A
espaldas de Dios de Ana Minga
Por
Augusto Rodríguez
En ese gran
horizonte o mapa que se va conformando o visualizando de la joven poesía
ecuatoriana, se suma una nueva voz, una nueva autora con un libro de gran poder
y de tremendo trabajo con la palabra como lo es A espaldas de Dios de la
lojana Ana Minga (1983). Minga se suma
a esa gran lista de jóvenes poetas que hablan menos pero trabajan más,
que crean en silencio y con talento una poesía auténtica, razonada,
pensada, que pretende trascender no por el simple hecho de trascender, sino por
su discurso humano, sensible y real del mundo que vive. Ella se suma a esa realmente
notable nueva generación de jóvenes poetas ecuatorianos como: Diego
Cazar, Javier Cevallos, Edison Lasso, Víctor Vimos, Carolina Patiño,
Rafael Méndez, Alex Tupiza, Alexis Cuzme, Fernando Escobar, Efrén
Jurado, Luis Bravo, Jorge Osinaga, entre otros, que pretenden cambiar el rumbo
de nuestra poesía.
Loja siempre ha sido una tierra que cosecha buenos
escritores, ahí tenemos como ejemplo a Carlos Eduardo Jaramillo, Ángel
F. Rojas o el poeta Franklin Ordóñez. A estos nombres se suma Ana
Minga, joven autora que ya ha obtenido varios reconocimientos en poesía
y en narrativa por su trabajo literario. A espaldas de Dios es un primer
poemario atípico porque basta acercarnos a sus páginas para darnos
cuenta que la poeta maneja un discurso sólido, maduro, a pesar de su corta
edad. Al leerla he recordado a esas grandes poetas como lo fue y es Ileana Espinel
o lo son Sonia Manzano, Maritza Cino, Carmen Váscones, María Fernanda
Espinoza o Aleyda Quevedo. El libro empieza con una cita de ese gran poeta guayaquileño
David Ledesma que dice: estuve aquí/Me ahogaron contra el muro. Estos dos
versos parecen darnos la clave de lo que se avecinará en este libro que
está divido en cuatro partes. La primera sección del poemario se
llama Perros de Tabaco y en estos versos se respira un ambiente lóbrego,
donde aparecen demonios y ángeles que juegan con las emociones más
íntimas de la voz poética que parece refugiarse en sus heridas,
en sus miedos y en su locura más insólita. Tenemos como ejemplo
el poema VI:
sólo
cuando nos obligan a hablar
nos asomamos por los ojos
la boca
las orejas
las
manos.
Adentro somos cuervos
Nadie escucha
nuestro violín
Las velas se apagan
En la lengua fluye desnudo un
insecto
Los pretextos se derrumban tras las columnas
Nos
hemos sacado la mirada.
O
el poema IV dedicado a su madre:
Me
clama piedad
se levanta resistiendo la ausencia de alimento
intuye que quiero
lanzar mi alma por el desagüe
sé qué en cualquier momento
va a morir
que no soy la que ella quisiera.
Hoy
le he dicho
que todo su rostro se parécela de Frida Kahlo
(mira qué
guapa)
pero aquí entre nos
el parecido no está sólo
en el rostro
también son las bellas trenzas
y el vientre dañado
pues
en este complot
yo puedo ser su hija
pero en otro
fui el feto perdido
de Frida.
¡Reza! ¡reza por favor!
le
grito
y ella reza a no sé quién para tener valor
mientras
esperamos
que explote el veneno.
La
segunda sección del libro se llama Los Errores de las Ventanas.
En esta parte del libro se transforma
en un diálogo interminable con Dios que pretende darle la espalda a quién
le pide luz y una fábula para recrearse en este mundo salvaje y oscuro
que lo enloquece hasta perder la cordura. Y nos dice así en el poema XII:
Nunca
fue fácil verte desde esta vereda
en medio de misiles
de fosas.
Te
busco entre huesos
ojos
rodillas
y hay
tantos…
Ven
antes que un Franco/ tirador
declare
también culpable a tu sombra.
Hay tantos
pero
te busco
eres vos
tu cráneo está entre mis manos.
La
tercera parte se denomina Cajón de ruidos y la poeta cuestiona su
verdadero espacio y lugar en este mundo. Cuestiona su afán de crear un
lenguaje que sea suyo y auténtico; un lenguaje que desafía a la
palabra y la recrimina. Aquí el poema Las palabras:
Ahora
que las veo me dan miedo
pues con el transcurso del tiempo
se han vuelto
tan inestables
ya no se aguantan en remojo hasta el otro día
antes
de dormir piden andar por el papel
amenazan
se voltean a mirarme
me ponen
de rodillas
me desafían con la verdad.
Las
peores
las no dichas en público
parecen gatos colgados de mi boca
están
en todo
por ejemplo
un día observaba en silencio unas fotografías
y
sin llamarlas vinieron
me gritaron al oído:
¡Ey! ¡Qué
haces con muertos secos!
¡Ah, estas palabras!
Se
ríen porque saben en qué tiempo y ante qué ventana
con
tabaco en mano me empujaron a un latido negro.
Señoras
me dan miedo cuando se van a mi garganta
y casi no puedo respirar.
Cuando
digo ustedes son mías
y se convierten en palabrotas
y dicen de qué
madre he nacido.
Para finalizar
la cuarta sección de este libro se llama Pandemonium y la voz poética
nos dice: El mundo se acostumbró a oler a infierno. El poema F nos
da la pauta a seguir:
Ayer
sufrió de nervios
y ahora
el borracho está bajo la cama
diciendo
que su familia lo hizo palillo de dientes
balbucea en calcomanía
el
escándalo de llevar una estaca
entre la carne y el esternón
pues
según el testimonio de su presencia
lo confundieron con vampiro
siendo
amante.
Le atraviesa la mañana
escondido
bajo la cama
declarándose cuerdo
para dejar de vivir en un hospital
psiquiátrico.
Se le revienta algo
-se
revienta-
tal vez esta noche
nos reventamos por completo.
En
definitiva he querido mostrar los fragmentos y algunos poemas de este primer libro
de Ana Minga llamado A espaldas de Dios. Estoy seguro que este poemario
no pasará desapercibido ni tampoco la autora. Auguro un buen futuro a la
palabra de esta poeta que hoy nos presenta su primer libro y nos hiere con los
más terribles y dolorosos versos escritos a sus pocos años, pero
con la madurez y la fuerza de alguien que sabe lo que hace.