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PIEDRAS SUMERGIDAS
Surada Ediciones, junio de 2004


Aída Osses Herrera


I

Ardiendo en una línea de aire frío


Mi lugar durará lo que mi deseo sea
y bien que puede llenar un siglo un parpadeo
y una despedida alimentar un sueño

pero qué va
si la carnalidad es mi existencia
mi modo de buscar
la forma inquieta de lograr mi nombre
ya no podré entonces ignorar tu presencia
indecible animala que carraspeas por mi lengua.

 

 

Tan incierta en estos momentos todas
las demás están siendo reinas, aída
contraída, en la esfera del sueño quién
te desea.
El último latido del corazón está de
muerte.

 


.......... Pero voy a decirlo.

 


........ ............Estas palabras se desenvuelven en el centro
........ ............húmedo de un bosque fragmentado, por uno
........ ............de sus costados el cauce de un río sin agua
........ ............desliza capas desconocidas de piel reseca. De
........ ............aquí somos, animalas de pelo corto y vestidas
........ ............de terciopelo entramos a la recta que nos
........ ............llevará aún más lejos:

 


........ ......... .......................Una cueva escrita por dentro.

............ ................ ............Una huida.

........... ................. ............Una destrucción de la que soy parte

 

 

........ ............La primera animala es alta como una torre
........ ............desnuda en un monte vacío y abandonado.
........ ............De una figura privilegiada a todas seduce el
........ ............roce de sus partes llenas de brillo. Cuentan
........ ............que pasó muchas vidas con los ojos vendados
........ ............y eso agudizó a tal punto sus sentidos que
........ ............ahora ninguna se atreve con ella. Los ojos
........ ............los lleva pintados con la forma de una mujer
........ ............contenida de silencio. Cada pisada suya
........ ............deja el contorno de un deseo en el cielo dibujado.
........ ............Ella parece dura como el destino pero es un
........ ............espejo donde nos gusta meter la mano y
........ ............disfrutar un poco.

 


otras manos escriben estas palabras

 

 

 

 

 

 

........ .......... ..............qué haré con ésta que se me quedó cerrada

 

 

Demasiada carne lleva a este punto, a la violencia de la letra en el momento del llanto, del roce agotado entre los pliegues. De igual modo no dejaré de ser silencio y aún así siempre a destiempo, a formas incompletas. Porque nada logra dibujar la densidad con que fluyen los hechos, la vida ésta, ahora que el viento está azotando dentro y quisiera mostrar el contenido del corazón, el color oscuro de la piel cuando se esconde.



lleva nombre
mi sombra al revés lleva nombre
quién la quiere enloquecida



El cielo intocable a lo lejos entra en una tormenta que jamás acaba y este árbol que ahora es, pronto, en unos cuantos siglos, seré yo a orillas de un río pidiendo auxilio a los pájaros. Entonces estaré fuera, en un sitio idealmente abstracto, con la densidad exacta para mi edad exacta. Todo será azul o lila, y todo será agua y tierra y naturaleza encendida, y estas manos que me comunican serán aire y estarán en el rincón último, al final de todo, ahí, al borde de la caída, de donde nunca he salido porque nunca he dicho nada.

 

cada vez más mi sombra mira fijamente el espejo
y desata esta violencia delineada contra mí misma

 


Si alguien sigue mis trazos, estas líneas inexistentes, sentirá mi cuerpo inmóvil y un continuo silencio. Desde el centro del sonido yo, como siempre acurrucada, secreta, insinuando un falso regreso a la primera flor del camino, donde una niña pronuncia mi nombre, llamándome.

 


en las noches muero
resucito cada día como un milagro
sigo viva sueño grito y duelo

 

Llegar otra vez al mismo punto, a la noche horizontal, con la sola mano agitando el cuerpo. Me quedo en este silencio, por un instante necesito mantener la certeza de mi existencia. En evidente caída, he deseado hablar de los brazos entre las piernas, de las uñas enterradas, del pelo en todas partes, del desastre que significa perder la apuesta por cerrar los ojos cuando uno es ciega.

 

yo quiero salir
asomar este ardor
este fuego
estas piedras en las manos

 

Me quedo en un modo de decir corporal, el único posible para esta mente que aún me resiste. En una distancia más alla de lo fugaz y violento de este deletreo inexacto que intento cada día, permanezco eterna en una sola posición, a pesar de los golpes, a pesar de los metales y sus incrustaciones.

 

 

 

esta oscuridad puede enloquecer lo que me rodea

 

 

Se llena de agua la piel, de líquidos espesos, y se desdibuja la carne en los contornos de la palabra que no digo, pues no sé qué está sucediendo ahora, cuando nuevamente he perdido el rumbo en el placer de cabalgar al viento, descubierta y olvidada.

Y en la medida en que el mar me recoge, asumo la geometría de los besos que han salvado este cuerpo.

 

más allá de mi verdad:
las oscuras piedras que me guían

 

Se inunda esta pared en la mirada. Por un momento he logrado cambiar la estadía a ras de suelo, pero aún mantengo las manos bajo la tierra mojada. Se anuncia una zona que empuja, que no deja que mi existencia errante se desplace por el mundo.


He soñado líneas dibujadas por un compás paso a paso, una posición exacta donde ya nada duela en este corazón reescrito anoche sin errores.

 

 

 

y me han dicho
que de nada sirve
el querer hoy y aquí

 

 

 

No puedo evitar mojar la piel en esta caída.


Por mi costado la lluvia azota
cual bofetada en cama ajena
como con la certeza
de ser éste el cuerpo de los delitos.

 

 

 

El olor a soledad, a sudor del cuerpo sola. Ya me descubrí y ahora cuán peligrosas pueden ser las noches si apuesto al abandono. El viento empezó a perforar estos huesos, en cualquier momento estaré en otra parte, detrás de otras rejas, y esta niña que te ha contado todo sobre mí irá cayendo sin descanso en el abismo de su otra existencia.


pero cómo será el futuro
si no dejo de escribir palabras


Con qué pulso comenzarás mañana, con qué fábula, con qué corazón. Nada es fácil en estas condiciones. Aún con los ojos tan abiertos continúas cada vez más triste. Has vuelto a cerrar tu contacto vertical con el mundo. El baúl, la pieza y la cama, sobre todo la cama, han comenzado a tomar territorio. Se han volteado las figuras que te sostenían y sólo queda aquel retrato que miras, buscándote. Te posees a ti misma y no hay otro modo para tu existencia.


necesitas estrellarte para poder seguir, sangrarte necesitas


Un respiro, un lugar donde posar el ojo, el torso herido.
Un ajuste de cuentas con esta perra vida que insiste,
Una sola oscuridad donde susurrar un nombre.
Un solo silencio donde desplegarme entera.

 

pero la garganta se cerró otra vez
y es este dolor el que persiste

 

 

Yo vuelvo
y me envuelvo.

Si en verdad me vieran se sorprenderían, en verdad, si yo descubriera.
Error en lo más profundo, en el hueso que ahora no siento.


En un extremo del alma respira extensa una animala, respira y susurra un nombre, cada vez más irreconocible, más duro, más semejante al mío, luchando como viento rudo, entre los bordes de su existencia.

 

 

 

 

ha llegado la noche
todo puede ocurrir ahora
cuando ha vuelto el miedo

 

 

 

 

Estoy sola.
No era el modo, me digo,
No así, las dos ardiendo en una línea de aire frío.

 

 

 

 

 

Piedras sumergidas
................................ de Aída Osses Herrera


El texto poético de Aída Osses, Piedras sumergidas, se presenta como un intento de problematización de los lugares en que la experiencia de ser parece incómoda, en que la o las maneras de articular el cuerpo en la lengua y la lengua en el texto se establecen de manera sesgada, parcial. El lenguaje, la representación de la existencia que es el lenguaje -y con ello el poema-, es la emergencia de un estado de conciencia, y de sus consecuencias. Una de ellas, la más productiva quizá, es la fuerza de la noción de portar otros cuerpos, no hablados, como si la sujeto se reconociera en una multitud de "otros" u "otras", figuras de ella misma, situadas entre el sueño y la locura. De modo tal que centrar ese cuerpo heterogéneo, es una marca de violencia, vivida como una separación, un duelo, una resta de sí y de la experiencia del mundo. Sobre esa resta, la escritura intenta significar lo "oscuro" e inconsciente de su ser, en un esfuerzo por encontrar los nombres que le faltan, lo que falla en la representación que es todo o casi: pellejo sobrante, exceso, sonido, visión, habla.

Estructurado en cinco secciones, cinco instancias por las que circula el poema, "Ardiendo en una línea de aire frío", "Reiteraciones infinitas", "Quién podrá contenerme", "El alma desplegada" e "Imágenes", Aída Osses traza una épica del "yo" del poema, desplegando un imaginario rebelde a la cultura que ha sometido a la mujer a la condición de subalterna, de apariencia y cosmética que dibuja sus máscaras sobre una innominada, que por ello se vive anómala, diferente, inquisitiva, insomne.

Animalas que existen en un bosque espeso, en una vorágine por las que el significante se petrifica y huye. Como ante la Medusa o las Parcas, las retienen en el circuito del saber del horror. De saber que ellas no están afuera y que mirarlas de cerca es atenuar el umbral del horror. Horror masculino del cuerpo productivo, y/o letal de esas mujeres. Horror al vértigo de las heridas abiertas por las fuerzas de la vida y de la muerte.

La figura poética de la niña, replegada en el espejo de la infancia, musita su(s) nombre (s), la niña, que aún no se "domestica" con la cultura adulta, la que todavía no conoce la mutilación ni el terror de que el lenguaje produzca un espacio para hacer emerger esas pulsiones, esa parte del ser que excede la designación.

Proclamando derecho de existencia, condiciones mínimas de legitimación a estas "otras", Aída Osses -desde un lenguaje que se inscribe en las retóricas posmodernas- da amplio estatuto de significación a esas otras mujeres que son y no son las de aquélla que habla en el texto, clamando por una zona de ser que no castigue ese "afuera" de las "otras" que viven ahí, relegadas, heridas, a la sombra. Fantasmas, o dobles del lado más censurado y castigado de la sujeto que tematiza su fragmentación, su ocultamiento, su desgarro como una protesta que ni siquiera el compromiso erótico ni la vida amorosa logran calmar. Porque se trata más bien de ubicar las zonas de pasaje entre tantas derrotas, que vienen desde antiguo buscando algún modo de encuentro con esa fracción del yo que las ampara y cobija.

Pues no se sabe con certeza quién es la que habla, quién la que ama. ¿Es la que dice finalmente: "yo sé que todo tiene su margen de mentira y deseo"?

Pero son muchas estas anímalas de cabello corto y terciopelo. Una es antigua y ciega; la otra es pequeña y ríe. La tercera anímala está al borde de sucumbir al deseo de muerte, "ha creado una voz ronca para disfrutar todos los gritos y todos los gemidos" (p. 45). La cuarta es casi minúscula, "diecisiete veces más pequeña que una hormiga" (p. 55). Y su margen desplaza el centro, coexistiendo en cada una de ellas la línea de aire frío, la reiteración, la pregunta por la contención y las imágenes.

A diferencia de Gabriela Mistral, Aída Osses no cree en la necesidad de la mutilación específicamente escrita en "La Otra", ella es inseparable de su atormentadora y gozosa multiplicación. Las "otras" y sus "locas mujeres", "sus historias de loca" son sus espacios, los lugares desde donde se pregunta por la vida y la muerte, y desde donde la palabra es extrañeza y duelo.

Extrañeza y duelo porque ellas portan el surco de un olvido, porque son memoria que sólo retorna en la reiteración de sus huellas, desvanecida en la infinita necesidad de repetirse. En ausencia de la sangre, del clamor y la carne. Entonces el sentimiento de que la carne sobra, vacía, sin ser abarcada, sin ser conjugada por el decir, permaneciendo cerrada, hostil, inabordable.

La propuesta literaria de Aída Osses consiste en la afiliación integral de una sujeto mujer que busca, desde el juego de artificios barrocos de su lengua, politizar un trayecto de pensamiento de la otredad o de las otredades de la mujer contemporánea. Cito:

"...lograremos una sola figura contenida, un único cuerpo que comenzará la acción primera. No podré describir el tamaño pues yo misma seré parte de aquel volumen. El primer niño será derribado y luego otro y otro y luego la madre y el padre, nadie quedará allí, les daremos con todo. Somos más anímalas que nunca en el centro de este bosque naciente interceptado por otros bosques y todos en estado de virginidad." (p. 67)

Más que negar el ser o negociarlo cori los poderes de una autoridad patriarcal, acomodándose a una estructura de fachadas inconsistente, la escritura de Aída Osses se opone a la cultura neoliberal y consumista que se alia a la histeria, para sacar de ella una cicatriz dosificada, este texto se propone una revolución. Y esta revolución opera en la repartición asimétrica y letal de las hegemonías, para dar paso "a otras voces de otros tiempos". Abrir el mapa de la lengua, y "asesinar" o rasgar, la superficie binarista que nutre los estereotipos insertos en los programas que el pensamiento falogocéntrico, entre otros, ha insertado en la cultura local, para abrir paradigmas de pensamiento más justos y mejores para evitar el drama de ser mujer y de ser latinoamericana.


Eugenia Brito
Mayo de 2003

 

 

 


 

Aída Osses Herrera, nace en Santiago en 1973. Abogada (Universidad de Chile) de profesión, desde sus tiempos de estudiante ha desarrollado su escritura al alero de talleres literarios -Mauricio Redolés, SECH, y Eugenia Brito-, lecturas públicas y edición de fanzines.

En 1996 publicó su primer libro "Yo era casi normal, lo juro" (autoedición LOM) y en 1997 es incluida en la antología Mercado Negro (Mosquito Editores).

Entre los años 1999 y 2002 realizó el espacio radial literario "Malandanza, por una calle -de letras- sin salida", en la Radio Universidad de Chile.

En 2003, obtuvo el Tercer Premio del Concurso de Poesía Alejandra Pizarnik "Homenaje 30 años" (Buenos Aires).

 

 

 


 

 


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Aída Osses Herrera: Piedras sumergidas.
Surada Ediciones,
junio de 2004.