BREVE
VISIÓN DE LA POESÍA
CHILENA ACTUAL
Por
Andrés Morales
Texto publicado
en "La Estafeta del Viento", Revista de Poesía
de la Casa de América. Número 6 (Otoño - Invierno)
de 2004. Madrid, España, 2004.
Intentar una mirada imparcial en torno a la
actual poesía chilena es un trabajo casi imposible, soberbio
y hasta ingenuo. La continua renovación del género impide
poseer la distancia y la objetividad necesarias en este tipo de análisis
que, en todo caso, no pretende, ni lejanamente, instaurar
un canon o, más aún, agotar el tema. Se trata entonces
de una lectura personal y basada en algunos criterios que apuntan
más bien a la representatividad de los autores, a la emergencia
de sus voces y al placer de la lectura íntima del que aquí
suscribe.
Es común en estos días oír bastante sobre la
poesía chilena. La estatura de las figuras de Nicanor Parra
y Gonzalo Rojas (consagrados y vueltos a consagrar continuamente por
casi todas las instituciones y premios de España e Hispanoamérica)
han refrescado en los lectores la imagen de una tradición marcada
esencialmente por la voz de Pablo Neruda (cuyo centenario nos ha inundado
con su vida y obra) y, para aquellos que conocen más de esta
poesía, con las presencias de Gabriela Mistral, Vicente Huidobro
o Pablo de Rokha. De alguna forma, se ha hecho justicia con ambos
poetas y se ha reconocido la importancia de la ya mítica generación
de 1938, notabilísima en sus autores y propuestas (y quiero
destacar también las obras de Eduardo Anguita, Humberto Díaz
Casanueva, Rosamel del Valle y de aquellos surrealistas del grupo
"Mandrágora"). Aún así, la poesía
chilena pareciera detenerse en ese momento histórico para la
mayoría de los lectores españoles(1).
De vez en cuando algunas editoriales reeditan las obras de Enrique
Lihn, Oscar Hahn o Raúl Zurita, pero no es común que
(salvo la excepción de los jóvenes Javier Bello y Leonardo
Sanhueza, premiados recientemente y editados por Visor) se pueda hablar
de una divulgación real de la poesía chilena. De sobra
está señalar que falta urgentemente una antología
completa, al menos de los últimos cuarenta años, para
"iluminar", aunque sea parcialmente, el panorama de la actual
lírica chilena(2).
Frente a este desconocimiento es alentador poder esbozar algunas ideas
y situar algunas obras de los poetas que han ido continuando una fértil
tradición que hoy podría catalogarse como pluridireccional,
heterogénea y superpoblada de nombres. En este sentido lo primero
que hay que subrayar es la obvia coexistencia de las llamadas "generaciones"
que se superponen en producción y en figuración en el
pequeño escenario de las letras de Chile. Así junto
a Rojas o a Parra, otras presencias insoslayables son las de Miguel
Arteche, Armando Uribe Arce, Stella Díaz Varín (de la
generación de 1957, conocida como "de los años
cincuenta") junto a Floridor Pérez, Jaime Quezada, Manuel
Silva Acevedo, Waldo Rojas, Oscar Hahn, Gonzalo Millán y tantos
otros de la generación de 1972 (tradicionalmente señalada
como "de los años sesenta"). Así, sin querer
transformar estas páginas en un miope e inútil listado
de nombres, aparecen -casi como un fenómeno de la naturaleza-
"oleadas" de poetas que por su rápida iniciación
y vigencia, hacen tambalear cualquier intento de categorización
desde el punto de vista generacional. De esta forma, surgen la "generación
de los ochenta" (o del '87, o "de la dictadura", o
"N.N."(3)), la "generación
de los noventa" (o del 2002) y, en estos días, una novísima
generación, sin rotular aún, que comienza a dar sus
primeros frutos en libros o revistas de escasa circulación,
pero que intenta "instalarse" con pie firme. Sin la necesaria
perspectiva ante tan atiborrado paisaje, casi resulta más práctico
y hasta más justo, hablar más que de "generaciones",
de "promociones". Pareciera que los años de formación,
los años de vigencia, etc. de cada generación no alcanzan
a cumplir los plazos tradicionales que la crítica apunta en
el sentido más canónico. Por otra parte, a pesar de
los rasgos distintivos de estas promociones, existen líneas
comunes que pueden unir a los distintos autores produciéndose
una serie de vínculos intergeneracionales que hablan de una
ligazón distinta a las que se conocían antiguamente.
En este derrotero hay que apuntar al cambio de muchos poetas desde
un discurso político, ideologizado y comprometido a una escritura
más actual, con las problemáticas propias de la democracia,
del mundo globalizado, de los temas tradicionales de la poesía
universal(4). Pero el problema
más interesante, es la aparición constante de voces
nuevas (algunas "clasificables" en grupos, promociones o
generaciones) y su casi nula consolidación en la conciencia
de los lectores. Muchos libros, pocas revistas literarias, casi ninguna
crítica periodística(5)
y casi ningún estudio, reseña o mención en la
crítica académica(6),
complican el afianzamiento y consistencia de estos autores. Tanto
es así, que la poesía ha sido desplazada en la mayoría
de la prensa y de las revistas académicas por los artículos
y ensayos en torno al pequeño "boom" que se ha conocido
en torno a los jóvenes y no tan jóvenes narradores chilenos.
Las suspicacias aquí son muchas y, obviamente, apuntan a estrategias
de mercado y publicidad de las casas editoriales más que a
una justa valoración de este fenómeno.
Ante tan confuso panorama, me parece indispensable mencionar, sin
ánimo de categorizar nada, las líneas que antes apuntaba
como principales en la poesía chilena actual.
La generación del ochenta u ochenta y siete significó
la radicalización, en muchos casos, del discurso político
y social. Paralelamente a esta opción, otros autores como Juan
Luís Martínez(7)
o Raúl Zurita optaron por una escritura que apelaba a los recursos
de la neovanguardia y abrieron un universo extraordinario que conjuntamente
a los esfuerzos desplegados por Diego Maquieira, Rodrigo Lira o Carlos
Cociña, significó la aparición del discurso feminista
(Teresa y Lila Calderón, Verónica Zondek, Alejandra
Basualto, Bárbara Délano); neocoloquial (Sergio Parra,
Víctor Hugo Díaz); etnocultural y metapoético
(Tomás Harris, Clemente Riedemann, Eduardo Correa, Javier Campos,
Eduardo Llanos, Gonzalo Contreras, Soledad Fariña, Mauricio
Barrientos, Andrés Morales); homosexual (Francisco Casas);
indígena (con el extraordinario e importantísimo poeta
fundacional Elicura Chihuailaf); etc. Este hecho marcó un cambio
en la lírica chilena pues permitió atisbar una diversidad
discursiva como nunca antes vista, asunto de primer orden pues serviría
de necesario antecedente para que las promociones posteriores (sobre
todo la del noventa) pudiesen articular una poesía sin compromisos,
desprejuiciada y sin ataduras ideológicas. Asunto que también,
desde la segunda mitad de la década de los ochenta, se complementaría
con la apertura política que permitió recuperar la democracia(8).
Este particular momento significó también un intento
de reparación de parte del alicaído entramado cultural
del país; con una verdadera explosión de ediciones de
libros (autoeditados o en sellos pequeños), de revistas (de
muy baja circulación) y, fundamentalmente, de la aparición
de Talleres Literarios, espacios amparados por un par de instituciones
(Sociedad de Escritores de Chile y Biblioteca Nacional) u organizados
por estudiantes y poetas bisoños en universidades o, simple
y llanamente, de forma privada. Años de esperanza en los años
venideros, el final de los ochentas significaron la madurez de una
poesía que avanzaba hacia temas y preocupaciones muy similares
a las actuales.
Entrados en la década de los noventa aparece, como se ha dicho,
una nueva promoción que se autodenomina "de los noventa".
Grupo heterogéneo en sus búsquedas y procedimientos,
se forma casi completamente en las universidades(9).
Entre sus hallazgos puede contarse el intento por no hegemonizar ni
monopolizar ningún tipo de escritura, consiguiendo una diversidad
de tonos y estilos que buscan a sus referentes en otras literaturas
(neohelénica, francesa, anglosajona) más que en la propia
tradición chilena o de la lengua castellana. También
cultivan un desprejuicio en cuanto a las temáticas y registros,
realizando una lectura abierta de las múltiples posibilidades
del género. De esta forma conviven sin problemas neoclasicismo,
neosurrealismo, antipoesía, neovanguardismo y, por cierto,
una lírica de tono clásico. Como muy bien señalara
Javier Bello en su tesis de grado(10),
estos poetas se transforman en desarraigados, en huérfanos
de su propia tradición cultivando una escritura donde no caben
los cenáculos ni las asociaciones. Una sana desconfianza anima
a la mayoría. Con inusual fuerza, estos autores se consolidan
rápidamente y ocupan un espacio (lo quieran o no y dentro de
los reducido del mismo…) en la palestra literaria. Voces como las
de Javier Bello, Ismael Gavilán, Germán Carrasco, Cristián
Gómez, Julio Espinosa, Armando Roa Vial, Sergio Madrid, Verónica
Jiménez, Kurt Fölch, Alejandra del Río, Cristián
Basso, Julio Carrasco, Santiago Barcaza, Leonardo Sanhueza, Andrés
Adwanter, Santiago Bonhomme, David Preiss, Patricio Cifuentes o Malú
Urriola entre muchos otros, publican con gran velocidad sus primeros
libros y consiguen articular encuentros, antologías y talleres
que, poco a poco, demuestran el notable talento que poseen. Como es
tradición en la poesía chilena, también dentro
de este grupo, las ciudades de las regiones han ido incrementando
su gravitación en el género. Concepción, Valparaíso,
Temuco, Chillán y Valdivia se convierten cada día más
en centros de gran producción poética. Las universidades,
los centros culturales y comunitarios se han erigido en espacios donde
se continúa la tradición de los talleres literarios
y donde, con mayor o menor fortuna, se intentan publicar algunas revistas
de poesía.
Cuando la promoción de los noventa pareciera constituirse en
los "novísimos" del momento, con extraordinaria velocidad
surgen otros jóvenes que quieren abrirse paso con sus libros
y visiones de mundo. A veces catalogados entre los poetas del noventa,
otras veces señalados como autónomos, estos últimos
autores ya realizan encuentros literarios(11),
planean primeras ediciones y antologías poéticas. No
es posible saber cuál es la razón de tanto interés
y tanta proliferación poética, pero es indudable que,
a todas luces, la calidad no merma en pos de la cantidad. Otra vez
las universidades son escenario importante para el desarrollo de una
nueva promoción(12),
es allí donde se gestionan, otra vez, talleres y revistas de
gran interés. Tema aparte y complicado es dar algunos nombres
-dada la gran cantidad de autores- pero baste con señalar que
se habla de, al menos, una treintena de poetas (si es que esta cifra
no es, tal vez, conservadora)(13).
Como impresión o, mejor, como visión de estos últimos
años es necesario repetir las ideas de una poesía donde
la continuidad, la diversidad y el desconocimiento entre los diversos
países de lengua castellana son las notas dominantes. Si a
esto le agregamos una suerte de "desprecio" entre las diversas
literaturas hispanoamericanas y española (donde se cree que
lo mejor es lo realizado en el propio país y donde se mira
con recelo lo escrito en otros), rápidamente se concluye como
natural que muchos poetas busquen en lejanas tradiciones y otras lenguas
sus referentes inmediatos.
Mientras tanto, a pesar que el género poético ha ido
teniendo una condición de "desplazado", a pesar que
la crítica no logra dimensionar con justicia la extraordinaria
vitalidad de la poesía y a pesar que sólo unos nombres
muy consagrados parecieran abarcar toda la atención de los
pocos lectores, la poesía chilena continúa en constante
movimiento persiguiendo no sólo su permanencia sino también
nuevos derroteros donde este difícil arte pueda dar mucho más
de sí.
Notas
(1)
Recuérdese que este artículo tuvo como principal público
receptor a los lectores españoles.
(2) Cabe destacar que, con posterioridad
a la aparición de este escrito, el poeta Julio Espinosa publicó
en Madrid su antología poética La poesía del
siglo XX en Chile. Editorial Visor. Madrid, 2006. Sin duda alguna,
un excelente trabajo que, por desgracia (y en atención a las
limitaciones de espacio, imagino) sólo alcanza a abarcar, en
la generación del '80 u '87 , la voz de Tomás Harris
(1956).
(3) En
clara referencia a la situación de los desaparecidos en la
época de la dictadura militar del General Augusto Pinochet.
Los "N.N." o los "sin nombre", como tantos olvidados
en esas terribles tumbas sin identificación.
(4) Particularmente en algunas voces
de la generación del '80, que en un comienzo se decantó
por una escritura social y política, el caso de José
María Memet, por ejemplo (o en una segunda instancia por un
neovanguardia también ideologizada, el caso de Raúl
Zurita).
(5) Con la sola excepción de "Revista
de Libros" de "El Mercurio" o un par de columnas en
periódicos como "Las Últimas Noticias" o "La
Tercera de la Hora", las más de las veces orientadas a
la crítica de la "nueva narrativa chilena" y donde
la poesía es comentada escasamente y, muchas veces, con una
mirada bastante sesgada.
(6) Donde sólo pueden señalarse
algunos estudios importantes de Soledad Bianchi, Naím Nómez,
Iván Carrasco, Grínor Rojo y Ana María Cuneo,
casi todos concentrados en la Universidad de Chile o de Santiago o
la Universidad Austral de Valdivia.
(7)
(1942-1993). Sus obras poéticas editadas son La nueva novela
(1977), La poesía chilena (1978) y Poemas del otro
(póstumo, 2003).
(8)
De allí el cambio en el discurso poético de algunos
autores de esta promoción, quienes abandonan el compromiso
ideológico ante la solidez de los cambios históricos
y a la luz de los influjos de otros poetas que, desde el extranjero,
exilio involuntario o voluntario, se han empapado con otras referencias
culturales y otras tradiciones y temáticas "actualizando"
sus obras y desplazando lo político a un segundo o tercer plano.
(9) Evidentemente con algunas excepciones.
Para confirmar este hecho véase Códices. Antología
Poética. de Javier Bello y Rolando Carrasco. Facultad de
Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile - RIL Editores.
Santiago de Chile, 1993.
(10)
Bello, Javier. Poetas chilenos de los Noventa. Estudio y Antología.
Tesis para optar al grado de Licenciado en Humanidades con mención
en Lengua y Literatura Hispánica. Facultad de Filosofía
y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago de Chile, 1995.
(11)
En octubre de 2004 se realiza en Santiago el Encuentro "Poquita
Fe" donde se dan cita los más jóvenes autores del
género.
(12) Especialmente en la Universidad
de Chile, en la Universidad Católica de Valparaíso y
en algunas (pocas) universidades privadas de reciente data que han
abierto carreras de literatura (con mayor o menor fortuna).
(13) Hace poco el poeta Raúl Zurita
ha antologado a poetas de los noventa y de la última promoción
en Cantares, nuevas voces de la poesía chilena. LOM
Editores. Santiago, 2004.