Ello sería así si no fuera por algo que se llama nariz. ¡Qué
dulce es su presión sobre el futuro! Un kilo viviente, una paloma, un
kilo de sangre quiebra con calor de seno las yerbas y rastrojos: el peso
puro, vivo, el peso que palpita. Yo os digo que
La nariz es el
futuro,
Objeto extraño al hombre en el espacio, muy propio suyo en el
tiempo: luz de lo siniestro desperdiciado DESPUÉS,
La letra lo lleva
internamente a pesar de sobresalir,
Ella separa el tiempo, y lo
hace,
La nariz es el dolor de ser en medio del día,
La nariz es el
Hijo.
Rayo perpetuo, sendero de carne o doncel de tierra puesto de pie
para poner orden a las músicas que ruedan tan dislocadamente,
Amante
y destructora del sueño infectado de tiempo y figuras vivas,
Tus ojos
de hueso hielan la apertura al más allá, tu horizonte desconocido, tu
fuente de tierra y espíritu, de dos tallos negativos,
Nariz humana,
¿descifraré?
Por ella en las liturgias me oriento hacia el oro de los
astros,
Mientras las praderas se transparentan y caen por mis flancos
perdidamente imantadas
Hasta alcanzar el olvido y el olor.
Su
cifra perfecta da sentido y resta sentido, cuando las significaciones de
esta noche misteriosa en que vivimos
Varían de condescendencia y de
fatalidad.
Mano.
Dedo
Indice.
Señalas Aquí
Y nada es más
aquí que eso a lo que te aproximas.
Hueso cordial, Rayo primero:
Ni yo mismo estoy más próximo con
mi pensamiento doblado sobre este cristal que alza mi pecho;
Ni yo ni
mi palabra
Están más cerca que lo que tú, índice mío,
dices.
Acercas y alejas la proximidad:
Aquííííí...y en ningún
punto mientes, aunque desplaces el aquí con imperativo
capricho.
Como una fugaz corriente a hitos ribereños
Tu movilidad
fija al mundo y lo hace real y extraño.
Tú dices Aquí, Allí, y
agrandas libremente el contacto;
Yo digo Ahora, Entonces, y
nada puedo sino consentir.
Mientras tú mudas radios y centros en
infinitos círculos amantes,
Yo, condenado al puro mirar,
Debería
juzgarlo todo sin distancia ni tiempo.
Mano llameante, desde cinco caminos me traes todos los torrentes
de piedra:
Y sólo ahora puedo salir a volcarme bajo el
cielo,
Hacia adelante y hacia atrás como el tiempo del
mar.
Detén, precipita el movimiento.
¿Dónde está tu raíz, índice
mío?
Yo
sé que brotas entre mis ojos
Como otra nariz. Como otra
estrella,
Desligada y ágil, dibujas
Los contornos de todo:
Y te
siento brotar de noche como un sol vertical,
Rayo invisible, árbol
verbal,
Para que esto, eso, aquello, ello, yo,
Circulen en mí con
libertad.
¿Quién eres? ¿De dónde mana tu poder, que siendo mío
A mi
mismo puedes señalarme?
¿Por qué mis ojos están más en ti que en mi
mirada?
No me censures, hueso cordial, rayo primero.
Ven y ámame.
Para ello
Te acercaré a mi boca y con tu vertical
Sellaré todo
hablar: la paz está conmigo.
Silencio indicas. Tú aquí en mis
labios sellas
La gran unidad;
Ya puedo cesar, hermético y
hermoso:
Con el índice cruzando el labio,
Arbol sobre la
tierra,
Hombre sobre las aguas:
Y Aquí y Ahora, Allá y
Entonces: todo está en mí.
(Amada mía: ¿eso es la muerte?)
Imaginaos que sois un viajero
al cual se le va quitando el suelo -que empieza a descender-
Pero tan
insensiblemente que
Por delicadeza tenéis que disimular la situación
y
Seguir resbalando por el aire, aunque
Por cierto que otorgando
un contacto -que no es de este mundo- a esa tierra que se aparta
semejante
A una voluptuosa y cruel sonrisa que se insinúa en el
comienzo del dormir:
Entonces, se me ocurre, de vuestros pies crecen
algunas ramas diluidas en confusión de sentimientos,
Las cuales siguen de cerca, con angustia, ese separarse del suelo que las sustentaba
en apoyo, en verdad, en frío concreto, pues
Ahora comienza a calentarse al propio tiempo que abandona al viajero -a usted, mi querido lector- triste y desesperadamente,
Con crueldad, necesidad y brillantez. Caliente LEJANÍA.
Las decoraciones de la muerte
se encienden y se apagan fuertemente, rodeadas de barro malhechor y un agua de gran rapidez que casi rompe la distancia;
Ocurre un sonido detrás del movimiento como ocurre el sol absoluto detrás del muro continuo;
Y pronto va a ser
lo tarde,
Yo voy a comprender que sólo existe una sensación de pasado muy vaga y que estoy quedando
Vacío y sin molde.
Viento querido: lléname.
Una hebilla de sangre pugna entre la lana terrible que ningún hombre ha visto,
Mientras la obscuridad de la
mujer respira ansiosa de astros.
Yo entro, joven mía, calor mío, en ti, como un llanto en otro llanto,
Astros corren por sílabas,
Animales más suaves que.
Horror si estoy en ti, mujer mía, como una llave enajenada dentro de la velocidad.
Tus pechos
son las cabezas del dolor debajo de un cielo que yo amaría devorar mezclado al agua de mi cuerpo,
Tus nuevas llagas me recorren como una madre al fuego.
Un paso infinito y que nunca llega a realizarse, es la mirada de la mujer que recibe al hombre,
Sobre su nariz una raya horizontal tatuada a plata es la barca atravesada sobre la ola y sobre el tiempo
Para
que el hombre, yo, mida mi voluptuosidad, mi alcance, mi agonía.
Va a ser tarde, va a ser tarde, y esto significa que
Todo quedará
reducido, pronto, a una sola dimensión, a un papel radiante, supremo enemigo de la miseria, pero inasible en cualquier tiempo.
Allí los signos del amor y de la muerte devendrán como esas vetas del fuego que corren a filo de vacío
Entre el objeto y la simple sensación visual.
Entonces
Que el sexo de la mujer se ahonde hasta el secreto absoluto
Y el sexo del hombre se levante hasta el oro de la quinta dimensión,
Hasta tocar esos bordes de ser o de nada que rodean, con toda fuerza, nuestra vida, nuestra respiración
e inseguridad.
Ya es tarde, la vida es lo tarde, alma mía; ahora
Como un dios cubierto de pesado polvo sólo cuyo polvo subsiste en el
espacio, contemplo la distancia a la distancia:
El verde inclinado a la dulzura,
El color sufre la alternativa de caer de sí mismo a otra,
La dulzura de lo que no va a ser más,
Desde tantos nunca el cuando conserva,
Ese tiempo que tantas melodías dibuja -con tranquilidad,
El sol, sus manchas que visitaron brevemente nuestras casas,
Mi voz cruzaría -AHORA- el espacio, con tranquilidad,
Sin ninguna tierra que haga florecer mi llave Eduardo Anguita,
Con tranquilidad,
Otra parte se insinúa en otra clase de seres,
La que se insinuaba antes sobre mí ya no se insinúa,
Porque la parte y yo y nuestra relación
Con tranquilidad, con tranquilidad se extinguieron,
Una música recorre algo, el algo forma parte de ella,
Es -con
tranquilidad- el último amor que se apaga,
Y yo en el olvido constato y grito y hago desesperación y tranquilidad:
"Dios mío ¿dónde es el dónde? ¿Qué pregunta soy?"
Con tranquilidad, con tranquilidad; con furia y tranquilidad.
"Habíamos permanecido demasiado tiempo en la vida y creímos que eso era natural."
Ahora va a ser tarde: es tarde, brumas mías.
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