"Sótanos
pájaros", (Tranvías Editores, noviembre 2006), Poesía de Ana María
Falconí.
EL PÁJARO Y
LA PIEDRA
Por
Carlos López Degregori
Texto leído el 09 de febrero de 2007 en
el Jazz Zone de Miraflores durante la presentación de "Sótanos
pájaros"
Es ya una opinión generalizada sostener que
la poesía peruana se ha fragmentado en un archipiélago en el que cada
poeta habita su propia y solitaria isla. Utilizo esta imagen en el
sentido de la dispersión de lenguajes y propuestas, por supuesto; pero,
también, para referirme a la ausencia de interrelaciones y redes que
permitan ofrecer una valoración general y la constatación de una
jerarquía en la que podamos situar lo que realmente vale. Siento, sin
embargo, que Sótanos pájaros es una grata revelación; un libro
que, a diferencia de tantos primeros poemarios, ha sabido aguardar,
madurar y crecer para llegar al fin a los lectores porque ese destino
era ya inevitable.
La dispersión actual de lenguajes no implica
desconocer la existencia de actitudes poéticas que operan por oposición.
Ellas siempre han existido -desde los orígenes de la poesía oral y
oriental y occidental- y nada impide que sigan teniendo vigor hoy en
día. Una de esas oposiciones es la que distingue una dimensión poética
externa, contrapuesta a otra, interna. En efecto, hay poetas que tienden
a lo exterior, que practican una poesía expansiva y abierta en líneas
generales a lo "otro" o al "otro". Una actitud opuesta, en cambio, es la
que privilegia una fuerza centrípeta, una mirada al interior que reclama
un descenso en uno mismo cada vez más concentrado y profundo. Esta es,
creo, la actitud central que orienta todos los poemas de Ana María
Falconí, y ya el primer poema, "Cosas", lo revela en un tono y
temple exactos:
Yo no pateo una pelota
Pateo cosas
como nubes
El, amor es un traje vacío, digo
Y lo pateo
lejos
Que es antes que las cosas
Como lágrimas dentro del
ojo
O el espejismo que absorbo
En una servilleta de
papel
Yo pateo
Lo dice el aire que cabe
En ese
espacio
La nubes
Que atraviesan mis
huesos.
Este texto
desenvuelve una acción en la que el hablante poético, con violencia,
aleja o suprime las cosas exteriores para quedarse al fin con una
esencia -casi incorpórea, elusiva- de nubes y huesos. Esta supresión del
entorno es fundamental en el proceso del libro, y es reiterada en el
poema "Video". En él, unos actantes gesticulan, gritan, se desplazan
hasta que irrumpe con violencia el "Blackout", el apagón; es decir, la
negación de la luz que es la puerta al vértigo, al interior, a los
sótanos que están detrás de todas las experiencias y de nosotros mismos.
Porque esta anulación del entorno tiene, en la dinámica del libro, una
finalidad: mirarse sin subterfugios, revelarse, entenderse. Sótanos
pájaros despliega así una autobiografía de lo esencial, la
decantación de la experiencia de esa misteriosa "mujer halcón", que da
título a una de las secciones del poemario. El mismo apellido de la
autora afianza la idea de una poesía íntima y experiencial, aunque nunca
explícita : halcón - falcon - falconí, son palabras que se funden en una
sola raíz y que revelan, a fin de cuentas, la misma
identidad.
Esta atmósfera soterrada, enrarecida, es la que bulle
en las dos secciones siguientes del libro -"Sótanos pájaros" y "Lecturas
naturales"-. En ellas contemplamos una serie de presencias amenazantes,
sombras, sueños nebulosos, que deben vencerse y conjurarse. El agente de
esta liberación es el halcón, dueño de un vuelo amplio y libre. Las
otras dos partes del libro - "Mujer halcón" y "Matte kudassai"
escenifican esa lucha. Es el enfrentamiento violento y duro de los
sótanos con los pájaros, o de la oscuridad con el aire abierto y
luminoso.
El libro deja una nota de suspenso pues no accedemos al
resultado de esa guerra. Sólo sentimos una inminencia: algo está a punto
de ocurrir o definirse, y no se define ni ocurre. Y en esa indefinición
y no ocurrencia, brota la aventura del decir: la propia experiencia que
se calcina para volverse texto.
Pero lo que importa en la poesía
no es lo que se dice, sino la ocurrencia del lenguaje. Esta lucha de la
sombra y la luz, o del pájaro y el sótano, es ofrecido en poemas breves,
precisos, ambiguos, contundentes. Alejada de cualquier adorno o
exhuberancia, Ana María Falconí persigue la palabra esencial; la mira,
la sopesa, la moldea. Leo el brevísimo poema "Piedra", que es una
metáfora del trabajo de la escritura: "La bordeo / con / mi lengua/
trazo una línea / de saliva / Se agita / escupe escamas huellas dientes
/ en oscura y última mirada".
Creo que esa piedra moldeada por el
humor creador y vivificante -es decir la saliva- de esta mujer halcón,
es la misma de la misteriosa fotografía que ilustra la portada. Su
abierta representación sugiere un pájaro que vuela encerrado en la
dureza de lo pétreo. Pero, encerrado o libre, vuela, y eso es lo que
importa A nosotros nos queda la lectura de este logrado libro que le
ofrece a Ana María Falconí un lugar descollante en la nueva poesía
peruana.