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AMANDA LABARCA: RECEPCIÓN CRÍTICA EN TRES MOMENTOS

Irène Andrea Contardo Schmeisser
 Escritoras chilenas: estudios de recepción crítica y campo cultural (1900-1950)
Magíster en Literatura
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad de Chile


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RESUMEN

Este trabajo se inicia con la lectura que María Carolina Geel realiza de seis obras de Amanda Labarca en Siete escritoras chilenas (1949). Por medio de este análisis, se realiza una comparación con la crítica periodística encontrada de estas obras hasta 1949, para luego ponerlo en perspectiva con la crítica posterior a la década del ’50 hasta la fecha de muerte de Labarca (1975). El tercer momento de las críticas estudiadas corresponde a la actual, luego de los años 90. La interpretación de la recepción está cruzada por el análisis de las estrategias y mecanismos generados por la tradición literaria y crítica para limitar el ingreso de escritura femenina y, a su vez, los dispositivos generados por las propias autoras para ingresar al cerrado campo cultural.

Palabras clave: Amanda Labarca, Recepción crítica, Educación, 1900 – 1950 (Primera mitad del siglo XX)

 

Introducción

La escritura de mujeres en Chile durante la primera mitad del siglo XX estuvo marcada – y podríamos arriesgarnos a decir que lo está hasta ahora –, por diversas estrategias textuales para limitar o acceder al canon literario. En el presente artículo, se abordará la producción de Amanda Labarca y su recepción crítica en dos períodos: la que abarca hasta 1950, y la posterior a esta fecha, llegando incluso hasta nuestro siglo. Este trabajo partirá de la base crítica otorgada por María Carolina Geel en Siete escritoras chilenas (1949), en comparación con la crítica literaria contemporánea a este texto, y luego poniéndola en perspectiva con la crítica de la segunda mitad del siglo XX hasta los años 2000.

Los textos de Labarca que se trabajarán aquí son los seleccionados por Geel, a saber: Impresiones de juventud (1909, Impresiones Cervantes), A dónde va la mujer (1934, Ediciones Extra), Historia de la enseñanza en Chile (1939, Imprenta Universitaria), Bases para una política educacional (1943, Losada),  Desvelos del alba (1945, Cruz del Sur) y Feminismo contemporáneo (1947, Zig-Zag).

Como marco teórico, los textos correspondientes a la recepción crítica de la obra de Labarca se analizarán desde la propuesta de Ana Traverso quien establece estrategias para limitar el ingreso de la escritura de mujeres al canon. Para la discusión de estos dispositivos, entenderemos el espacio cultural como un campo de poder, desde las ideas de Bourdieu, donde se inserta la cultura y de la que está privada la mujer.

Traverso propone diversos métodos que se generan como resistencia a la entrada de la escritura de mujeres al campo cultural y, aún más, al canon; todos ellos desde una perspectiva e interpretación reduccionista de las obras, por lo que actúan de forma relacionada, pudiendo encontrar más de una operando en la recepción crítica. El primero de ellos, la masculinización, corresponde la estrategia de leer desde parámetros masculinos la escritura de mujeres, catalogando de “buenas”, aquellas autoras que escriben “a la manera de” o “como” un hombre, y dejando fuera todo aquello que no calzara con una crítica ya profesionalizada para un único tipo de escritura. Esto se vincula directamente con el mecanismo de uniformización o lógica esencialista, pues todo lo que no es entendido como masculino, será entonces femenino y apartado de la aceptación en el campo cultural:

“Por ello, muy pocas autoras lograrán salir airosas de estos cedazos críticos. Expuestas de pronto sobre la malla del colador serán homogeneizadas al resto de los autores del canon y recibirán los mismos atributos considerados masculinos: inteligencia, raciocinio, capacidad de orden y estructuración, profesionalismo, interés por temáticas nacionales y universales, manejo social y público, todo lo cual se llamó viril y masculino, en contraposición a lo considerado femenino: intuición, intimismo, falta de lógica, sentimentalismo, maternidad, cualidades aceptables y esperables en una dama pero no en un “escritor”.”[1]

La infantilización, tiene una doble cara: la recepción de toda producción femenina será vista como inmadura y pueril, dada su nula tradición – personal, de la misma autora, y cultural –; y a la vez se le niega consciencia y madurez a la escritora – negándole también su calidad de autora –. Muy de la mano con esto, se encuentra el biografismo: dado que la escritura de mujeres no tendría madurez, tampoco tendría originalidad, por lo que el análisis se basaría en encontrar explicaciones de la obra en la vida de la autora: “interpretar los versos y la prosa de este “yo-mujer” o, más bien, “yo-niña”, como una expresión literal de sus experiencias de vida.”[2]. Por último, la deshistorización genera un bloqueo interpretativo, pues se mantiene a la obra en un nivel íntimo y no político; es una forma de negar la tradición, hacerla inclasificable y por lo tanto desconectada de toda posible tradición nacional o extranjera.

Finalmente, otro concepto atingente en este artículo es el de maternalismo social, o feminismo maternalista, que considera ciertas características ligadas a la maternidad como esenciales y propias de la mujer, y desde las cuales es posible aportar a la construcción de la sociedad:

“Indudablemente, la maternidad como función social es una parte fundamental de los sistemas de género de todas las sociedades. En la mayoría de las culturas la reproducción social es una función asignada a las mujeres, de manera que la maternidad implica para éstas no sólo las transformaciones físicas y biológicas propias del embarazo y parto, sino también una serie de cambios en las expectativas sociales y culturales que se tienen sobre las mujeres que se convierten en madres, lo que, por supuesto, influye en la experiencia subjetiva de cada una de ellas”[3]

AMANDA LABARCA

Amanda Labarca nace como Amanda Pinto Sepúlveda en 1886, en una familia tradicional y perteneciente a la clase media, por lo tanto, sin grandes comodidades ni beneficios, pero con acceso a la educación escolar y superior, y un capital cultural rico para la época.

Se destaca rápidamente como una “niña prodigio”, licenciándose de Bachiller en Humanidades a los 15 años. Luego de esto ingresa al Instituto Pedagógico donde conoce a Guillermo Labarca Huberston con quien, al tiempo, se casa por presión de su familia. Esta presión genera enemistad por lo que decide romper lazos adoptando los apellidos de su esposo.

“Amanda Labarca fue políticamente afín a los sectores reformistas chilenos. Cercana a los presidentes Arturo Alessandri Palma y Pedro Aguirre Cerda, confió en que por la vía institucional las mujeres transitarían progresivamente hacia la conquista de sus derechos civiles y políticos. Las primeras modificaciones al Código Civil chileno en 1925, sobre la situación de las mujeres, se basaron en el proyecto de ley sobre derechos civiles y políticos de la mujer, presentado en 1922 por el Consejo Nacional de Mujeres, del que Amanda Labarca era presidenta.”[4]

Para dar cuenta de su vertiginosa y prolífica carrera, es necesario nombrar algunos hitos y fechas: Ya en 1905 se titula como Profesora de Estado en Castellano y al año siguiente es nombrada subdirectora de la Escuela Normal nº3. Continúa sus estudios en la Universidad de Columbia en 1910 y luego en la Sorbonne (1912), lugares donde se empapa de ideas feministas y reivindicación de igualdad de derechos sociales y civiles de las mujeres. Esto, se verá reflejado en sus escritos y acciones, como la organización, en Chile, el Círculo de la lectura en 1915, una instancia que intentaba democratizar el acceso a la lectura y la educación. De ella surge el periódico “Acción femenina”, que dirigirá luego, durante la década de 1940. En 1919, de la experiencia de Círculo de la lectura, se crea el Consejo Nacional de Mujeres, institución que enarbola las luchas femeninas, lo que decantará en 1933 con la conformación, junto con Elena, del Comité Nacional Proderechos de la Mujer y, posteriormente, su nombramiento como presidenta de la Federación Chilena de Instituciones Femeninas, en 1944. El reconocimiento oficial llega en 1922 cuando se transforma en la primera mujer en dictar cátedras universitarias: ingresa a la Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación de la Universidad de Chile. El mismo año comienza a participar en la política y el ámbito judicial para mejorar las condiciones civiles de las mujeres. Desde esta institución, impulsa la creación del Liceo Experimental Manuel de Salas en 1932. Luego, en 1946, González Videla la nombra representante de la ONU en su facción Status de Mujer.

Cuenta con cerca de doce libros publicados entre 1909 y la década de los ’50, que transitan entre el género ensayístico, la narrativa y una extensa experiencia en conferencias. Durante el lustro que abarca 1918 a 1923, se desempeña como columnista estable de El Mercurio, incluso desde el extranjero. Además, publica columnas hasta los ‘70 en diarios como El Mercurio y Las últimas noticias, y revistas como Atenea, La Hora, La Nación, y editoriales como Zigzag y Editorial Universitaria[5].

Muere en 1975, a los 88 años de edad.


CRÍTICA LITERARIA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

1. Siete escritoras chilenas

María Carolina Geel menciona seis obras de Amanda Labarca, que divide en tres clases de discursos que cruzan su quehacer escritural. En el primero de ellos, centrado en el ámbito de la educación, indica Impresiones de juventud (1909, Impresiones Cervantes), Historia de la enseñanza en Chile (1939, Imprenta Universitaria) y Bases para una política educacional (1943, Losada). El primer texto lo saca a la luz con la intención de demostrar la premura y lucidez con que la autora se erige como intelectual que cataloga y reflexiona en torno a los escritores más relevantes de Latinoamérica de la época.

Respecto de esta primera clasificación, Geel se apura en aclarar que Labarca es parte de su selección por la gran importancia e injerencia que la autora ha tenido en la vida literaria e intelectual en Chile, elevándola a la altura de Mistral. Rescata, además, la temática de la educación como base que sustenta cualquier tipo de arte literario.

María Carolina Geel resume, de cierto modo Bases para una política educacional destacando el rechazo de Labarca al transplante de un modelo extranjero, europeo, a nuestro país sin tomar en cuenta las diferencias y realidades específicas. Llama a esto “mentalidad ausentista” que lleva indefectiblemente a un ausentismo material,

“el mestizo rico y aristócrata cuto único afán es «alejarse de la mediocridad nacional» y «absorber el refinado bienestar y reflejo de una cultura ajena» con lo que las fortunas máximas, en vez de costear el progreso de la tierra de origen, pasan a incrementar el caudal extranjero.”[6]

A pesar que Geel no lo declara expresamente, podríamos decir que frente al mecanismo de deshistorización, Geel valora la perspectiva historizadora de Labarca que realiza en Historia de la enseñanza en Chile… Si se le priva de genealogía, como mujer escritora, entonces ella demostrará que tiene todas las cualidades para analizar e interpretar la historia de la educación de forma diacrónica e incluso – me aventuro a decir –, de forma dialéctica, desde la enseñanza precolonial a la década de 1940. Geel aplaude su labor, catalogándolo de “obra capital”[7] y rescatando el atrevimiento único de Labarca a hacer este “trabajo serio de grande aliento.”[8]

Un segundo momento es el que liga a Labarca con el feminismo, con A dónde va la mujer (1934, Extra) y Feminismo contemporáneo (1947, ZigZag). En el primer texto, rescata nuevamente un hecho histórico en la formación del pensamiento feminista: la Revolución Francesa, y las dos Guerras Mundiales. Nuevamente, Geel destaca el movimiento de Labarca de establecer una genealogía para la escritura y los movimientos femeninos que les ha sido negado por el discurso patriarcal instalado. En el segundo texto, podemos reconocer las ideas del maternalismo social en Labarca, pues mantiene tareas específicamente femeninas en la sociedad, pero entendiéndolas como complementarias, y no anexas a las del hombre.

Finalmente, y de modo muy sucinto, Geel menciona la cualidad prolífica de la autora, incluyendo una obra narrativa, Desvelos del alba (1945, Cruz del Sur). Aquí, la crítica se detiene para aludir un decaimiento de la pluma de Labarca frente a su género ensayístico, estableciendo una “falta de substancia”, siendo una excepción en su obra. Termina el capítulo dedicado a Labarca diciendo:

“la fuerza de su talentono podía confinarse en la producción puramente artística, de su yo aisladora, sino que se vació en aquellas actividades que miran al bien positivo, real y palpable de la colectividad”[9]

El recorrido que María Carolina Geel realiza por la obra de Amanda Labarca, parece más una reseña o glosa que una crítica literaria. En efecto, se detiene en cada una de las obras escogidas para señalar la importancia y discursos innovadores que la educadora instala. En el texto, Geel se centra especialmente en las propuestas políticas   – ya que la crítica rescata mayormente el quehacer educacional y pedagógico de Labarca –, y en la estética de su prosa, tanto ensayística como narrativa.


2. Recepción crítica

Encontrar críticas en torno a los textos producidos por Labarca es una labor difícil, y más aún si se trata de la recepción de su obra literaria. No obstante existe una gran cantidad de registros que versan sobre ella, en general se centran en sus columnas o conferencias, propuestas en torno a políticas educacionales o los derechos sociales y cívicos de la mujer. Son los temas de la contingencia los que abarcan el mayor número de referencias críticas. Sin embargo, para este estudio, hemos logrado seleccionar tres[10]: “¿A dónde va la mujer? Por Amanda Labarca H” de Abel Valdés Acuña[11]; “Apariencia de Amanda Labarca H.” de Januario Espinosa[12]; y “Bases para una política educacional. Por Amanda Labarca H. (Losada, B. Aires)” de Alone[13].

Las columnas de crítica seleccionadas, se centran en las características que como mujer saltan a relucir en su trabajo. Si deja de lado su “condición femenina”, la crítica ataca a su clase, ahora acomodada y altamente pública. Por otro lado, suelen aislar su campo de producción únicamente a la educación.

Como ejemplo de esto, Abel Valdés, realiza una lectura que celebra las ideas de “maternalismo social” que Labarca expondría en A dónde va la mujer:

“La misión esencial de la mujer la fija Amanda Labarca en su capacidad para disminuir el dolor humano, para inyectar en la vida del hombre el jirón de espiritualidad, de ternura y de afecto que todos los espíritus reclaman […] El incremento del acervo cultural aparece, es claro, como un requisito indispensable, pero la cultura integral del espíritu femenino no ha buscado su propia satisfacción en la realización de una misión puramente intelectiva, sino en el sostén, apoyo, ayuda y compañía que ha de significar para el hombre en la lucha cotidiana.”[14]

Januario Espinosa, en El Mercurio (1949), comenta la vida y la producción de Labarca desde una perspectiva abiertamente esencialista: “La mujer venida al mundo con un temperamento de escritora de imaginación se sentirá llevada, mariposa nocturna vencida por la luz, hacia el hombre que vibre como ella” [15]. Luego, continúa con este tenor respecto de su quehacer pedagógico:

“Labor educativa ejercida no solamente en la cátedra […] ponerse a tono con las comprensiones débiles, llevar la luz a las más obscuras sombras; faena, no obstante, que se viste de cierta alegría para la mujer, nacida para ser madre.” [16]

Al referirse a la creación literaria narrativa de Labarca, comenta desde la infantilización: “Labor de creación realizada una vez que la tarea educacional fue menos intensa: volvía así a sus espejismos de juventud, al palacio encantado de sus desvaríos de niña.” [17]

Alone (El Mercurio, 1944), alejándose del esencialismo atribuido al género femenino, critica la perspectiva democratizadora y el movimiento de equidad que Labarca imprime en sus propuestas en Bases para una política educacional. Esta columna fue escogida especialmente por la gran importancia que significó el crítico Alone durante el siglo XX, considerándose prácticamente como personaje faro en el ambiente periodístico. Aquí, responde con cierto grado de indignación, defendiendo la aristocracia de la época y poniendo énfasis en el parecido de esta clase con el primer mundo, y marcando las diferencias con una clase más bien mestiza:

“(…) apunta Amanda Labarca observaciones que tienden a mostrar, desde un ángulo feminista, cómo ese origen [el mestizo] creó el complejo de superioridad varonil y de inferioridad femenina, marcando poderosamente la constitución de los hogares.
[…] Nadie podrá negar la exactitud de estas observaciones y sólo su novedad podría discutirse.
Pero cuando de la clase baja pasamos a la media y superior, avanza conceptos la autora que ya merecen un poco de más examen.
[…] de ahí a sostener que la clase alta es en Chile tan mestizada como la clase baja, nos parece que media bastante distancia.
[…] La señora Labarca atribuye a la aristocracia los mismos rasgos psicológicos del mestizaje
[…] Si este libro no se hubiera impreso en Buenos Aires y no estuviera, por la vasta nombradía de su autora, destinado a tener circulación y autoridad internacionales, sería casi innecesario refutar semejantes afirmaciones. La imagen de nuestra clase dirigente que de ahí resulta es una grotesca deformación de la realidad.
Queremos únicamente señalar la falta de oportunidad, el atraso casi diríamos el anacronismo de la señora Labarca al lanzarse al ataque, sin renovar siquiera sus materiales.”[18]

Lo que realiza aquí Alone es, derechamente, la negación de una perspectiva histórica que explicarían las prácticas pedagógicas y políticas en torno de la educación.


CRÍTICA POSTERIOR Y ACTUAL

Amanda Labarca escribió durante gran parte de su vida, por lo que la recepción crítica no se detiene en la década de los ‘50. Es por esto que se realizó una segunda selección que, a su vez, puede ser dividida en dos momentos: uno que comprende el período de 1950 hasta el año de su muerte (1975), y otro posterior a este hecho hasta la actualidad. En el primero de ellos se encuentra el artículo que José Santos González Vera dedica a Amanda Labarca en su obra Algunos (1959) y una breve columna de Joral en el diario La Provincia (Ovalle), de 1968. En la crítica más actual, se seleccionó un capítulo del texto Amanda Labarca. Dos dimensiones de la personalidad de una visionaria mujer chilena (1996), de Emma Salas Neumann, “Algunos de los escritos de Amanda Labarca”, y el artículo de Belén Fernández Llanos “El cuerpo-máscara de Amanda Labarca. Poderes que muestran y ocultan en el feminismo chileno. Primera mitad del siglo XX”, publicado en 2007.

Si bien el artículo de González Vera versa principalmente de su experiencia y vínculo con Labarca, además de un recorrido por sus aportes más significativos, realiza dos breves comentarios en torno a Impresiones de juventud e Historia de la enseñanza en Chile. Ambos rescatan aquello que parece único y diferenciador del resto de la escritura de mujeres: pareciera que se destaca por ser diferente a su género, al punto de utilizar voces masculinas al referirse a ella: “Después volvió a quererse y decidió ser médico, no un médico así no más, sino sabio y famoso[19]. Luego: Impresiones de juventud, “libro que asombra porque no es de versos, ni siquiera un relato de amores, sino un conjunto de breves estudios acerca de la generación del 98.”[20], como si este tenor de estudio estuviese vedado para una mujer. En cuanto a Historia de la enseñanza en Chile, comenta: “obra única, bastaría para cimentar su prestigio de escritora. Leyéndola se adquiere la certidumbre de que la mueven más las ideas que el sentido plástico. Es ensayista.”[21]

Salas Naumann realiza un barrido a las obras referenciales y literarias de Labarca, y glosa cuatro ya conocidas en el presente artículo: Historia de la enseñanza en Chile, Bases para una política educacional, Desvelos en el alba e Impresiones de juventud. Respecto de las dos primeras, destaca la impronta política que Labarca imprime frente a la necesidad urgente de poner en contexto las reformas que se le hacían a la educación sin atender las características propias de la sociedad chilena; esto, por supuesto, incluyendo la labor educacional como preponderantemente femenina y maternal. Por otro lado, es curioso como Salas apenas se detiene en las dos últimas obras, cayendo en reduccionismos como el esencialimo antes visto y palabras vinculadas a la fragmentación del género:

Desvelos en el alba, publicado en 1945, contiene retazos literarios escritos por Amanda Labarca en distintas oportunidades y situaciones, los cuales muestran estados de ánimo y reflexiones sobre diversos aspectos de la vida, que permiten descubrir una Amanda Labarca más íntima, más personal”[22]

Finalmente, Belén Fernández Llano, consigue hacer una crítica más elaborada rescatando la producción de Labarca de una mirada ya sea reduccionista o disconforme con su forma de feminismo. La autora consigue poner en perspectiva histórica todas las propuestas y estrategias utilizadas para instalarse en el mundo intelectual del Chile de la primera mitad del siglo XX. Retoma Feminismo contemporáneo, reconociendo el maternalismo en la “entrega dela voluntad femenina para cobijar a otro cuerpo”[23], y los roles de la mujer entregados en A dónde va la mujer, donde “despliega una concisa tipología de mujeres: La madre, la profesora, la mujer que se dedica a actividades filantrópicas y la mujer frívola.”. Entiende Fernández, que no es correcto juzgar un tipo de feminismo que ahora podría parecernos iluso y concesivo, pues esto es una estrategia de entrada en el canon:

“El análisis del silencio en Labarca nos lleva a pensar en la necesidad de contención, de represión de la expresión a raíz de que su exteriorización provocaría desajustes en el sistema. Con esto se nos entrega una impresión sobre cuáles son los límites morales de la sociedad dentro de la cual se sitúa la obra”[24]

Al referirse a Desvelos en el alba, en vez de quedarse con el análisis del acceso a la intimidad de la autora, devela en él un discurso conflictivo dado por los espacios negados en la época, negando la idea obsoleta de masculinizar para validar a una mujer escritora:

“Estamos frente a un sujeto cuya identidad no es una identidad estable y definida, sino una construcción heterogénea entre lo que aún debe ser la mujer y lo que ya está pensando por sí misma que puede llegar a ser, pero que aúnno puede ser representado, por evidenciar de manera “peligrosa” la existencia de una subjetividad femenina distinta a los planteamientos masculinos que siguen imperando en los espacios en que laautora se comienza a insertar, ya sea la universidad, las organizaciones políticas o las asociaciones de profesionales. Para llegar a cada una de estas instancias, que son finalmente núcleos de conocimiento, poder y legitimación de una forma política, la autora debe esconder una parte de su reflexión, la más ambigua o contradictoria, aquella que se mueve entre el deber ser y el deseo de ser.”[25]


Conclusiones

El trabajo realizado por María Carolina Geel en el capítulo destinado a Labarca en Siete escritoras chilenas podría entenderse como un tipo de discusión bibliográfica, en tanto que no se dirige a criticar las obras sino más bien a glosarlas, llegando incluso a afirmar que “no estamos capacitados para juzgarla”[26]. Sin embargo, me parece que es su elección de textos y la forma en que decide rescatarlos y destacarlos dentro de la esfera escritural femenina y nacional, lo que marca una diferencia con los críticos revisados – quizás a excepción de Fernández –.

Ahora, es claro que Geel también caiga en errores como una lectura masculinizante – y aquí me refiero a sus dichos sobre Desvelos en el alba –, de entender el quehacer intelectual y la producción de géneros referenciales como más complejos que “la producción puramente artística”[27]. Tal como explica la misma Fernández, citando a Patricia Poblete y Carla Rivera

“El hecho de que una mujer reniegue de su rol pasivo y al escribir se convierta en sujeto activo, es en sí una ruptura. Pero una vez situada en este nuevo papel, se encuentra con que la materia prima – el signo lingüístico – y su orden, reproduce el sistema racional que la condena en cuanto mujer a la marginalidad. En ese punto la escritora debe imitar los formatos artísticos creados por los hombres.” [28]

Es importante, entonces, recordar que el punto de partida de este artículo es la visión de Geel frente a las Siete escritoras, en este caso, Labarca. Siete escritoras chilenas es un texto publicado en 1949 por lo que los mismos silencios utilizados como estrategia por Labarca, son utilizados también por Geel. Lo que no se dice pero está presente, lo está en su selección de ésos seis textos, lo que deliberadamente destaca y comenta de ellos es lo que le otorga un grado de profundidad mayor, en mi opinión, que la revisión reduccionista de los críticos mencionados más arriba. Es, también, lo que posibilita una actual crítica como la de Belén Fernández.

 

* * *

 

Notas

[1] Traverso, A. “Ser mujer y escribir en Chile: canon, crítica y concepciones de género”. En Anales de literatura chilena Año 14, Nº 20. Santiago, Diciembre 2013. 70

[2] Ibíd. 78

[3] Zarco, A. “Maternalismo, identidad colectiva y participación política: las Madres de Plaza de Mayo” Revista Punto Género Nº1. Abril de 2011. 230-231

[4] Araya, Claudia. Pensamiento feminista en la primera mitad del siglo XX en Paraguay, Uruguay y Chile: Serafina Dávalos, María Abella de Ramírez y Amanda Labarca. Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Santiago, 2006. 47

[5]  - 1909 Impresiones de juventud

  • 1914 Actividades femeninas en los Estados Unidos y En tierras extrañas (novela)
  • 1919 La educación Secundaria en los Estados Unidos
  • 1922 La lámpara maravillosa (cuentos)
  • 1927 Nuevas orientaciones de la Enseñanza
  • 1934 A dónde va la mujer
  • 1936 Mejoramiento en la vida campesina
  • 1938 La evolución de la Segunda Enseñanza
  • 1939 La Historia de la Enseñanza en Chile
  • 1944 Bases para una política educacional
  • 1945 Desvelos en el alba
  • 1947 Feminismo contemporáneo
  • 1953 Realidades y problemas de nuestra enseñanza
  • 1969 Una mujer enjuicia a su tiempo

Fuente: Salas, Emma. Amanda Labarca. Dos dimensiones de la personalidad de una visionaria mujer chilena. Ediciones Mar del Plata. Santiago, 1996. p. 90. Se detacan las obras trabajadas por María Carolina Geel.

[6] Geel, M. Siete escritoras chilenas, Santiago: Rapa Nui, 1949. 67

[7] Ibíd. 71

[8] Ibíd. 76

[9] Ibíd. 83

[10] En Referencias Críticas, sección Raúl Silva Castro. Biblioteca Nacional.
Nota aclaratoria: En la investigación previa se había incluido un cuarto texto, de Tancredo Pinochet, pero decidí eliminarlo dado que no abordaba ninguna publicación de Amanda Labarca, sino que comentaba una columna que ella había escrito en El Mercurio en 1940.

[11] El archivo no cuenta con fecha ni pertenencia a un periódico o revista. Se infiere que se publica en 1934 ya que alude a A dónde va la mujer como “el título del último libro de Amanda Labarca, recién publicado”. Se presume también, por la trayectoria del crítico y la tipografía, que fue publicado en El Mercurio. De no ser así, es probable que pertenezca al Diario Ilustrado, que dirigió Abel Valdés Acuña.

[12] El Mercurio. Santiago, 18 de agosto de 1940.

[13] Crónica Literaria. El Mercurio. Santiago, 2 de abril de 1944

[14] Valdés. Op. Cit.

[15] Espinosa. Op. Cit. El destacado es mío

[16] Ibíd. El destacado es mío

[17] Ibíd. El destacado en mío

[18] Alone. Op. Cit.

[19] González, José. Algunos. Nascimento. Santiago, 1959. 85. El destacado es mío

[20] Ibíd. 86. El destacado es mío

[21] Ibíd. 92. El destacado es mío

[22] Salas. Op. Cit. 43

[23] Fernández, B. “El cuerpo-máscara de Amanda Labarca. Poderes que muestran y ocultan en el feminismo chileno. Primera mitad del siglo XX”. En Nuestra Historia Nº2. Santiago, 2007. 133

[24] Ibíd. 135

[25] Ibíd. 136

[26] Geel. Op. Cit. 76

[27] Ibíd. 81

[28] Cf. Fernández, 134

 

 

 

 

Bibliografía

- Alone, “Bases para una política educacional. Por Amanda Labarca H. (Losada, B. Aires)”. Crónica Literaria. El Mercurio. Santiago, 2 de abril de 1944- Araya, Claudia. Pensamiento feminista en la primera mitad del siglo XX en Paraguay, Uruguay y Chile: Serafina Dávalos, María Abella de Ramírez y Amanda Labarca. Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Santiago, 2006. Recuperado el 9 de julio de 2015 desde
http://repositorio.uchile.cl/tesis/uchile/2006/araya_c/html/index-frames.html

- Espinosa, Januario. “Apariencia de Amanda Labarca H.” El Mercurio. Santiago, 18 de agosto de 1940.
- Fernández, B. “El cuerpo-máscara de Amanda Labarca. Poderes que muestran y ocultan en el feminismo chileno. Primera mitad del siglo XX”. En Nuestra Historia Nº2. Santiago, 2007

- Geel, María Carolina. Siete escritoras chilenas, Santiago: Rapa Nui, 1949.
- González, José Santos. Algunos. Nascimento. Santiago, 1959.
- Salas, Emma. Amanda Labarca. Dos dimensiones de la personalidad de una visionaria mujer chilena. Ediciones Mar del Plata. Santiago, 1996
- Traverso, Ana. “Ser mujer y escribir en Chile: canon, crítica y concepciones de género”. En Anales de literatura chilena Año 14, Nº 20. Santiago, Diciembre 2013.
- Valdés, Abel. “¿A dónde va la mujer? Por Amanda Labarca H” S/F.
- Zarco, A. “Maternalismo, identidad colectiva y participación política: las Madres de Plaza de Mayo” Revista Punto Género Nº1. Abril de 2011.





 

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