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José Donoso
Un año después del retorno
Juan Andres Piña
Es de los pocos escritores chilenos que no necesita presentación.
José Donoso, pasada ya la cincuentena, ha cimentado un prestigio sólido
en la literatura. Su media docena de novelas publicadas por las editoriales
más importantes de habla hispana confirman una narrativa propia y original,
creadora de un mundo independiente,
lúcido y a la vez alucinado.
Ha hecho noticia durante
el último tiempo. Vino a vivir a Chile, al parecer en forma definitiva,
después de casi veinte años fuera, por nostalgia, quizás. Ahora, a la
inversa, no deja de sentir nostalgia por España y Madrid, el último
punto donde vivió, después de recorrer varios pueblos y ciudades. De
un año a esta parte ha publicado tres libros, prolongando una narrativa
incansable que promete perdurar: La
misteriosa desaparición de la Marquesita de Loria, El jardín de al Lado
(Seix Barral) y Poemas de un novelista (Ganymedes) le
hicieron reaparacer después de Casa
de Campo. Trabajador
furibundo de la literatura, Donoso está enfrascado ahora en la escritura
de una nueva novela, con el título posible de El
retorno del nativo, novela que gira en torno a su regreso a Chile.
Sigue fiel a la novela,
que no puede abandonar. Intentó reescribir cuentos y una obra de teatro,
pero no resultó. “Es la novela lo que interesa”, reconoce. Mensaje conversó con Donoso en su casa adquirida hace poco, una de
las razones fuertes por las cuales quizás no decida volver a partir.
Razones de la Marquesita
-Después de publicar
Casa de Campo, en 1978, aparentemente
todo el mundo esperaba otra novela suya de iguales y grandiosas proporciones
que continuara una narrativa ya característica. Pero apareció una novela
claramente erótica, La misteriosa
desaparición de la Marquesita de Loria. ¿Por qué este cambio tan
brusco y sorprendente?
-No
se si realmente La Marquesita...
está tan lejana de mis otras novelas. Yo creo que si se comienza a ver,
aparecen en ella una serie de temas que están en otras narraciones.
Pero en todo caso es distinta, claro. Supongo que tiene varios orígenes.
Uno es la necesidad de búsqueda, de ensayo. A medida que pasan los años
uno se va dando cuenta de sus propios trucos y hay un temor de envejecer
y repetirse, a pesar que en definitiva son los temas los que lo eligen
a uno, no al revés. Por otra parte, me asaltó una especie de
“aburrimiento” de las escrituras como Casa de Campo. Quería hacer algo alegre, rápido, fácil...
-Pero ¿por qué elegir
precisamente un tema erótico, una novela erótica...?
-Yo
había leído bastantes revistas españolas de los años 20. En su tiempo
era literatura de primer orden, pero ahora es curiosamente caduca, nadie
la lee. Los cuentos y novelas que aparecían en esas revistas eran conservadas
en las partes más altas de la biblioteca por nuestros padres. Tenían
un valor literario que hoy día todo el mundo despreciaría. Mi idea fue
hacer una parodia de ese estilo erótico que a ratos fue desinhibido,
fuerte. Me interesaba recuperar el estilo del Madrid de los años 20
y además divertirme, tener el goce de la escritura, después de novelas
tanto tiempo trabajadas y sufridas. En todo caso la crítica coincidió
en que la novela tenía su encanto y que había ahí la creación de un
mundo que no se escapa a otras narraciones mías.
-Después de La
Marquesita también viene una sorpresa: El
jardín de al Lado, una novela sicológica y casi testimonial que
aparentemente poco tiene que ver –igual que en el caso anterior- con
la otra narrativa. ¿También hay aquí razones específicas?
-De alguna manera yo quería recoger mi experiencia europea y escribirla,
por lo tanto El jardín... es autobiográfico en muchos sentidos. Pero,
¿qué novela no lo es? La experiencia que se escribe es la de uno, la
fantasía es de uno. Todo, por lo tanto, es autobiográfico. Claro que
hay algunas cosas biográficas exactas. Efectivamente viví en Madrid
al lado de la casa de unos condes que tenían un inmenso jardín que yo
miraba desde mi departamento. Obviamente no pasaban las cosas que yo
cuento ahí, pero el jardín existe. Me surgió la idea de un novelista
en el exilio que recuerda su casa y su país por esos árboles y ese césped.
-Pero el novelista no era usted ¿no? En el relato se
trata de un escritor frustrado, ansioso de crear algo que no toma forma,
un fracasado de la literatura...
-Pero no está tan lejos de lo que yo me sentía hasta antes de publicar
El obsceno pájaro de la noche.
Para darle ese carácter al personaje recordé cómo era yo mientras trabajaba
en El obsceno pájaro...Yo había publicado en Chile y en el extranjero. Coronación, Este domingo, El lugar sin límites
tenían éxito de crítica, pero igual me sentía fracasado. Quería hacer
una novela síntesis, crear un mundo mayor, pero me tomó ocho años conseguirlo.
Por lo tanto, el protagonista está bastante cerca de mí. Está tanbién
esa determinación de seguir escribiendo, como algo que no se puede eludir,
que va más allá de uno.
El mundo de El jardín...
-La novela El jardín de al Lado no sólo ha sorprendido
por tratarse de un retorno a lo sicológico, sino porque aparecería ahí
lo político dicho por primera vez en forma directa...
-El
jardín...es claramente una novela sicológica y realista. Me propuse
hacerlo y no resultó difícil, la prueba está en la rapidez con que la
terminé: algunos meses. Es, de alguna manera, una novela testimonio,
pero dudo que sea estrictamente política. Yo soy un escritor, no soy
un político ni estoy en la política. Por lo demás, es discutible que
existan muchas novelas políticas en la historia de la literatura, no
hay novelistas políticos. El personaje, Julio, no es un personaje tan
político, tampoco: él puede volver a Chile sin problemas. Lo que sucede
es que los personajes no tienen por qué ser de una pieza, sin matices.
Julio duda, no se decide, es matizado en su construcción, como lo somos
todos: no hay que olvidar que se trata de una novela realista y sicológica.
Lo que me interesó hacer aquí fue un personaje contradictorio, no un
discurso político.
-El jardín de al Lado es realista hasta el final. Ahí nuevamente se
produce un juego de espejos y personalidades a la manera de El obsceno pájaro, quizás...
-El final es poner la realidad al otro lado del espejo, producir una ambigüedad
en los protagonistas. Pero eso se produce porque los escritores tenemos
ciertas estructuras que nos fuerzan a hacer ciertas cosas que no es
uno el que las domina. Eso no está elegido, está en el ánimo del escritor.
Por muy novela distinta que sea a las anteriores, igual aparece allí
el tema de los espacios cerrados, del ámbito familiar, de la decadencia
de ciertos órdenes que está en narraciones anteriores. Me parece que
en su género la novela no tiene grandes fallas, posee fuerza, está bien
hecha, en líneas generales. Por otro lado, es el libro mío que más rápidamente
se ha vendido.
-Después de estos saltos
en la continuidad de su narrativa, aparece otra sorpresa: Poemas de
un novelista, que sí rompen con todo lo anterior...
-Desde
Este Domingo yo no publicaba nada en Chile y quería hacerlo. Debo repetir
lo mismo que dije en el prólogo: no soy poeta ni quiero serlo. Lo que
sucede es que esos poemas se fueron acumulando con el pasar de los años
y decidí publicarlos para ir a otra cosa, para darlos por terminado
si no me seguirían penando. Hay que tomarlos como un dato en mi producción,
una “nota a pie de página”,
como dirían los ingleses. Pero, a pesar de lo que se diga por ahí, hay
algunos poemas que objetivamente no son malos, que tienen algo de interesante...
El jardín por dentro
-Inevitablemente,
como en toda conversación de este tipo que se respete, hay que hablar
de su retorno, al parecer definitivo. Ya son varios los meses que usted
vive otra vez en Chile y le ha tocado ver el país por dentro, no como
turista de paso. ¿Hay algo que llame la atención de inmediato, algún
cambio?
-Llama la atención
de inmediato la manera como este país se ha politizado hasta el extremo.
Toda conversación caerá irremisiblemente en el tema político, no hay
libertad para hablar de otra cosa. Todo el trabajo que se han dado para
eliminar la política, y aquí está nuevamente, en gloria y majestad.
Por otro lado se nota en el ambiente un resquebrajamiento de lo económico.
Pareciera que hay cierta conciencia en el pueblo chileno de que se debilita
la economía, una sensación que algo está fallando.
-Y
en lo cultural, ¿hay cambios?
-Chile
sigue siendo un país terriblemente remoto en lo cultural. Sigue pensando
como hace mil años. Los valores son en esencia valores que, vistos desde fuera, se ven caducos. No hay sentido de lo contemporáneo.
Por otro lado, la burguesía tiene una gran capacidad para absorver todo
lo vanguardista y entonces aquello muere. He estado hace algún tiempo
en provincias y he visto cómo están de abandonadas, aisladas. En Castro,
por ejemplo, no hay cine. Hay un material humano que no tiene cómo funcionar,
que está dejado de lado. No se trata de pontificar un pasado que en
lo cultural no siempre fue magnífico. Quizás fuimos ignorantes, pero
no a la fuerza. Al menos había un respeto por la cultura y ahora sólo
hay respeto por las grandes empresas que compran pinturas.
Entrevista publicada en revista Mensaje Enero- Febrero de
1982
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