LA
INCESANTE BÚSQUEDA DEL CUERPO Y LA POESÍA
Augusto
Rodríguez*
Aleyda Quevedo
y Edwin Madrid son dos de los poetas más importantes de nuestro
país. Obviamente sus trabajos poéticos son distintos, van en diferentes
caminos, pero los une esa incesante e intensa búsqueda por descifrar la
palabra y la poesía en toda su dimensión.
He
tenido la oportunidad de venir leyendo desde hace mucho tiempo sus diferentes
libros, por eso puedo afirmar, con gran conocimiento de causa, que estamos ante
dos poetas de un gran sacrificio y de estudio para y por la poesía. Quevedo
y Madrid son dos poetas que buscan en sus propias intimidades: la palabra que
los revele, que los llene, que los ubique en un espacio definido o indefinido,
aunque sabemos que esa búsqueda será eterna hasta los últimos
días de sus existencias.
Aleyda
Quevedo o la búsqueda del cuerpo y la palabra
Nació
en Quito, en el año 1972. Es también periodista. Ha publicado los
libros de poesía: Cambio en los climas del corazón (1989),
La actitud del fuego (1994, Lima, Perú), Algunas rosas verdes
(1996), Espacio
vacío (2001), Música oscura (2004, Cuadernos
de Caridemo,
Almería, Junta de Andalucía-España).
En el año
1996 su libro Algunas rosas verdes, recibió el Premio Nacional de
Poesía "Jorge Carrera Andrade". Ha representado al Ecuador en
los más importantes Encuentros Internacionales de Poesía en Argentina,
México, España, Colombia, Chile y Perú. Textos suyos han
sido traducidos al inglés y han sido publicados en diferentes revistas
norteamericanas. Sus textos también han aparecido en diversas publicaciones
de todo el Continente y en varias antologías locales y extranjeras.
Acaba de salir, en el año 2006, el nuevo y último poemario de
Aleyda Quevedo llamado Soy mi cuerpo. En este nuevo trabajo la poeta se
nos revela con un discurso sólido y maduro, tierno e íntimo, profundo
y frágil. Bien lo dice el escritor guayaquileño Miguel Donoso Pareja
en el comentario de la contraportada del libro:
"Una
poesía escueta, límpida, desnuda y ausente de costuras visibles,
de soportes inútiles, es la de este conjunto de poemas. Engañosamente
frágil y fácil, como una gota de agua o un fragmento de cristal,
llega cargada de de la fuerza que es capaz de generar la envoltura humana desde
su supuesta pequeñez frente a su origen y su destino. Todo esto gracias
al amor y la solidaridad, a la radiante plenitud de la palabra".
Y
sí, nos encontramos con una poesía que busca y reconoce partes de
su identidad, de un cuerpo amatorio de mujer que es goce, celebración y
que le pertenece. La poeta nos reinterpreta su mundo personal, cotidiano e íntimo
y nos da pautas para entender la geografía donde habita (la ciudad de Quito)
y nos deleita con poemas emergidos de su patria personal, o sea, su cuerpo.
Edwin
Madrid o la incesante búsqueda de la poesía
Nació
en Quito, en el año 1961. Es considerado por la crítica nacional
e internacional como una de las voces más singulares de la poesía
hispanoamericana. Premio Casa de América de Poesía, España,
2004. Lleva publicados nueve libros de poesía entre los que cuentan: Mordiendo
el frío (2004),
Puertas abiertas (2000), Tambor sagrado y otros poemas (1996), Tentación
del otro (1995), Caballos e iguanas (1993), Celebriedad (1990),
¡Oh! Muerte de pequeños senos de oro (1987). Ha sido traducido
al inglés y al árabe. Dirige la Colección de poesía
Ediciones de la línea imaginaria. Y en este año 2006 acaba
de salir su último libro, que es una pequeña pero bella selección
de toda su poesía llamada La búsqueda incesante, publicada
en Monterrey, México.
Siempre he sido un admirador y gran lector
de la poesía de este vate quiteño. Porque basta leer su poesía
para darnos cuenta que estamos ante un poeta diferente y auténtico. Edwin
Madrid, es en la actualidad, uno de los grandes poetas de este país. Sobre
todo por la diversidad de sus libros, por los diferentes y acertados registros
poéticos, por sus ambiciones como poeta, por su gran imaginación,
por intentar siempre dar una perspectiva nueva a las cosas que lo rodean.
Y para cerrar este artículo, un poema de Edwin Madrid:
Yo
también tuve una muchacha rubia que estaba loca por mí. Cuando empezó
a asumir el papel de esposa perfecta huí como un potro que regresa a las
praderas salvajes.
Cansada de esperarme con la mesa servida a media luz, se
casó y comenzó su vida escandalosa. Daba vergüenza mirarla
interrumpir entre mis amigos. Se sentaba en sus piernas de cualquiera y me insultaba.
Tenía que tomarla del brazo y conducirla a su casa.
Un día apareció
en el bar con los ojos desvaídos y los labios húmedos como las mujeres
rubias de las películas. Sacó de su cartera un revólver y
me disparó. Caí destrozado el corazón.
..................
.. ................ Desde entonces no la he vuelto a ver.
*(Guayaquil, 1979) Licenciado en comunicación
social, poeta, miembro fundador del grupo cultural Buseta de papel y editor de
la revista literaria El quirófano.