago. En un inicio la ganaron deportistas colombianos que recibieron el apodo de “escarabajos”. Por eso la expectación periodística en el parque O’Higgins era grande y tvn, el canal nacional, que transmitía la competencia, se acercó a entrevistarlo al momento de la consagración. “¿A quién le dedica el triunfo?”, inquirió el periodista. “A mi hermano detenido-desaparecido”, respondió Peter, antes que la emisora cortara la transmisión.
..... Después de la visita al taller, retomábamos la calle con llantas infladas y pensamientos confusos, en una silenciosa admiración por su entereza. Los rayos de una bicicleta giraban y giraban al punto de crear un torbellino metálico.


*

El año 1982 nos resistimos a cantar “God save the Queen” cuando Inglaterra entró en guerra con Argentina por las islas Malvinas. ¿Malvinas o Falklands? ¿Quién se creía esa señora de corona al enviar ejércitos a atacar a jóvenes argentinos? ¿Qué God iba a salvar a nuestros vecinos? Rezábamos el padre nuestro en inglés todas las mañanas.

Our Father,
who art in Heaven,
hallowed by Thy name,
Thy kingdom come,
Thy will be done
on earth as it is in Heaven.

“Señores, estamos en guerra.”

Cuarenta años después
Regresaba a casa bajando de la micro en la plaza Martin Luther King con el pasto cubierto por la fina escarcha vespertina. Me detuve en los pájaros de metal volando al cielo de Castillo. El soporte de la pieza pintada una y otra vez, de textura rugosa, un rojo colonial sucio. La casa del presidente o de los presidentes convertida en un asilo de ancianos. A los pies del portón, que siempre miré de reojo, encontré un letrero gubernamental que dice: “Hogar de larga estadía para adultos mayores. Nuestra Señora de los Ángeles”. Número de resolución 290. El 9 de mayo de 1975, Augusto Pinochet entregó en forma gratuita el uso de esta casa a Conaprán, mediante el decreto Nº 165.”
..... “Vengo a la casa de Allende.”
..... “No, de Allende no, nunca fue de Allende.”
..... “Casa de los Presidentes, así con mayúsculas.”
..... “¿Por la razón o la fuerza?”
Examino lo que queda del escudo nacional, creado por la escultora María Martner, que cubría la pared del frontis de 3 x 5 metros. Mis dedos siguen adivinando los puntos de lo que fue el huemul esculpido en ágatas y el cóndor de jaspe y cuarzo. El escudo combinaba piedras de lapislázuli con un fondo de cuarzo incrustado uno a uno en el muro exterior.
El segundo anuncio: “Horario de visitas. Lunes a domingo 10:00 a 18:00 horas.”
..... “Déjeme entrar, una mirada rápida a esta casa que siempre he querido conocer.”
El guardia de pelo engominado, panza prominente, suéter en v azul marino, accede en silencio. Ahora, pasa de vigilante cascarrabias a ser un guía amable.
..... “La idea es que conozca el hall central, pase por el que era el escritorio y el dormitorio de Salvador Allende.”
..... “¿Dónde dormía la Tencha? ¿Dormían en camas separadas o juntas?”
..... “Todo el primer piso era ocupado por él.”
..... Ningún vestigio de ceniza, de comida, ningún colchón en el cuarto.
..... “Mire esas grietas en la fachada, acá había dos boquetes, ¿los distingue?, son los rastros del bombardeo. Las ventanas quedaron con hollín en los marcos, y los cristales son distintos a las vidrieras hexagonales del original”.
..... “Este hogar está lleno de viejas subversivas, con sueños de igualdad, que hablan de sus juventudes hippies. Mire, ella es la más enferma, camine como camine, todo en ella tiembla, vibra, reclama. Se balancean el vestido, los senos, el cabello.”
..... Dicen que el cuerpo de Allende tenía la barbilla ennegrecida, uno de los ojos desviados y parte del bigote volado. Se podía ver la chaqueta de tweed, el suéter, los zapatos y los calcetines. Unos restos de vidrio en el pecho. ¿Dónde habrán quedado sus lentes?
..... “Más que una casa es una quinta con árboles frutales, una piscina olímpica, un quincho. Los pájaros nos cantan desde las ramas, un zorzal se posa en el tronco y aletea sus plumas tornasoles.”
..... La curvatura de su abdomen se mueve con su respiración estirando el suéter en v azul marino con pelusas y sigue el relato.
..... “Esta piscina siempre estaba con agua, Allende braceaba veinticinco vueltas a lo largo, tenía espaldas de nadador.”
..... Estoy a punto de cruzar el portón, pero de adentro hacia fuera, bajando la cabeza porque el bombardeo, las mosquitas, las aves de acá y allá.
..... “Solo nos visitan las aves migratorias y una que otra ave de rapiña que revolotea los 11 de septiembre.”
..... No es amargura, es decepción.
..... Un avión es un pájaro que regresa, que tiene un vuelo corto.

Quince años después
Las palabras comienzan a perder nexos, por ejemplo, cuando digo noche quiero decir noche pero en otros sentidos que ignoro. Un pájaro pequeño se desorienta, y se desorienta más todavía. Los aviones se acercan como un enjambre de moscas pero estoy de pie frente al taller de bicicletas de Peter para inflar las llantas y para escucharlo.
..... “Una bicicleta es como un esqueleto sobre el que accionas la fuerza de tus piernas. Cuando gané la Vuelta Chile estaba usando la bicicleta que había sido de Sergio.”
..... “Yo me convertí en un emblema de los derechos humanos, no es cierto que yo pedaleara pensando en Sergio, pero cuando tuve unos minutos frente a la televisión dije lo que dije: ‘Este premio es en honor a mi hermano detenido-desaparecido.’ La pantalla se fue a negro. Luego los auspiciadores me quitaron el apoyo, me quedé solo.”
..... “Sergio Daniel Tormen Méndez, soltero, campeón nacional de ciclismo, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (mir), fue detenido el 20 de julio de 1974. A los veinticinco años era bicampeón nacional en cincuenta kilómetros y persecución. Ganó el circuito Rengo y el Jaime Eyzaguirre, fue segundo en la ascensión a Farellones de 1971, tercero en la doble Rapel”.

Plan de entrenamiento:
..... Domingo 23 de diciembre de 1973, 140 km (entrenamiento controlado).
..... Ida por el túnel y regreso por cuesta Chacabuco.
..... Partida desde la bomba Copec, Panamericana Norte, a las 7 a.m.

“Ese sábado acompañé a Sergio al taller de mi papá. Él iba a ver su bicicleta porque al otro día debía competir tras varios meses de inactividad. Ese día comenzó todo.”
..... Fue cerca de las 13:30 en San Dionisio 2554, San Miguel. Tres agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) subieron a Sergio Tormen y a su hermano menor, Peter, a una camioneta Chevrolet de color amarillo, les vendaron los ojos y los llevaron a Londres 38. Uno de los aprehensores fue identificado como el agente Osvaldo Romo Mena. Dicen que habían secuestrado desde el mismo lugar al líder del MIR y ciclista Luis Guajardo, un par de horas antes.
..... “En el ciclismo el trabajo en equipo es muy importante, todo se inicia con ‘el pelotón’, esa figura que forma un nudo de ciclistas compuesta por un enjambre de fierros y piernas, de pedales y guantes, que avanza siseando sobre el pavimento. Esa figura que establece una dinámica entre ‘gregarios’, los corredores más lentos que trabajan en beneficio del líder, y el corredor con mayor capacidad de hacer un sprint para cruzar la meta. El pelotón puede ‘cerrar’ y fastidiar el trabajo del cabecilla de grupo, a menudo, por rivalidades. O bien, los compañeros del pelotón también pueden hacer que ahorre energía en una cuesta pronunciada, o al pedalear contra el viento. ‘Hay que saber aprovechar las tácticas del otro.”
..... Un ciclista que lleva la espalda encorvada y corre a toda velocidad parece un bicho metálico, un pájaro de acero.

..... “En el ciclismo llevas los pies pegados a los pedales y es necesario mover las piernas a treinta y setenta kilómetros por hora, atravesar rutas, acomodarse en el sillín para beber sorbos de la botella de agua sin detenerse. Para no hacer resistencia hay que llevar piernas afeitadas, vestir un maillot de lycra que mantenga el sudor frío, usar guantes para minimizar el roce de las manillas. Un ciclista necesita tanta capacidad pulmonar como tono muscular en sus piernas. Quedar atrás es ‘desfondarse’, yo pedaleaba para ir adelante, para sacar ventaja.”

..... “En la Vuelta Chile respiraba frío, el vapor salía por mi cuerpo, pedaleaba sobre el pavimento generando un zumbido. Llegaba a una pendiente y me quedaba sin fuerzas. En un momento así es necesario calibrar las distancias, la potencia de los vatios y los umbrales. Zigzagueaba sobre el asfalto cuando vi un mensaje: ‘Pedalea, Peter, pedalea’. Pintado así, con esas mayúsculas y minúsculas. Pasé un cambio, el piñón rugió, sentí mi cuerpo más liviano y mi espíritu más equilibrado.”

Plan de entrenamiento:
..... Jueves 27 de diciembre de 1992, 120 km (entrenamiento controlado).
..... Doble Curacaví.
..... Ida por cuesta Barriga y regreso por cuesta Lo Prado.
..... Partida desde el km 10 camino a Melipilla a las 7:00 am

“A mi hermano lo obnubiló el presidente del mir, no era una persona idealista, pero de pronto apareció este joven inteligente y lo siguió. Sergio le guardó su mochila como un gesto de lealtad y los policías andan buscando esa mochila como evidencia. Estaba escondida en el taller y Sergio la escondió hasta que la encontraron. El peso de esa mochila hundió a nuestra familia...”
Dicen que en el centro de detención Londres 38 había un prisionero que, tras los golpes de la tortura, reiteraba una alucinación: reparaba bicicletas. Reparaba bicicletas en el aire, imaginando cadenas, marcos, rayos, ruedas, acomodaba sillines. Ponía un rayo, aceitaba cadenas, apretaba tornillos, inflaba con sus mejillas neumáticos imaginarios.

“Revisé los anclajes de los pedales a la perfección. Me concentré en la ruta del pedaleo. El pelotón seguía apiñado con golpes y maniobras. Las ruedas de las bicicletas colisionaban. Bajé zumbando las curvas de la cronoescalada de Portillo. Recordé cuántos carbohidratos consumí la noche anterior. El otro competidor, colombiano, iba adherido a mi rueda en la Cuesta Barriga. Me jalaba la camiseta, cada giro de ruedas en ese recorrido era una maniobra para ceder una ventaja tramposa. En el tramo final pasé siseando entre un amasijo retorcido de metal y de carne.”
..... “Pedalea, Peter, pedalea.”


*

 “Cuando pedaleas nueve horas seguidas conoces un umbral del dolor que en la vida ya no experimentas.”
..... “La bicicleta debe adaptarse al cuerpo del conductor, a tal punto de sentirse soldado a ella. Cuanto más ligera es la estructura mejor es la conducción. Las ruedas ejercen una fuerza centrífuga. En una rueda hay 32 rayos. Hay que estar inclinado sobre la bici y eso hace doler la espalda, pero mientras más inclinado más velocidad ganas. El sillín es estrecho para seguir la anatomía humana. A veces el viento sopla como si fuera tu aliado, otras como si fuera tu peor enemigo.”

“Cuando estaba detenido me dijeron: ‘Te vamos a soltar pero a tu hermano no porque está metido en un tremendo forro.’ Yo tenía catorce años. Después de dos días nos dejaron en avenida Matta con San Diego, no sé cómo llegué a mi casa en San Miguel.”

Plan de entrenamiento:
..... Domingo 30 de diciembre de 1973, 145 km.
..... Doble cuesta de Chacabuco, ir y volver por la misma ruta.
..... Partida desde Bomba Copec, Panamericana Norte, a las 7:00 am

            “Cuando desapareció Sergio vino un periodo negro. Nadie en mi familia sabía qué hacer. Cada día que despertábamos éramos más infelices. Fueron años muy negros, ninguno tuvo proyectos de nada. No sé cómo pero salimos adelante.”
            Plan de entrenamiento:
..... Viernes 4 de enero 1974, 180 km (entrenamiento controlado).
..... Doble Los Andes, ida por el túnel y regreso por la cuesta Chacabuco.
..... Partida desde Copec, Panamericana Norte, a las 7:00 am

“De la bicicleta de mi hermano quedaba solo el marco, o el esqueleto. Las llantas las hemos cambiado varias veces. Esa bicicleta la tuve yo, luego un sobrino, ahora otro hermano.”

Peter me comenta que bloquea el dolor de los nudillos de los dedos con una infiltración de esteroides. El sábado se puso la última inyección. En las horas que he estado en el taller entra una persona a arreglar los frenos de una bicicleta china. Una mujer pasa con las bicicletas de los niños y pide ajuste de asientos y ruedas laterales. Un joven ajusta su marco, y tensa las piolas del freno. Dos ciclistas profesionales retiran sus bicicletas marca Tormen, de marco de aluminio, y comentan detalles de la subida a un cerro.

“No se puede vivir en el pasado, te enfermas. Hay que generar algo desde el presente. Yo me suscribo en la libertad, la libertad te lleva a un estado superior. No podría militar en un partido que te restringe. Necesito libertad de pensamiento”.

Se mueve de un lado a otro del taller mientras yo sigo sentada en el piso de madera. Observo las piernas fibrosas, delgadas y los músculos marcados en su overol de mecánico.

“La gente dice ‘qué valiente’, y no es así, ya no quedaba miedo, porque yo lo único que quería era desaparecer, quería de algún modo reunirme con mi hermano. Cuando me amenazaban, yo decía ojalá me pase algo para ver a mi hermano.”

Plan de entrenamiento:
..... Sábado 5 de enero de 1974, 200 km (entrenamiento controlado)
..... Doble Curacaví, ida y regreso por túnel Lo Prado.
..... Partida desde Las Rejas, a las 7:00 am

“En la carrera hay que recobrar el aliento, a veces mantener el pulgar arriba. Lo más importante en el ciclismo es el viento, cortar el viento. Así tu cuerpo y la bicicleta se convierten en una flecha veloz siguiendo las cuestas sinuosas. Tensas las piolas de acero para recobrar tu cuerpo de la fatiga en la curva”.

Cuarenta y un años después
“La primera vez que fui a Londres 38 me perdí, caminé pero no encontré la casa, este año recorrí la casa en calma”.
..... “Hace unos años declaré en la comisión Valech, era simple pero para ser víctima es necesario sentirse víctima. A mí me tomó tiempo. Ahora estudio psicología con la Beca Valech.”
..... En Londres 38 dicen que el caso de Sergio Tormen no se entiende sin Luis Guajardo. Que la bicicleta de Sergio permaneció en la celda por mucho tiempo y se usaba para amedrentar a los nuevos detenidos: “Si no confiesas te va a pasar lo mismo que a Tormen.” Indicaba la bicicleta azul apoyada en la pared del cuarto que llamaban “El calabozo” y que era el espacio de los interrogatorios.
..... El caso Sergio Tormen y Luis Gajardo es parte de Fojas 1528, hay recursos de apelación deducidos, una acusación de secuestro calificado. No se conoce destino o paradero de las víctimas. Los miembros del Club Ciclista Centenario quedaron con la vista vendada.
..... Peter Tormen ganó la Vuelta Chile en 1987, con un tiempo total de 45:38:34. Es el tiempo que pedaleó desde Puerto Montt a Santiago, en doce estaciones, y logró el máximo kilometraje permitido, un promedio de 150 por día.

*

La bandada de pájaros se despliega.
..... “Señores, estamos en guerra.”
..... Escribir es siempre una “funa”, tacha y señala.
..... En el ciclismo lo más importante es cortar el viento.
..... God save de Queen.
..... “Este triunfo se lo dedico a mi hermano detenido-desaparecido.”
..... Our Father who art in Heaven
..... Plan de entrenamiento.
..... Cooperativa informa.
..... Una bicicleta es como un esqueleto, un ciclista a toda velocidad es como un pájaro de acero.
..... Play-Rewind-Forward.
..... Pedalea, Peter, pedalea.
..... Listos, disparen, fuego.
Bum bum bum. ~

 

Andrea Jeftanovic (Santiago de Chile, 1970) es escritora y catedrática. Es autora de las novelas Escenario de guerra (Alfaguara, 2000, Lanzallamas 2012) y Geografía de la lengua (Uqbar, 2007), del volumen de cuentos No aceptes caramelos de extraños (Uqbar, 2011, Seix Barral 2012) y de dos libros de no ficción: Conversaciones con Isidora Aguirre (Frontera Sur, 2009) y Hablan los hijos (Cuarto Propio, 2011).

Una fragmento de este relato se publicó en la antología Volver a los 17. Recuerdos de una generación en dictadura (Planeta, 2013), editada por Óscar Contardo

[1] Acto que denuncia civil a los victimarios, en especial, a los que no han tenido castigo.



 

 

 

 

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P ájaros de acero: Peter Tormen, el ciclista de la dictadura.
Por Andrea Jeftanovic