Por ínsulas
extrañas
Por ínsulas extrañas
una paloma descansa
sus huesos derramados.
Del hierro muerto nace
la piel desencajada;
del hierro, dientes huecos
acechan en la puerta.
Por siglos negra y seca
la sangre nos espera,
la reja demolida,
la casa negra y seca.
Del agua resbalando
la muerte nos señala,
nos hiere, nos enciende.
Por mármoles, ciudades,
el ojo no se cierra:
miramos los espejos.
Del sueño caminamos
al sueño bostezando
y en trenes y estaciones
perdemos la nostalgia.
Por huesos la paloma
levanta las tormentas,
por brazos las extiende:
Del círculo de fuego
llegamos al desierto,
vendimos las antorchas,
clavamos las campanas.
Por últimos caminos
se doblan los planetas:
Por ínsulas extrañas
descansan las palomas
mordiendo sus heridas.
Las águilas del odio.
El hombre
cruel
En sus uñas las señales,
las invasiones de los perros,
el crepúsculo glacial,
la cara oculta y nueva
de la muerte.
Le duelen los dedos,
los ojos se le caen
y un par de sus dientes
le muerden el sueño.
La tarde:
descubrió los parques,
unas calles,
la distancia.
La tarde:
terminó las hojas,
los besos,
la visiones.
(Del libro Por
ínsulas extrañas. Santiago de Chile, 1982)
BIOGRAFÍA FRAGMENTADA
DE EUGENE O´NEILL
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.............. .................. .............. ............
(A Nelly Donoso)
I. Las Noches
Las botellas enfilan hacia el muro
donde tu hermano duerme:
En noches como ésta,
Eugene O'Neill corría
entre bares de New Orleáns.
En noches como ésta,
las botellas devuelven sus muertos
y un loro carraspea en el balcón.
La orquesta entera caía
por el abismo de los muebles,
mientras caían los discos,
mientras caía tu madre
en los sueños largos del opio.
James O'Neill no te creyó
cuando quisiste romper
el cordón de seda en las ventanas,
cuando viajaste en barcos carboneros,
cuando aprendiste el español
del "buenos días":
-Convéncete tú mismo:
no hay más vida que en las noches
donde se ahorcan los curas,
los niños,
los poetas.
Y tú quisiste abrir en las calderas
un hueco donde esconder al Conde de Montecristo,
donde morder el soliloquio del fuego
y adivinar familias felices
en la costa de Nueva Inglaterra.
II. El mono
velludo
Como el mono velludo,
imaginabas los dólares de plata,
como el mono velludo,
bailando,
regresaste cargado de hollín
y novedades.
Europa era una sopa de letras,
Europa era el grito desde el puente,
Europa era bombas de azufre
y tuvo que quedarse en una guerra.
Como el mono velludo,
abrazaste las jaulas rituales
y tus mujeres sintieron
los dedos del sol.
Y allí comenzaron los aplausos
y el mar al que volvías
sin saber por qué,
resonando en las botellas.
Como el mono velludo,
James O'Neill te mira
creyendo que le llevas periódicos
al banco del Central Park,
para taparlo entre las últimas modas
y un sabor inexacto de comedia.
III. Entre
hermanos
-Tú no te acuerdas del sol
que vimos en Utah:
cómo corrían mormones
bajo la lluvia creciente.
-Tú no te acuerdas,
tú no te acuerdas.
(Otra vez la lluvia asemeja
las noches del teatro vacío
y James O'Neill se muere
como un caballo de piedra).
-Tú no te acuerdas del sol:
Yo solo veía amanecer
y tú cerrabas postigos
para soñar con los aplausos.
(El último,
por fin,
el último segundo
en que James O'Neill dejaba
los parques,
los días,
el mar).
-Tú no te acuerdas de nada
y nunca dejaste mi sombra.
-Tú no te acuerdas de nada,
de nada,
de nada.
(El médico sacude la cabeza
y Eugene O'Neill llora
como nunca lloró en un estreno).
IV. Después
Lo que vino después
ya no importa,
todo el mundo lo sabe.
Lo que vino después
fue el mar,
de nuevo el mar
y una mujer de mármol
para negarle los hijos.
Lo que vino después,
en el infierno,
James O'Neill también lo sabe:
Un largo camino de noche
para no encontrar el día.
Un hijo suicida,
otra vez la muerte,
y ahora,
rompiendo sus vasos de oro
y todas las botellas.
(Del libro
Soliloquio de fuego. Santiago de Chile, 1984)
I
ASÍ ME FUI QUEDANDO CON LA TIERRA
QUE HUBO PARA MÍ EN EL CAMINO
MI PATRIA LEVANTÓ SU CUERPO MUERTO
AL RITMO DE LOS PASOS Y DEL MAR
II
ACOSTUMBRO A RECORRERME CON LOS DIENTES
y a reír a todos los días de mi cara
No puedo contemplarme en el espejo
y quiero ver pasar mi funeral
llorando yo también tras el difunto
Estoy pensando siempre en otro lado
ausente de la charla convencido
que alguien llegará en un relámpago
Me niego a discutir estoy cansado
me niego a descubrir lo que no he visto
Con el peso de mis años no se juega
CONVENZO A UN RUISEÑOR QUE YA ES VERANO
Buscando y rebuscando siempre y siempre
borré toda mi sombra y en el aire
volví a respirarme lo exhalado
Ninguna tierra guardo voy de paso
La arena me conmueve por su tacto
Prefiero no aburrir y hacer el tonto
de allí mis comentarios personales
No me lloren en el hombro ni me griten
que soy capaz de abrir mi calavera
Si nunca me sorprenden sonriendo
es porque llevo el sol en la cabeza
EN MÍ SE REUNIERON DOS INVIERNOS
y dos navegaciones y las sombras
No quieran que me saque el luto blanco
que llevo por mis muertos y su viaje
ANUNCIO LA VEJEZ DE LAS MUCHACHAS
aquí vengo a crecer dejadme entrar
no quieran encontrar un caracol
en este laberinto
sin el mar
III
DEL DOLOR SOY CIUDADANO DE LA MARCHA
de los trenes que perdí o no llegaron
El puerto me esperaba con sirenas
Allí estabas tú y me llevaste
a ver las escaleras de mi frente
Ni un solo momento estuve solo
Tampoco me dejó la voz del agua
VI
EN ESTA CORDILLERA ESCRIBIRÍA
mi nombre y cada letra de tu nombre
aquí me quedaría para siempre
en esta claridad en esta casa
(Abiertos los balcones y en el cielo
temblando con tu voz ya veo el sol
cómo corren los muchachos en el parque
para vernos otra vez desde la calle)
Y allí de nuevo tú en cada sitio
las cosas que dejamos y ese pan
abierto por mi mano aquí en la mesa
POR ESTA CORDILLERA VAN TUS OJOS
Convénceme que hoy ya no te encuentro
ni estás en frente a mí que no me esperas
POR ESTA CORDILLERA VAN TUS OJOS
VII
HACE AÑOS QUE MI DIOS YA ME SEÑALA
No me asusta el purgatorio ni el infierno
sólo verme con la piel petrificada
Mi Dios no tiene lengua ni palabra
A MÍ ME CONDENÓ A HABLAR SU SANGRE
Mi Dios recorre el sol en el invierno
y me sueña y se despierta a medianoche
XVII
SOY EL LÁZARO QUE AL FIN HALLÓ TU FRENTE
Soy la patria desde el sol que no me mira
Me levanto desde el norte hasta la sombra
que agita cementerios y planetas
me arrepiento de vivirme sin tenerte
desde el día que miré mi espejo roto
(Mi Dios ya no podrá soñar conmigo
mi voz descubre el mar y todo el mundo
Con mi nombre se construye cada estrella
La pampa se ilumina con mi paso)
No recuerdo un solo día sin nombrarte
mi herida mi muerta mi lejana
Ya no puedo regresar al viejo cuerpo
SOY EL NUEVO CIUDADANO DE LA MUERTE
Soy la patria del dolor y su cuchillo
(Del libro Lázaro
siempre llora. Santiago de Chile, 1985)
[Marcadas esas cartas sonreía]
Marcadas esas cartas sonreía
eras bastos .. copas ..
peces
al otro lado exactamente
del mundo encima .. abajo
¿dónde estaba aquel preciso
centro de la tierra?
Marcadas esas manos
tocando el filo extremo de la llaga
hundiéndose también en las palabras
quietas ya .. Sin su llamada
Eran otros los espejos .. las murallas
marcadas nuevamente por sus pies
condenados .. nosotros ..
a lo errante
¿dónde estaba aquella calle
qué ciudad la repetía?
Calladas esas cartas
calladas esas manos
de polo a polo largamente
Música callada
............ ............ .............. .............. .......
(A Josep-Ramon Bach)
Adriático
en Dubrovnik
Este mar .. este mar ..
Este Mar
Único .. perfecto ..
conjugado
navegándose perpetuo en su descanso
ceremonia rito de lenguaje
He aquí el rostro de las horas
el brazo que recorre y no respira
(Yo he visto como el sol en su cadencia
adivina el arrebato .. la partida)
Argonautas que regresan con manzanas
lirios .. islas en las manos
y el peso de mis ojos en su viaje
Aquí el mar completo en su desnudo
frágil .. terrible ..
cuerpo entero
Aquí converge el sueño por su sangre
y rompe el sol su centro presentido
(A Jaime Siles)
(Del libro Ejercicio
del decir. Santiago de Chile, 1989)
Danza Macabra
Dios nunca juega a los dados,
pero los carga de muerte.
Dios nunca juega a las cartas,
aunque a su hijo lo cuelguen.
Dios ya no lee las manos
ni traduce cenizas.
Dios tan sólo bosteza
mientras la danza macabra
nunca se acaba en la sangre.
1989
Tal vez la decadencia da sus frutos
o el áspero danzar de las desdichas
es algo que nos cruza solamente;
quizás en los anuncios, los secretos
que rompen, rechinando, los cristales:
Muro de la China que circunda
muro de nosotros nunca abierto.
(Vuelan helicópteros, aviones,
truenan las campanas con su aliento).
Aquella libertad de cielo raso
-me dicen que han caído un par de muros-
recuerda un sinsabor a pan reseco.
Todo es esperanza y en el árbol
parece que la rama está quebrada:
Túmulos, olvido, mil perdones.
Seguro no tendremos compasión.
(Del libro Verbo.
Santiago de Chile - Buenos Aires, 1991)
Retrato bajo
la lluvia
Escribo la palabra enamorado
en el aire, quizás en la cortina
y esa luz abriéndome el asombro
escribe ya perdida y yo perdido
escribo entre las diez y las catorce
en medio de estas nubes, repetido
para verte de una vez perfectamente
como agua recortada por mis ojos.
Los elegidos
Fuimos una estirpe generosa
el don que nos fue dado en privilegio
lo hicimos madurar perfectamente.
Sólo que algo nos faltó, no fue el silencio
ni el ansia de morir en la batalla.
Sólo que algo estaba allí detrás del sol
y las noches donde el mar se estremecía.
Vimos los caballos y los peces,
el rápido aletear del tiempo ajeno;
vimos el diluvio, la ruina, el esperpento
y el húmedo contacto de la tierra.
Nada es como ayer ni puede darse
el fruto en el invierno despiadado;
la historia no quisiera recortada
al tiempo reescribirlo en la derrota.
Cada cosa en su lugar,
también la muerte.
Fuimos una estirpe generosa.
(A Mauricio Barrientos)
(Del libro Vicio
de belleza. Santiago de Chile, 1992)
Oráculo
-No hay azar más claro que el iris de mi ojo,
pregunten a los hijos que van llorando tierra,
deténganse en el mar a respirar su vuelo
si el sol es transparente y gime y no aparece.
La adivina cierra sus ojos y crepitan
los dientes y su lengua, malhumorada, seca.
-La rueda vuelve siempre al centro de su cielo
y todo se detiene y habla y permanece.
-Desnuda en el desván irá tejiendo siempre,
tal vez nunca regrese su amante de la guerra
y bailarán los años y sin reconocer
los trozos de metal, la columnata, el mar.
-Después veo silencio y un grito despiadado.
La sangre descubrió su propio peso hueco.
Más allá un incendio y el caballo cónsul
y mártires que huelen a gloria antojadiza.
...Hay nubes en mis cejas y peces,
hay planetas...
Puedo ver la huella cómo se desfigura y cae.
La luna se avecina, el ángel se avecina.
Dos mil campanas hieren, se clavan en mi oído
y Jericó se rinde y el águila perece
mientras el toro huye detrás de los leones.
Penúltimas noticias, los heraldos corren:
Ha caído Roma, Tenochtitlán el Cuzco.
-Otra vez el llanto recorre mis anillos.
-La policía aguarda detrás de las murallas,
no hay escapatoria, me arrastran con azufre,
me fuerzan, me condenan, me besan en la cara.
-¡Alejen los espejos, aviven ese fuego!
-El hambre me conmueve y siento como vuelan
los cuervos en mi boca, enloquecidos míos.
-¡Por qué jamás anuncio lo que se escribe
ayer!
...Hay nubes en mis manos,
recuerdo sólo el mar...
(A Gonzalo Rojas)
Los videntes
Todos íbamos a ser Rimbaud.
Todos íbamos a ser Artaud.
Todos íbamos a ser Edgar Allan Poe.
Lo que pasa es que ni Verlaine,
ni un poeta menor, ni aquellas líneas
del pequeño escribano de la corte.
Nada, ni en el aire, ni un poema:
Todos íbamos directo al matadero.
Poema del secreto
Déjame la voz, te doy el canto,
déjame lo oscuro de la noche,
que exista siempre aire entre nosotros,
siempre la alegría del quizá.
Déjame los ríos, el agua, el mar que rompe
ahora,
en medio de los dos
ese inmenso arrecife que recoge
aquel secreto nuestro desde ayer.
Déjame en tinieblas; el sol a ti, la luz.
Yo encierro tu destello en mi garganta.
(Del libro Visión
del oráculo. Santiago de Chile - Barcelona, 1993)
En sánscrito
Invertida en sánscrito
la palabra ángel,
la palabra cielo
invertido en el espejo.
Los ángeles que vuelan
de atrás hacia delante.
La palabra muerte, arcángel, muerte:
la palabra muerte claramente
escrita.
Abandono
El dios que me protege está cansado.
Su nave detenida sin el viento
se rompe en el contorno de la playa.
El hada que me llama ni susurra
ni canta, ni ilumina alguna noche
de muerte presentida o en vigilia
enferma de dolor, de hueso y carne.
El ángel protector vuela perdido,
el dado de mi suerte está gastado.
Alguien dice que es el tedio, la costumbre
al pálido semblante de mi estampa.
(Del libro Romper los ojos.
Santiago de Chile. Barcelona, 1995)
XX
Luego la batalla repetida,
los cuerpos en la escena con su carne:
visiones, dentelladas, exabruptos
muerte pasajera, resurrecta,
vívida humedad de cielo en tierra,
tierra de las nubes en las manos.
Y en los dedos de los pies, en la saliva,
en un trozo de la piel, en todo el cuerpo,
llamaradas, laberintos, viento agreste
que cura y no da tregua
al hambre de tus aguas,
al peso de tu centro.
Y luego la embestida del furioso,
la rabia del dulce arrobamiento,
el hueco o el vacío, la distancia,
el ritmo que no cesa y que no cesa:
el labio en la cintura,
la huella de tu paso,
el ojo entre los dedos que resuella.
Una y otra vez la voz del cuerpo,
la voz que se desgarra abandonada
en dos fracciones juntas y distintas,
en dos amantes ciegos que se besan.
(Del libro El Arte de la
Guerra. Santiago de Chile, 1995)
*
DESCUBREN SU DESEO POR LAS NOCHES. LOS PERROS VAN LADRANDO Y ELLOS
GRITAN. NADA LOS DISTINGUE NI SEPARA. ES EL SUEÑO, EL PERFUME,
LA DESGRACIA, DEL CRUEL DERRAMAMIENTO EN EL PLACER.
Queremos perpetuar la descendencia
del líquido vertido en el vacío,
queremos deshacernos para entonces
abrir aquella herida deslumbrante.
Nada nos detenga en el impulso,
en la fiel cabalgadura emborrachada;
otros ya bebieron, vaya ahora
el turno de los muertos sin simiente.
Otros al destierro, al pan, la lluvia,
nosotros al desgarro, a la tortura
del húmedo en agraz sometimiento.
*
ABARROTADO EL TREN DE LOS INSOMNES, DE LOS MUERTOS, DE LOS COTIDIANAMENTE
ENFERMOS, MIRAN SIN MIRAR LAS HORAS; OYEN SIN OIR EL RITMO, LA
EXTRAÑA JUVENTUD QUE NUNCA HA SIDO, LA PÚTRIDA VEJEZ
ADONDE LLEGAN.
El trabajo hará libre a los esclavos,
el trabajo saciará aquellos sueños,
el trabajo dignifica y ennoblece,
el trabajo con vigor de una sonrisa.
El trabajo de amoníaco y vinagre,
el trabajo de Caín, de Abel, de Adán,
el trabajo de la cruz y la condena,
el trabajo del sudario, de la esponja.
El trabajo de los Hércules y Aquiles,
de David y Goliat, de aquel vecino
calvo ya de tanto hacer el gesto
de primate, de mandril, de mono enfermo.
El trabajo de animales en la feria,
el trabajo de las pulgas y de hormigas,
el trabajo como buey o como toro,
el trabajo del silencio sin derrota.
El trabajo de seguir en la batalla,
el trabajo sin amor en la pasión,
el trabajo que nos grita y nos escupe:
Todo eso sin descanso, sin dulzor.
*
SIN ODIO, INDIFERENCIA NI PECADO. SIN MARES QUE CRUZAR PORFIADAMENTE;
AUSENTE LA BELLEZA DE LOS LABIOS: PERDIDOS EN EL HONDO POZO YERMO,
SIN MIEDO NI DOLOR, SIN EL PLACER, SIN PATRIA NI VENTU- RA, NI
DESGRACIA: SIN SUEÑOS QUE SOÑAR NOS DESCUBRIMOS
CON LAS ENTRAÑAS SECAS EN LA TIERRA.
La ascensión es materia de los dioses
o de ángeles caídos que prosperan:
nosotros nos quedamos en el puerto
esperando algún navío que no vuelve.
Es la cruel esclavitud, la servidumbre,
la piedra que destroza nuestros dientes;
aquella única pasión entre montañas
de voces y espejismos desgarrados.
Lúcidos, huir de lo querido,
de la mísera porción de vida plena:
creer que la alegría nos devora
en un extraño rapto de avaricia.
Ninguna vana luz, ningún relámpago,
nada en el desierto: nadie aguarda.
La cárcel es la única morada.
(Del libro Escenas del derrumbe de Occidente.
Santiago de Chile, 1998)
III. Rex tremendae
El Dios que nos inunda en la desgracia.
El Dios de espinas, llagas y sicilicios.
El Dios de la venganza en este ojo.
El Dios que permitió la muerte injusta.
El Dios inmenso, todo, omnipotente.
El Único, la Voz, el Trueno, el Odio.
El Dios que abrió la puerta del infierno:
El Dios que hizo al hombre y a este mundo.
XVI. Libera me
Del tiempo que nos cruza como un trueno congelado,
del plazo y de las deudas con los vivos y los muertos,
de la blasfemia dicha por la injusticia siempre,
de todas las mentiras que nos envenenaron
y todas las mentiras aún no pronunciadas.
Del agua y la esperanza de sanación en vida,
de los profetas ciegos, de la verdad a medias,
del grito, de la sangre, de los terrores diarios
y del vacío pleno en soledad de cárcel.
Jamás de la hecatombe, del juicio indispensable
que habrá de ensombrecer el ceño de las madres;
jamás de los castigos por las cenizas mudas:
el precipicio amargo del despeñado en culpa.
Libérame del hierro que destrozó la risa,
libérame del pan de la falsía indigna,
libérame del miedo al trueno que somete.
Libérame, mi Dios, del propio corazón.
(Del libro Réquiem.
Santiago de Chile, 2001)
El poeta escribe
dictado por su mal
Desciende el río turbio de las palabras dichas
al mar que nos confunde en su belleza y ritmo:
trae los secretos de las vocales huecas,
trae despedidas en consonantes yertas,
la voz, el gesto, el grito, la desesperación aullada,
la súplica, el desdén, la orden, el lamento,
trae los versículos de la escritura a ciegas,
trae las montañas de letra muerta y seca.
Rompe sus contornos, desborda por su llanto,
inunda hasta las piedras sabias e inmutables,
el río que no acaba, la sangre ya vacía,
el agua limpia lágrimas de engaños y de tiempo.
Baja el río solo, sin cesar, sin ruido:
Cae lentamente el arco de las voces.
Cae lentamente un silencio muerto.
(A León Guillermo Gutiérrez)
Chile
La envidia se desata en este circo pobre:
El domador aúlla y ruge y estornuda,
la equilibrista sueña con tierra firme siempre
y un payaso ordena el mundo entre sus dedos.
La patria se disfraza, cortés, civilizada
en una bendición de dones ya maduros
que enseñan gravemente la luz opaca y fría
del sol sin su destello, sin su calor sereno.
El circo se disfraza, la patria se desnuda,
la envidia nos despierta, nos mueve, nos consume.
La única verdad es la que nos desmiente:
El circo no termina, la mascarada crece,
el bufo, la corista, el fanfarrón, el santo,
todos en la pista cruel y provinciana.
(A Roberto Díaz Muñoz)
(Del libro Memoria
muerta. Santiago de Chile, 2003)
El demonio de Velázquez
........... ........................
..................... (Las Meninas)
La niña observa al perro que ladra sin piedad
al alba de la tarde perdida en un espejo.
No existe la belleza en estos cuatro muros
sino la podredumbre, el odio, la mentira
donde me descompongo, me pudro, me arrebato
de tanta inútil fama, poder, desasosiego.
La España de la gloria ha muerto hace cien años,
el hambre es la palabra, la ley de cada día
donde morir quisieran los niños o los viejos
y no morder el hábito de un cura carroñero.
Aquí me tienen todos, delante de coronas,
maestros, necedades, pruritos o acertijos;
aquí les miro entonces a cara descubierta
y río en los reflejos, en el palacio entero
como un fantasma ronco que grita su verdad.
Agónica mirada que cruza por el tiempo
buscando en otros ojos mis ojos ya vacíos.
Fátum
Escaleras blancas con flores y alegría,
calles de sonidos de vida deslumbrante,
belleza en las ventanas, en esos pasos, aire
que cruza con bonanza de días verdaderos.
Todo hermoso entonces, todo luz y estrellas
que no presagian nada que enturbie lo perfecto.
Sólo un rayo inmenso, el dedo del Supremo,
sólo cuatrocientas o mil desgracias juntas
y todo se detiene, se rompe, se disgrega,
se aja, se evapora, se quema, no regresa
y todo se derrumba, desaparece todo
y aún creemos sordos en la esperanza ciega.
(A Luis García Montero)
Demonio de la nada
El cáliz derramado, la sangre del cordero,
el odio y el silencio alientan estos días
de truenos y de rayos caídos en la frente
en medio de mi centro, del puro amor reseco.
Los huesos ya desechos del padre en su mortaja
cavilan en los ojos, se oyen por la tarde
y vuelve a la garganta el grito amancillado
por mares de fiereza, de olvido, de la ausencia.
Desenterrar los dedos desde la despedida,
reconocer el cielo que aún espera inquieto;
oír lo que se ahoga detrás de las palabras
y ver en la ceguera. Y ver en la ceguera.
Aún así retumba la herida en mi cabeza,
del párpado sin sueño, del sexo anochecido
en extravío entonces el hálito sereno
y nada ya consuela desde el recuerdo ajado.
Se cierran esas puertas de una casa a solas
y el hombre, el padre, el niño anuncian su fracaso.
Cae algún telón en ese teatro absurdo
y la memoria muerde como una bestia atada.
(A Felipe Cortés)
(Del libro Demonio
de la nada. Santiago de Chile, 2005)
(Selección
del autor especialmente para proyecto patrimonio)