El
libro “Hotel Celine” de Armando Roa Vial es un espacio
donde confluyen los fantasmas del escritor, alucinaciones y, como
telón de fondo, la poesía que invade mundos, axiomas,
sonidos guturales donde se advierte la presencia de un hondo pesimismo
sobre el ejercicio de la creación, en todas sus formas. El
poeta indaga en el túnel del tiempo, que a ratos es como un
espacio donde la nostalgia invade adjetivos, esos epicentros donde
la memoria histórica es tratada con un tono melancólico,
evocativo, en una muestra de oficio de un poeta cuyo talento fue reconocido
hace años, cuando aún era estudiante universitario,
por Jorge Teillier y Armando Uribe Arce.
En el Hotel Celine se recluyen, hospedan, duermen, sueñan,
poetas, mendigos, trashumantes sin oficio conocido, personajes que
entran y salen de novelas de Gogol, Kafka, Sábato, que trazan
borradores de la irrealidad, luego la convierten en ficciones para
que los verdaderos autores puedan mirarse con dignidad frente al espejo
y convertir la palabra en magia colosal, en laberintos donde recodos
y lugares como este Hotel puedan ser observados desde el más
allá cuando los lectores, atrapados por el vértigo,
duerman el sueño de los justos en un cielo también inventado
por estos seres que han hecho de la fábula la continuidad de
sus vidas, el eje de sus vidas, mejor dicho.
“Para los huéspedes del Hotel Celine, el único orgullo
está, precisamente, en no tener nada de que enorgullecerse”,
dice el autor en la nota introductoria. Lo que puede analizarse como
una metáfora de la no existencia, es aquí un corpus
donde la muerte camina como en los poemas de Nicanor Parra, Georg
Trakl, Robert Browning, es decir, por lugares donde La Parca es parte
de nuestra cotidianidad, de nuestros besos y sueños.
Armando Roa Vial, con el pretexto de jugar con los ratones y gatos
de un Hotel indaga en el significado y la validez del ejercicio poético
en tiempos actuales. La responsabilidad de los artistas frente a la
palabra, la forma de abordar lecturas en distintas lenguas, la necesidad
de crear una poética frente a estos temas, porque los poetas
ya bajaron del Olimpo pero no cortaron las malezas. Esa es la propuesta
de un creador que ha hecho de la poesía una forma de vida en
un Chile cada vez más alejado de este arte. Memorable es el
poema dedicado a Paul Celan: “In Memoriam”: “Que estamos solos/ desamparados/
que la ansiedad y el hastío nos ordeñan la sangre/ que
trabamos amistad con la muerte para dejar de morir/. Paul Celan lo
sabía/ Y lo escribió en el Sena”.
Este libro debió ser galardonado con el Premio Municipal de
Santiago o el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura este
año, pero los jurados dijeron otra cosa.
El poeta nació en Valparaíso en 1966. Es ensayista,
traductor, antologador, narrador. Estudió Leyes en la Universidad
Diego Portales de Santiago recibiéndose de abogado en 1991.Estudió
chelo, armonía, contrapunto. Admirador de la literatura inglesa
y norteamericana, su obra ha sido recopilada en antologías
y revistas nacionales y extranjeras. Ganador del Premio Pablo Neruda
y el Premio Nacional de la Critica en Poesía. Actualmente desempeña
la docencia en la Universidad Finis Terrae.