...... Podrá parecer
un tanto extraña la inclusión de Eduardo Anguita entre los poetas
marginales, porque más de alguien recordará que este escritor obtuvo en
Chile, en 1988, el Premio Nacional de Literatura, un reconocimiento
mayor y consagratorio en nuestro medio. Por otra parte, la existencia de
un premio de Poesía que lleva su nombre, y que fue establecido poco
después de su muerte, induciría más bien a verlo como un escritor ajeno
a conflictos con la institución literaria, en la que participó de manera
muy activa en sus comienzos. Vinculado al círculo de Huidobro desde la
década del treinta (nació en 1914), ya en 1935 aparece en el centro de
una polémica, cuando publicó junto con Volodia Teitelboim aquella
Antología de poesía chilena nueva: entre los diez
seleccionados se incluyeron ambos, aunque marginaron a Gabriela Mistral,
cuya poesía juzgaron «animada de esencias retardatarias» un rechazo algo
atenuado por el desconocimiento de los poemas de Tala,
que sólo aparecieron en 1938. Y el tiempo les ha dado en gran parte
la razón: Pablo de Rokha, Huidobro, Neruda, Rosamel del Valle, Omar
Cáceres, que estaban entre los diez, son nombres fundamentales de
nuestra poesía.
.... Una
década después de esa agitada iniciación en la vida literaria, la
influyente Editorial Zig-Zag le encomendó la primera antología de
Vicente Huidobro. La selección realizada por Anguita y su iluminador
estudio preliminar orientaron por un buen tiempo, y no sólo en Chile, la
lectura de la poesía y de la prosa huidobrianas.
.... Estos datos
parecen contradecir la idea de marginalidad, y sin embargo yo me atrevo
a afirmar que la persona y la obra de Anguita tuvieron y siguen teniendo
ese signo. Desde luego, su obra poética no se difundió (ese verbo
también es excesivo) sino a partir de 1971, cuando apareció su
Poesía entera en la Colección «Letras de América» de la
Editorial Universitaria, una serie que yo dirigía. La edición resultó
muy desmedrada y sé que esto lo lastimó, porque su laconismo se acentuó
en casuales encuentros posteriores. Alguna vez traté de llevar el
diálogo a ese difícil terreno, pero me liberó gentilmente del esfuerzo:
las erratas que había encontrado eran mínimas, y lo demás no tenía
remedio.
.... Cuando escuché
la noticia de su muerte, ocurrida el 12 de agosto de 1992, y me enteré
de las causas que la precipitaron: las quemaduras que había sufrido dos
días antes al caer sobre una estufa encendida. Recordé esas
circunstancias editoriales y releí Poesía entera, con la
sensación de que ese lejano empeño había valido la pena. Ahora
comenzaban a desplegarse en la lectura los múltiples poetas que parecían
circular por el libro, como rostros, o más bien figuraciones y voces
distintas del escritor que fue Eduardo Anguita. Al día siguiente escribí
una página, de la que tomo algunos fragmentos para situar al
personaje:
«La
muerte lo sorprendió en el aislamiento en que había vivido -no
acudo a la palabra soledad para mencionar esa condición
distanciada y hasta huraña de su existencia: para un creyente como
él esa palabra tal vez no tendría el mismo sentido que para
nosotros-, pero creo que no se sintió víctima de los demás. Al
parecer, sus amigos fueron muy pocos, y su poesía suele registrar
los nombres de esos pocos cuyo trato buscó: en primer lugar,
Vicente Huidobro.
No figura,
que yo sepa, en ninguna antología prestigiosa de poesía
hispanoamericana del siglo XX, ni aun en las que prodigan los
nombres por las más diversas
razones. Es seguro que Anguita desdeñaba toda causa de marginación
que no fuera, para él, estrictamente literaria. Por eso, su
ausencia de las listas consagratorias no logró distraerlo de sus
preocupaciones mayores: La belleza de pensar, fue el
título del libro en el que reunió sus estimables crónicas y
notas». |
.... Al releer la
obra poética de Anguita -uno de cuyos rasgos centrales es su dimensión
metafísica- me ha impresionado profundamente la atracción multiplicada,
constante, de una imagen que sólo ahora se me revela en su magnitud
vaticinadora: la presencia del fuego, de lo ígneo, que lo esperaba al
final de su vida.
.... No
fue un epígono del creacionismo huidobriano, como alguna vez se ha
insinuado. Ahora, a tantos años del nacimiento y desarrollo de aquel
ismo, se puede ver que la poderosa y original personalidad de
Anguita empezó a diferenciarse de Huidobro desde el primer momento,
tanto en su práctica poética como en la reflexión sobre la teoría o
doctrina que la sustentaba. Aunque simpatizara con la idea del «pequeño
dios» o del «poeta mago» (Y a menudo probó que sabía y podía jugar ese
juego), su meta declarada fue llegar «a constituir la vida individual en
una especie de liturgia, emanada directamente de la
videncia (poesía escrita). El poeta no sólo vería de otro modo;
sería de otro modo. De poeta habría pasado a
sacerdote», según sus palabras. Se inclinó, pues,
desde una suerte de religión del arte a un arte religioso más y
más ortodoxo. Crear un mundo significaba entonces derivar de él
una conducta, responder a la necesidad de una poesía práctica, abrir esa
puerta «donde la poesía es capaz de dar un sentido al mundo y, con ello,
un sentido a la existencia. Allí, Poesía y Religión se darán la mano»,
escribió en 1948.
.... Su
voluntad diferenciadora lo llevó a escribir sonetos -en años poco
propicios a eso rigores-, por oposición al exclusivismo y a los
descuidos culpables del verso libre. Otra resistencia significativa pudo
verse en 1948, cuando escribió su poema elegíaco como «Mester de
Clerecía en memoria de Vicente Huidobro». La situación que originaba
ese poema y su fe religiosa explican la opción por la rigurosa forma del
«mester de clerecía» en este homenaje, pero acaso inconscientemente
(ahora pienso que no tanto) Anguita tenía en cuenta que el maestro se
había inclinado por la actitud del juglar en su novela Mío Cid
Campeador, publicada en 1929. La nota que sigue al título de la
elegía -«Por encargo de Gonzalo de Berceo»- atrae algún eco de la
alacridad huidobriana, pero luego contrasta con ella, desde la primera
cuaderna vía, la gravedad intensa y desolada del poema:
Mester de Clerecía en memoria
de Vicente Huidobro |
(Por encargo de Gonzalo de
Berceo) |
|
|
A muerto de los aires un fino
emperador. |
|
Escuridad est tanta que non a
alrededor. |
|
Los sones han callado ca murió
el roseñor |
|
que era entre todas aves el
pájaro meior. |
|
|
|
Alvar Yáñez e Hübner e Vargas
el pinctor, |
|
Arenas e Rodríguez e io, que
soi menor, |
|
Ioan Gris, Gerardo Diego e
Lipschütz esculptor, |
|
Ioan Larrea, que dobla eúscaro
tambor. |
|
Hi vienen su Cagliostro e su
Cid Campeador, |
|
la golonfina aúlla con
tristura e pavor, |
|
e ploran muchos ommes por pena
e por error. |
|
A todos los consuela el ángel
Altazor. |
|
|
|
Dispónense a enterralle en
fossa de pastor, |
|
mas su cuerpo non hallan en
nengún rededor; |
|
ansí facen un hueco con su
forma e grossor |
|
e fincan en sepulcro esse
hueco de amor. |
|
|
|
Vincente de Huidobro, mi
hermano e mi señor, |
|
non fagas la faz mustia por
plazer mi dolor, |
|
nin compartas lazerio con el
nuestro clamor, |
|
si en grant gozo de música te
metió el Salvador. |
|
|
|
La alondra, la calandria e el
chico roseñor |
|
en concierto de voces entonan
su loor. |
|
Unos a otros traspásanse commo
fructa e olor |
|
e nenguno se rompe nin fiere
su pudor. |
|
|
|
Non luce en todo el prado
faisán de más color, |
|
ni ángel de más frecuenzia, ni
aire de más rigor. |
|
Cada silbo amoroso vuela de
alcor a alcor |
|
llevado por la brisa del estío
cantor. |
|
|
|
Él le dize cantigas a la Virgo
de amor, |
|
sentada en una rosa como dixo
Altazor; |
|
la nieve florecida al lado del
calor |
|
se amamantan en Ella sin miedo
nin rencor. |
|
|
|
Mi Señor Jesuchristo, mi Padre
e Redemptor, |
|
io ruego que me invites al
concierto maior, |
|
fagas en la mi carne plagas de
grant dolor |
|
ca non est instrument sin
roturas de amor. |
.... Fagas en
la mi carne plagas de grant dolor... Ese verso nos dice algo más a
sus lectores de hoy: no sólo el lamento sino también el
presagio.
.... Otra verdad a
medias en la escasa crítica sobre Anguita ha sido su adscripción al
surrealismo. También en este caso hay razones para hablar de cercanías y
resistencias. Ya se sabe que el surrealismo dejó una huella
significativa en Hispanoamérica, que es muy fuerte en Chile, y hasta
cierto Huidobro -el de Temblor de cielo- podría ser
releído desde ese mirador (aunque sin olvidar los versos famosos:
«el vigor verdadero / reside en la cabeza»); conviene
sin embargo señalar los límites de tales relaciones.
... Anguita
fue parco para referirse a ellas. En una de las pocas entrevistas que
dio, apunta con brevedad, al hablar de los surrealistas del grupo
Mandrágora: «... yo pensaba distinto que los surrealistas e
incluso era contrario a varios de sus postulados». Más reveladora es su
respuesta sobre el papel que juega el inconsciente en el proceso
creativo: «Tiene una función primordial, sobre todo en los poetas de
vanguardia, sean o no surrealistas. En mi caso particular, he sostenido
que mi Inconsciente es muy rico y mi Conciencia es muy hábil, porque
exige explicaciones» (Juan Andrés Piña, Conversaciones con la
poesía chilena).
... Como
expresión de autoconocimiento estas líneas son, más que suficientes, muy
notables, y creo que su escritura poética lo corrobora casi siempre,
porque en sus poemas la conciencia cumple, como se espera, el rol
constructivo que le asigna Anguita y que con otras palabras definió
-también memorablemente- Dylan Thomas al razonar en una entrevista su
«profundo desacuerdo» con las pretensiones surrealistas:
«A mí no me
importa de dónde salen las imágenes de mis poemas; que salgan, si
usted quiere, del mar más hondo del escondido yo; pero antes de
que lleguen al papel deberán atravesar todos los procesos
racionales del intelecto. Los surrealistas, por otra parte,
acomodan sus palabras sobre el papel, exactamente como emergen del
caos; no trabajan esas palabras ni las ordenan; para ellos el caos
«es» la forma y el orden. A mí, esto me parece excesivamente
presuntuoso; los surrealistas imaginan que cualquier cosa que
draguen de sus yo subconscientes y la plasmen en pintura o en
palabras debe esencialmente ser de algún interés o valor. Yo niego
eso. Una de las artes del poeta es hacer comprensible y articular
lo que pueda emerger de las fuentes subconscientes; uno de los
usos más importantes del intelecto es «seleccionar», de la masa
amorfa de las imágenes subconscientes, aquéllas que mejor logren
su propósito imaginativo, que es escribir el mejor poema que se
pueda».
(Texas Quarterly, Winter 1961.
Cito la trad. de Gabriel Rodríguez, Oráculo, 2. Lima,
1979). |
....
........ Es posible, igualmente, estar en
desacuerdo total o parcial con tales afirmaciones, pero a condición de
reconocerles la oportunidad de un llamado al orden contra los
absolutismos de escuelas o tendencias: un mérito que debe concederse
desde luego a la conducta poética de Eduardo Anguita.
.... Con
la palabra «Liturgia», Anguita tituló la sección que contenía sus
últimos textos. Los diversos caminos que recorrió como si él fuera al
mismo tiempo diversos poetas, confluyeron allí en un tipo de poemas que
él definió como católicos en su sentimiento primordial. Será
necesario retener esta idea para entender cabalmente su
empeño.
.... En efecto, la
dirección final de su escritura, así enunciada, parecería invocar la
mayor gravedad, distanciada de las audacias e irreverencias que
caracterizaron a la vanguardia literaria, de la cual se sintió siempre
parte. Pero hay que agregar que en Anguita esas actitudes no fueron un
gesto sino una manera realmente asumida de [20] vivir y escribir. Por eso es que
algunos poemas de «Liturgia» plasman contenidos religiosos muy
trascendentes acudiendo a una alianza entre la ortodoxia católica y la
heterodoxia vanguardista. El resultado fue, una vez más, poéticamente
feliz en la producción de un escritor que no se dejó tentar por la pura
exterioridad de lo que Borges llamó «Novedades ruidosas»; en otras
palabras: allí donde el vanguardismo exigía un vino nuevo en odres
nuevos, Anguita reclamó para su uso el vino viejo en odres nuevos. Yo
creo que el poema dramático «Única razón de la pasión de N. S. J.
C.» ilustra esta alianza con brillantez, ingenio e intensidad
infrecuentes en nuestra poesía. Con él, Anguita demostró que podía ser
también un humorista consumado si se lo proponía; pero sin duda contaba
con que se entendería la seriedad profunda que subyacía a ese
humor:
Única razón de la pasión de N. S. J.
C. |
ARLEQUÍN |
Nuestro Señor Jesucristo
padeció únicamente por Jenaro Medina |
|
Nuestro Señor Jesucristo subió
al calvario por la señora Hortensia |
|
Nuestro Señor Jesucristo murió
exclusivamente por el Chipo Cruz |
|
Nuestro Señor Jesucristo -Eli
Eli lama sabajtani- por Alemparte por |
|
Gaete por los hijos de Weir
Scott |
|
Por mí y por todos los
chilenos todos los uruguayos los suramericanos |
|
los norteamericanos los
ingleses los franceses los alemanes los
españoles |
|
los italianos los ruso los
ciegos los gordos los sabios los egipcios |
|
los atletas los caldeos los
militares los iranios los liberales los
lisboetas |
|
los utopistas los explotados
los condenados de la tierra los explotadores |
|
los esclavos sin pan los
mormones los vendedores los productores los |
|
consumidores los suizos los
músicos los gobernantes los sordos, ay |
|
|
Sus llagas se hicieron por
todos ellos por todos nosotros |
|
Y todos cabemos en ellas y
todos somos redimidos |
|
Pero Jenaro Medina
solo |
|
O Yo solo |
|
O la simple señora
Hortensia |
|
Es la causa de toda la Pasión
y la Muerte de Nuestro Señor Jesucristo |
|
CORO |
Nuestro Señor Jesucristo subió
al Calvario por el Chico Molina |
|
Murió exclusivamente por la
señora Hortensia |
|
Por los caldeos por los
intermediarios los soberbios |
|
los jordanos |
|
los Meneses los
ejecutivos... |
ARLEQUÍN |
No sigamos
nombrando por qué única creatura padeció y murió |
|
Nuestro Señor
Jesucristo |
|
Todos saben que fue por mí
solamente por mí |
|
Totalmente por
mí. |
|
CORO
HOMBRES |
Míííííííííííííííííí
(cantando nota
Mi) |
CORO
MUJERES |
Míííííííííííííííííí
(nota Mi una Octava
más alta). |
.... Hay otro
registro en los poemas de Anguita que se lee ahora en la dimensión del
vaticinio o de las anticipaciones: es el que atrae las imágenes del
fuego, de la llama, del incendio y la ceniza. Parecía natural que en los
poemas de «Liturgia», y aun en los anteriores, esas imágenes
propias del campo semántico de lo ígneo -y cuya vieja simbología
religiosa es múltiple y rica- recurrieran hasta el punto de sobresalir
en su escritura con el carácter de signo valorizado, en el
sentido que Pierre Giraud le da a esa noción en su análisis de textos
poéticos de Baudelaire. En Poesía entera se pueden
señalar más de cincuenta menciones de tales imágenes, y a menudo en
lugares muy centrales, estratégicos, del poema. Por su situación y su
frecuencia resultan inquietantes para el relector de Anguita; pero tal
vez ninguna lo sea más que éstas, en la cual otro y el mismo Arlequín de
«Única razón de la pasión...» teje sus obsesiones al comienzo de
«Misa breve»:
|
Doce palomas entran en Ti,
seis de cada lado: |
|
seis de noche, seis de día.
Palomas visuales, |
|
convergentes chispas de aires
a perforar tu nido solar. |
|
No temen: |
|
Si algún rostro tiene el agua,
aunque cambiante y lejos, |
|
¿qué rostro tiene el
fuego? |
|
El fuego tiene rostro sólo
para el que arde. |
|
De San Juan a Navidad, de
Navidad a San Juan se suceden las aves |
|
Seis llamas escurren a reposar
en el centro radiante de agua |
|
y seis ascuas de agua acuden
al beso ígneo. |
|
|
Medianoche arde en el canto de
un solo gallo de oro |
|
Llameando como un loco en el
fulgor de la Venida. |
|
El gallo se quema al instante,
yace relámpago marchito |
|
de donde brota un nuevo gallo
como corona de agua viva. |
.... Después de un
recorrido -aun fragmentario y parcial- por la poesía de Anguita,
sorprende que una personalidad tan rica, variada y compleja haya sido
casi ignorada en el espacio crítico de su país, y del todo fuera de él.
Algunos artículos apreciativos y algunas entrevistas son excepciones
valiosas que ponen a prueba una regla sombría del ocultamiento y la
pereza. Esta nota negativa es la que hace de él un poeta marginal en
nuestra literatura.
.... Con los escritores
no le ocurrió lo mismo. Anguita fue leído y respetado por ellos, y yo
creo que eso le bastaba; como buen lector de Conrad recordaría más de
una vez este párrafo sobre la disciplina del escritor, y se le
reconocería en él: «Debe hacer su trabajo lo mejor posible, ser exacto y
cuidar sus frases como una tripulación lava su puente; no debe aguardar
otra recompensa que el silencioso respeto de sus iguales; tal es su
honra».