|
..... Un olor o
un sabor pueden hacer que el pasado regrese de súbito al presente, y
bien sabían de eso Wolfe y Proust. A veces, sin que uno se lo
proponga, volvemos a ciertas circunstancias que se nos grabaron para
siempre, y estamos allá, en la infancia o en la adolescencia,
desligados del presente que nos desmenuza y que se va antes de
llegar. Oler el pasado. Saborearlo. Y también verlo. Y no porque
siempre todo pasado sea mejor -hay pasados de pasados-, sino porque
en el pasado están el presente y el futuro. O, como quería T. S.
Eliot: Time present and time past are perhaps contained in time
future (el presente y el pasado quizá estén contenidos en el
futuro). ..... . Así con esta
Literatura viva, que acaba de publicar Editorial Universitaria.
Porque ella -se trata de un manual para primer año medio de
Castellano- me recordó otro libro: First steps in literature,
de Raúl Ramírez y Joseph Mac Courtney, cuya primera edición data de
1919. Ya en este año, Ramírez, en el prólogo, decía que "los jóvenes
chilenos no leen, o leen libros malos". |
..... En él estudiamos
-Instituto Nacional, hacia 1943 ó
1944-, guiados por el profesor Meléndez. Allí descubrí el mundo de
la literatura inglesa, desde Chaucer a Wells. Por aquel tiempo, las
obras de Scarpa (Lecturas españolas, hispanoamericanas y
chilenas, Voz celestial de España, Poesía del amor español) me
señalaron otro mundo: el de la literatura de nuestra lengua,
seleccionada con agilidad, síntesis y buen gusto. Scarpa regresa
ahora en su Literatura viva, pero lo acompañan, con esas
mismas virtudes, los profesores Aguilera y Matus. Y qué gozo es
sumergirse en la belleza tipográfica de estas páginas, último fruto,
antes de morir, de Mauricio Amster. .....
Ningún libro, sin embargo, vive, si no tiene un lector, y
valga la sentencia de Perogrullo, ese clásico amado por Unamuno.
Menos si el lector es un muchacho y carece de guía, o si el guía no
ama lo que enseña. No hay vocación más noble que la de enseñar, ni
más difícil, sobre todo en este país casi apagado, donde todo se
valora como "producto" de un periodista o de un profesor. ¿Acaso los
economistas chicaguinos olvidaron quién les enseñó la A o la U?
¿Olvidaron a sus profesores y sus primeras letras? ¿O las recuerdan
sólo en la sopa? ..... Y los ojos me
llevan a esos días del Instituto Nacional y a aquellos profesores
que nos entregaron universos inolvidables: El Pito Fernández y Darío
Benavente, que enseñaban Educación Cívica, cuando teníamos
Constitución y vivíamos en medio de la corrompida democracia ("...Y
si el Presidente de la República no quiere llamar a elecciones"
-decía Benavente-, "allí está la Constitución, que dice: ¡amiguitos,
a elecciones...!"); El Pililo Gutierrez (dibujo); El Chato Aravena
(biología y química); El Cachalote Vásquez (canto); Sencillito
Sepúlveda; Mascafierro Muñoz (trabajos manuales); El Cacique Vergara
(historia); El Nariz de bolita (historia), que ironizaba a costa de
la Iglesia, y al cual descubrí, arrodillado, los brazos en cruz,
ante una imagen de San Francisco; Juan Godoy, gran escritor
injustamente olvidado, y César Bunster, que me coronaba con sietes
de Castellano y admiraba a mi tío cura, cuando masones y católicos
se sentaban a la misma mesa... .....
De los ojos tan fuertemente
llorando... |
en revista HOY, 7 al 13 de mayo de
1980
|