Sentado
en el café cuentas el día,
el año, no sé qué, cuentas la taza
que bebes yerto; y en tu adiós, la casa
del ojo, muerta, sin color, vacía.
Sentado
en el ayer la taza fría
se mueve y mueve, y en la luz escasa
la muerte en traje de francesa pasa
royendo, a solas, la melancolía.
Sentado
en el café oyes el río
correr, correr, y el aletazo frío
de no sé qué: Tal vez de ese momento.
Y
en medio del café queda la taza
vacía, sola, y a través del asa
temblando el viento, nada más, el viento.