Artículo
La
Buena Memoria
Por Pio E. Serrano
"A aquel hombre le
pidieron su tiempo / para que lo juntara al tiempo de la Historia".
Así, Historia con mayúscula, escribía Heberto Padilla en 1968 el
poema inicial del libro que habría de convertirlo en el primer disidente
cubano. Se trataba de Fuera del juego, un libro paradójicamente
premiado en la Cuba castrista. En 1971, arrestado por la policía
política, retenido en prisión durante varios meses y sometido a
una severa tortura psicológica, el régimen le pasaría la cuenta
por su desacato. La Historia, efectivamente se cebaba en el poeta
forzado a proclamar una humillante autocrítica que recordaba los
tenebrosos procesos stalinistas de la década del treinta.
El "caso Padilla",
sin embargo, precipitaría la fractura de la intelligenzia de izquierdas
con el régimen cubano. En septiembre de 1971 la revista Libre
recoge la denuncia al secuestro de Padilla. En el documento aparecen
las firmas de Sartre, Beauvoir, Duras,Genet, Calvino, Sontang, Enzensberger,
los Goytisolo, Barral, Castellet, García Márquez, Vargas Llosa,
Donoso, Donoso, Fuentes, Bryce y un largo etcétera. La presión internacional
logró la excarcelación del poeta y en 1980 pudo marchar al exilio.
La breve obra poética
de Heberto Padilla (Las rosas audaces, 1949; El justo
tiempo humano, 1962; Fuera del juego, 1968; Provocaciones,
1973 y El hombre junto al mar, 1981), renovada y ahondada
en cada título nuevo, lo situó entre los grandes poetas de su tiempo.
Fue, sin duda, la figura mayor de su generación, el grupo poético
cubano de los cincuenta, uno de los momentos más altos de la poesía
cubana del siglo. Lector voraz y conocedor en profundidad de la
poesía francesa y anglosajona, en su escritura quedó la huella de
Auden, Eliot, Wallace Stevens y los poetas isabelinos. Así pudo
construir un universo poético apoyado en una íntima intensidad lírica,
reflexiva e inteligente siempre. Sus poemas buscaron la inspiración
en lo inmediato cotidiano para elevar esta experiencia a resonancias
universales, lejos de lo tópico y doméstico.
Su novela (En mi
jardín pastan los héroes, 1986) y su ensayo autobiográfico La
mala memoria, 1989) constituyen desgarradores testimonios sobre
la soledad y el horror que debió padecer. El libro del chileno Jorge
Edwards, Persona non grata, relata objetivamente los preliminares
y el desencadenamiento de estas amargas experiencias.
Lo traté poco en
Cuba pero tuvimos una larga y profunda amistad en el exilio durante
los años que pasó en Madrid. Dotado de una humanidad generosa y
abierta, su conversación, reflexiva y coherente, se enriquecía constantemente
con los versos de sus poetas preferidos gracias a su providencial
capacidad para el recuerdo.
Sufrió mucho. La autoconfesión
forzada y el proceso que lo condujo a ello había depositado en él,
tan lúcido para otras cosas, un injustificado sentimiento de culpa.
El régmen toleró su exilio pero antes se aseguró de destrozar los
mecanismos más íntimos y delicados de este hombre bueno y noble.
Ahora, Heberto ha muerto
a los 68 años. Deja entre nosotros su palabra, una buena memoria.
Publicado
en Cuba Hoy, Septiembre del 2000
Pío
E. Serrano es director adjunto de Cuba Hoy