ALBERTO RUBIO
LA GREDA
VASIJA
SANTIAGO
DE CHILE
1 9 5 2
* * *
AUTORRETRATO RETROSPECTIVO
HASTA BOSQUE
..... Un bosque de eucaliptos
me recuerda,
un olor de eucaliptos me hace aire;
me recuerdo y
me olvido hacia mi infancia.
..... Soy un niño y también
soy el estero
que corre por el fondo.
Yo también me hago
estero cuando niño.
..... Rumoreo entre
piedras.
De claro que me vuelvo,
en mí guardo los sauces,
y
los sauces me llevan en corriente.
..... Y luego bajo el
bosque
me tiendo hacia los sueños.
Voy durmiendo en raíces de
los árboles,
voy subiendo soñando por los troncos,
con
abiertas pupilas,
me hago fronda en la fronda de los
árboles,
me briso entre las ramas,
me hago hojas,
rumoreo,
y azuleo de cielo.
..... Un olor de eucaliptos me
denuncia.
De pronto me hago el bosque entero.
* * *
MESA DEL
ALBA
..... La mesa en la mañana me
espera con su silla,
mas se sienta la ausencia familiar a la
mesa.
La mesa en la mañana hasta mis ojos brilla,
cuando estoy
frente a ella con mi sola cabeza.
.....
Es una gota parda que brilla su rocío,
entre sillas que
esperan todo el día pacientes.
Como un rayo de sol a calentar el
frío,
un hombre al desayuno se lanza con sus dientes.
..... Sobre el pardo rocío que
desayuno alienta,
es pájaro la lengua de este hombre
sentado.
Y conversa con otro que a su lado se sienta,
y
también como un rayo de sol sentado al lado.
..... Y así nace el gorjeo
matinal de la casa.
¡A donde brilla un sol que es comedor
brillante,
de la cocina vino la vaporosa taza,
desde el mismo
horizonte con su día fragante!
* * *
EL CACTUS
..... Apretada la tierra en la
greda vasija
ha tiempo que parió al esbelto cactus.
..... Cada día lo veo de
mañana,
le llamo: -Fiel amigo, esbelto infatigable.
..... Entonces me obedece el
cactus verde,
se adelgaza, se esbelta infatigable,
y yo le
digo: -Amigo, amigo verde.
..... En las tardes parece que
envejece.
Pero en cada mañana me lo dice:
-Yo soy verde y
esbelto, esbelto infatigable,
leal amigo, reciente, madrugador,
delgado.
..... Le vuelvo a llamar fiel,
y él permanece
en la huída de los días.
-¡Anudador de días!-
digo entonces.
..... Y él me junta los días,
los engarza
en su esencia delgada.
..... Así yo tengo el tiempo
vuelto cactus:
delgado, fiel amigo, esbelto
infatigable,
madrugador, reciente, el joven siempre
verde.
* * *
EL
ALMUERZO
..... El almuerzo zapallo nos
denuncia.
Su esencia nos traspasa, y en éxtasis
quedamos.
Heridos y dorados los zapallos,
abren su corazón a
un zapallo apetito.
Sus brazos son vapores
aromados
desplegándose al aire.
Los zapallos invitan, heridos
y dorados.
El aire se derrite de apetito.
Infinito me vuelvo,
denunciado
de esencia zapallera, almorzador zapallo.
* * *
SEÑORIALES SEÑORAS
..... ¡Alto departamento que
brilla allá en los cielos!
Los balcones se asoman, silenciosos y
solos,
y más adentro de ellos las señoras conversan,
sentadas
mutuamente, señoriales y altas.
..... Un silencio de alfombras
se cierne en los balcones.
Las señoras conversan, delgadas y
peinadas,
en el alto salón del departamento alto.
Un silencio
de felpa se pega en las murallas.
..... Las sillas son delgadas,
y altos los respaldos,
los peinados son largos, débiles y
aristocráticos.
Una criada entra con blandas zapatillas,
y
sube cafetera fragante entre las damas.
..... Un silencio de alfombra
se cierne en los balcones.
Las murallas de felpa crecen
altamente,
y en el alto salón del departamento alto
las
señoras conversan cambiando felpas altas.
* * *
EL CAMINO
..... Es el mismo camino que
condujo mi infancia.
Aquí está el mismo cerco, allí las
zarzamoras
llenándose de polvo, allí la piedra agreste,
y un
niño fantasmal que eternamente sigue.
..... Y el cabello camino
verdea con el sauce,
cayendo en hondonada sobre el
pecho.
..... Es el mismo camino. Allí
está el horizonte
viviendo de crepúsculo, siguiendo al mismo
niño.
Allí la zarzamora cubriéndose de polvo,
mientras miran
los álamos testigos en el cerco.
..... Es el mismo crepúsculo
adonde marcha el niño.
Y más allá, la historia que comienza
ahora...
* * *
LA ABUELA
..... Se puso tan mañosa al
alba fría,
la cerrada de puertas, la absoluta de
espaldas,
cosiéndose un pañuelo que nadie conocía.
..... Se bajó bien los
parpados. Con infnita llave
los cerró para siempre. Unos negros
marinos
vinieron a embarcarla en una negra nave.
..... Y la nave, de mástiles
de espermas y de velas
de coronas moradas de flores, era el
barco
que lleva a extraños puertos a las hondas
abuelas.
..... No hizo caso a nadie: ni
a la hija mayor,
ni a su eterno rosario: tan mañosa se
puso,
tan abuela recóndita metióse en su labor.
..... Ni el oleaje de rostros,
ni la llántea resaca
pueden ahora atraer su nave hasta esta
costa:
¡ni nadie de su extraño pañuelo ahora la saca!