Poesía
de Andrés Morales
VISION
DEL ORACULO
Por Aristóteles
España
Del latín Oraculum,
que significa "respuesta que da Dios o por sí o por sus ministros",
"lugar, estatua o simulacro que representaba la deidad cuyas respuestas se
pedían", este libro titulado "Visión del Oráculo"
(Red Internacional del Libro, Santiago, 2005), de Andrés Morales
(1962) es un juego
del imaginario personal hacia otro colectivo donde el poeta aporta una visión
desintegradora de un universo que se recoge y salta en el infinito como un niño.
"Todo
se detiene y habla y permanece", dice, mientras se escuchan gritos despiadados
desde el fondo de la tierra y todo el poemario se estremece, saltan las vocales,
los adverbios están arriba de los árboles y la historia se desplaza
entre Roma, Tenochtitlán, El Cuzco. Extrañas fantasmagorías
recorren las ciudades y las ventanas de un lugar que puede ser Santiago, Lima,
Pekín, México, y la niebla dibuja el rostro de Vladimir Holan en
medio de la noche mientras se abren los muros y leemos en su texto "Los
Videntes":
"Todos
íbamos a ser Rimbaud
Todos íbamos a ser Artaud
Todos íbamos
a ser Edgar Allan Poe.
Lo que pasa, es que ni Verlaine
ni un poeta menor
ni aquellas líneas
del pequeño escribano de la corte.
Nada,
ni en el aire, ni un poema;
Todos íbamos directo al matadero".
Poesía
para volarse los sesos en medio de una noche de lluvia mientras las palabras cotidianas
vuelan, raudas, hacia otros lugares y sólo existe una salida: la de buscar
entre los escombros los espacios del porvenir como decía René Char.
Andrés
Morales nos propone una lectura de los regresos, del mundo que se invierte y no
hay nada que temer solo los pálidos reflejos del "quizá".
Sus
textos son estremecedores, por sus grietas aparece un país desolado, el
viento chileno que choca con los truenos de T.S. Elliot, el aeropuerto de Zurich
donde hay ángeles llenos de miedo y el mar Adriático es un largo
cementerio donde aparecen los ojos de Borges, cuando dice que la lluvia es una
cosa que, sin duda, sucede en el pasado, e imágenes de autores españoles,
ingleses, franceses, que Andrés Morales ha incorporado a su acervo cultural
para desplazarse a toda velocidad por distintas culturas del planeta en un viaje
vertiginoso jugando con el oráculo como los niños juegan con los
volantines en primavera.
Libro memorable que está destinado a sobrevivir
en la jungla de este idioma en un remoto país como el nuestro. Gonzalo
Rojas nos dice que "Andrés Morales no sólo es poeta. Está
condenado a ser poeta. Errando, errando, errando, hará lo suyo prefiriendo
a los éxtasis el sacrificio. No yacerá en un libro como tantos.
Crecerá, volará".
El libro está dividido en dos
partes: "Poemas del vidente" y "Poemas a Dido". En la parte
final el autor juega con las luces de una ciudad inexistente, el vacío,
y el hueco que producen los vientos en las manos. Poesía que rescata el
amor y las edades del mundo, para siempre.
Andrés Morales nació
en Santiago en 1962. Ha publicado "Por ínsulas extrañas";
"Lázaro siempre llora"; "No el azar"; "Ejercicio
del decir"; "Verbo"; Vicio de la belleza", entre otros. Premio
"Miguel Hernández", de Argentina; Premio "Manantial",
de la Universidad de Chile; Beca de la Fundación Pablo Neruda en 1988;
Beca del Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, 1992. Es Docente de
Literatura en la Universidad de Chile y Doctor en Filosofía y Letras con
Mención en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma
de Barcelona, España.
Fotografía: Patricio
Luco