Nadie podría negar que el Informe sobre la Tortura y Prisión 
            Política no es un avance, aunque sea un avance tardío. 
            Sí es criticable en algunos aspectos, sobre todo en la manera 
            de darlo a conocer por el presidente Ricardo Lagos, que olvidó 
            hacer referencia a la justicia. Tampoco se dieron a conocer los nombres 
            de los torturadores, cuestión fundamental si se quiere entregar 
            la verdad completa. De las pensiones de reparación ni hablar, 
            el monto es una burla, sobre todo en un país donde el enriquecimiento 
            de los empresarios nacionales y extranjeros ha sido, y sigue siendo, 
            sobre la base del saqueo de nuestros recursos naturales y la explotación 
            de los trabajadores.
          En cuanto al informe mismo habría que decir algunas cosas 
            muy claras y precisas: Primero que nada que no es gratuito. Jamás 
            habría sido posible sin la presión y lucha permanente 
            –desde los años 70- de las Agrupaciones de Derechos Humanos, 
            la Vicaría de la Solidaridad, los abogados de Derechos Humanos, 
            Instituciones como la Sech, las Federaciones de Estudiantes, Sindicatos 
            y Agrupaciones Poblacionales. Pero sobre todo por la resistencia digna 
            de los partidos políticos de la Izquierda chilena, en especial 
            el Partido Comunista y el MIR, Partido Humanista, sectores de la Izquierda 
            Cristiana y MAPU, el Partido Comunista (AP) y el Partido Socialista. 
            A éstos habría que sumar amplios sectores de base de 
            la DC y la Iglesia Católica. Claro que la actitud de gran parte 
            de las planas mayores, de estas dos últimas, todavía 
            es un tema que debe ser aclarado. 
          Desde la instauración misma de la tiranía de Pinochet 
            la Izquierda organizada opuso resistencia y denunció los atroces 
            atropellos a los derechos humanos, de esto existen miles de testimonios 
            escritos, incluso fechados en septiembre de 1973. Por eso resulta 
            extraño ver la cara de asombro de algunos tipos en la televisión, 
            los mismos que apoyaron a los militares. Pero la verdad ha llegado 
            para instalarse de manera oficial, aunque generales como Rafael Villarroel 
            o almirantes como Jorge Martínez Busch pretendan distorsionar 
            los hechos y buscar contextos históricos que nada podrían 
            justificar, ni ahora ni nunca. ¿Qué contexto histórico 
            puede justificar entrenar un perro para violar mujeres? ¿Qué 
            contexto permite abrir el vientre a un joven y luego arrojarlo al 
            mar?. Son algunas preguntas que Gonzalo Vial, Lucía Santa Cruz, 
            Raúl Hasbún, Sergio Fernández, Sergio Onofre 
            Jarpa, Francisco Javier Cuadra y Mónica Madariaga, entre otros, 
            deberían responder ante la ley, o Jaime Guzmán si estuviera 
            vivo. ¿Qué dice ahora Sergio Diez, que negó la 
            existencia de los Detenidos Desaparecidos en las Naciones Unidas. 
            ¿Con qué moral este señor sigue participando 
            en política?. 
          Otros grandes cómplices estuvieron en la prensa, especialmente 
            en El Mercurio y la televisión. Claudio Sánchez, María 
            Eugenia Oyarzún, Julio López Blanco, Hermógenes 
            Pérez de Arce y Agustín Edwards, conspiradores y mentirosos 
            profesionales, son parte de ese sector que ayudó a encubrir 
            los crímenes de los militares. ¿Serán llevados 
            ante la justicia alguna vez? Lo mismo que Álvaro Bardón, 
            Pablo Rodríguez, Ambrosio Rodríguez, Ricardo García, 
            Álvaro Vial, Ricardo Claro y Sergio de Castro, pinochetistas 
            incondicionales. Son muchos los civiles que deben dar la cara ante 
            el pueblo de Chile. Del Poder Judicial ni hablar, una frase que todavía 
            se puede leer en algunas murallas lo dice todo respecto al comportamiento 
            de éste durante la tiranía de Pinochet: "Corte 
            Suprema, Suprema Impunidad". Más aún luego de dar 
            a conocer su vergonzosa postura acerca del llamado Informe Valech. 
            El caso de El Mercurio es asqueroso, y más encima hoy el gobierno 
            lo sigue premiando con la propaganda estatal mientras que a los medios 
            alternativos que han luchado desde siempre por los derechos humanos 
            les niega recursos. De hecho, medios de prensa como Apsi, Cauce, Análisis, 
            Fortín Mapocho, Radio Umbral, que desde siempre dijeron lo 
            que hoy dicen los medios de comunicación como si fuera una 
            primicia, terminaron cerrando sus oficinas. El Siglo, Punto Final 
            y Radio Nuevo Mundo aún perseveran, a duras penas pero dignamente. 
            No le dará vergüenza a Sergio Bitar, por ejemplo, participar 
            en "Paz Ciudadana" y dar la mano a Agustín Edwards, 
            el mayor conspirador junto a la CIA para derrocar a Salvador Allende 
            y uno de los culpables de todo lo que se desencadenó después 
            del 11 de septiembre de 1973. 
          Respecto a la derecha, como siempre, intenta evadir sus responsabilidades 
            pretendiendo confundir a la opinión pública con discursos 
            como los de Jovino Novoa, Jorge Arancibia, Joaquín Lavín 
            o el de Andrés Allamand durante un seminario sobre Derechos 
            Humanos convocado por el ejército en la Escuela Militar. Todos 
            voladores de luces que no dicen nada de fondo y sólo buscan 
            tergiversar la historia. Aquí no somos todos culpables, eso 
            es absolutamente falso. Los culpables son quienes desestabilizaron 
            el gobierno de la Unidad Popular, cuando vieron que éste favorecería 
            a los trabajadores por sobre los intereses de los explotadores tanto 
            chilenos como extranjeros, usando para ello a las Fuerzas Armadas. 
            La derecha chilena y el gobierno de los Estados Unidos fueron los 
            culpables de que se gestara el golpe militar y, por lo tanto, cómplices 
            de los atropellos cometidos durante 17 años. También 
            es importante hacer notar que el argumento de que debido a la caótica 
            situación generada por la radicalización de la política 
            las FF.AA. rompieron su tradición histórica y actuaron 
            como lo hicieron en 1973, es otra falacia. Acaso no han estudiado 
            historia de Chile quienes afirman eso, comenzando por el presidente 
            Lagos. O son muy ignorantes, cándidos o unos hipócritas 
            consumados. Si hay algo que caracterice al ejército chileno 
            es la participación que ha tenido en las masacres de trabajadores 
            a lo largo de nuestra historia. 
          Ahora, ante la pregunta: ¿Sirven los gestos de reconocer que 
            se cometieron atropellos a los derechos humanos por parte de los ejecutores? 
            Pienso que no totalmente, lo que aquí sirve es que haya justicia 
            y punto. Los criminales deben ser juzgados y encarcelados. En mi caso 
            me da lo mismo si piden perdón o no, lo que deseo –como muchos 
            chilenos- es verlos tras las rejas. Tampoco me interesa reconciliarme 
            con los asesinos. La reconciliación ante hechos como los sucedidos 
            es una farsa. Tras el golpe, en mi barrio fueron apresados y ejecutados 
            tres amigos: Ernesto Mardones, Jorge Pacheco y Denrio Álvarez, 
            y recuerdo a unas señoras (las mismas que los apuntaron con 
            el dedo) que, al conocer la noticia decían: "algo habrán 
            hecho". Supongo que hoy ellas estarán entre los que ponen 
            cara de asombro al leer el Informe Valech. 
          Todos sabíamos. Cierto. Pero no todos somos culpables.
          
            *Poeta. Colaborador de revista "Punto 
            Final" y conductor del programa "De puño y letra" 
            de radio Nuevo Mundo.
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