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(DES)ARMANDO A URIBE ARCE


Por Gabriel Agosin O
Fuente: Cultura Libre, 31 de agosto de 2004



UNO

"Tengo un escrúpulo porque es tanta la indigencia y la pobreza en Chile que encuentro terrible que se aplique dinero porque se han escrito versos y no a satisfacer esas necesidades. Puedo parecer como un hipócrita al decirlo a pesar de que realmente es mi sentimiento".

DOS

La bestia apocalíptica. Así lo bautizó cuando era un púber Roque Esteban Sacarpa, su maestro. De eso harán cincuenta o más años, pero es una forma de definir a Uribe tan gráfica como vigente que bien vale la pena rescatar. Exuberante en su erudición, criticón por naturaleza, polémico por hobby y preciso por sobre todas las cosas, a esta altura su nombre supera su propia obra. Y ni que se diga: Uribe es número puesto cuando los medios buscan alguna voz inquisidora con respecto a lo humano y lo divino. Es ese tono severo y adusto, esa pose incorruptible y comprometida lo que ha hecho de su figura un ser seductor, una suerte de ícono de la independencia intelectual en un país en el que el miedo anquilosa cualquier atisbo de debate público.

Desde ahora, más que antes, el apellido Uribe será pronunciado para hablar de “un poeta”, o, como seguramente preferiría, “un escritor de versos”. Y sí, muchos ya lo sabían, pero aún más eran los que no lo habían leído. ¿Será este premio un estímulo a la lectura de sus libros para quienes lo veían sólo como un viejo cascarrabia y vociferante? Veremos.

“Armando Uribe galardonado con el Premio Nacional de Literatura”. Eso es cierto hasta por ahí no más. En honor a la verdad, y como ya vaticinaba Eduardo Llanos, es el Premio Nacional el que realmente es enaltecido al premiar a Uribe. ¿Exageración? Relativamente: la selecta lista a la que desde ahora pertenece “don Aburrido”, como le decía su padre, es casi tan variopinta –y a veces ciertamente menos por los Oroz y Campos Menéndez que la contaminan- como la de la lista de excluidos, que de tanto recordarse ya es toda una institución a la torpeza.

TRES

Cómo no estar desesperado.
Día tras día nos dan de cuchillazos
Esas personas bien vestidas
De negro tan de su familia
Y católicas por añadidura.
Cómo no rasgarse las vestiduras.

CUATRO

La rabia. El lumpen de cuello blanco y corbata; el cinismo; lo vulgar y lo estúpido; la inmoralidad; el anticristo y Pinochet y el Golpe y la Concertación: esto y más generan su estado de ánimo permanente. Al pan, pan; y al vino, vino. Las cosas por su nombre. Nada de eufemismos. A peor vida; Críticas de Chile; Odio lo que odio, rabio como rabio; Verso bruto: todos títulos de sus libros que, si bien hablan de cosas distintas, dejan entrever un tono de molestia y disconformidad vital. Y bien, sí, Armando Uribe es de los últimos dinosaurios que no temen enfrentar al poder y los poderosos –cosa harto distinta- y enrostrar a diestra y siniestra a quienes practican el criollísimo deporte que, de estar en los Juegos Olímpicos, se llevarían la de oro: la vuelta de carnero o voltereta. El descrédito al Premio Nacional por la actual estructura del jurado así como su afán de desenmascarar a la Concertación –“es de extrema derecha en lo económico”- lo habían llevado ha suponer que si bien contaba con el respaldo de un grupo de escritores, el fallo iba a recaer en Barquero o Hahn, y si de él hubiese dependido, Serrano –Miguel- o Rosenmann-Taub. Los escépticos de siempre: “¿será una forma sutil para cooptarlo?” No está en sus genes la sumisión ni es su talante ser servil y cortesano, como otros zalameros de barbas blancas y performances para la galería.

CINCO

“Uribe ladra pero no muerde, pues si hubiera sido coherente con sus rabietas debería haber renunciado a este resabiado premio institucional, nacido de los poderes supuestamente culturales. Perdió la oportunidad de haberse hecho creíble en sus desplantes, que en verdad me parecen singulares y hasta simpáticos” (Germán Marín).

SEIS

La muerte. Tras la partida de unos de sus hijos y de la artista Cecilia Echevarría, su mujer de toda la vida y a quien buscó por años luego de divisarla a los lejos, comenzó a escribir necrologías. La religiosidad es otro tema que cruza su obra poética, además de sus corrosivas cartas abiertas a Patricio Aylwin y Agustín Edwards, un ensayo sobre Ezra Pound y El factor Pinochet o Intervención Norteamericana en Chile. Pero estábamos hablando de la muerte, que Armando Uribe enfrenta sin miedo y a la que espera para pasar a mejor vida. Mientras la espera, y tal como Borges lo hiciera al final de sus días, recibe en su casa a cuanta persona se acerque a su departamento en el Parque Forestal, reducto de donde sale sólo para ir a misa. Y son jóvenes quienes en su mayoría lo buscan para conversar y sobre todo escuchar de su propia voz que, a diferencia de antaño, hoy los poetas son todos universitarios y de clase media, diagnóstico preocupante para él. Y de seguro escuchan también sus recuerdos como diplomático Washington y embajador en Pekín hasta el 73; o su exilio en Francia, donde llegó a ser profesor titular de la Universidad de París I (Panteón-Sorbonne) en Ciencia Política y Derecho Público, que lo llevó a tomar un voto de silencio con la poesía hasta que terminara la dictadura; o, ni dudas, de su participación durante la UP como autor intelectual de la nacionalización del cobre y su actual lucha por recuperar para Chile el saqueo de las trasnacionales de la minería. De eso habla Uribe y de eso va a hablar de aquí en más. Es, como ha dicho, la última batalla que le queda por dar, pues ya tiene el Premio Nacional. Un alivio, a fin de cuentas, ya que luego de la vorágine de entrevistas vendrá la calma y ya no será parte de las polémicas que cada dos años se “inventan”. Se liberó de una, de la menos importante para él.

SIETE

-¿Dónde crea que irá tras su muerte?

-En el mejor de los casos voy al purgatorio. Los peligros de ir al infierno los tenemos todos todo el tiempo, creamos o no creamos, porque nosotros podemos no creer -yo creo-, pero al final la divinidad es ineludible.

 

 


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por Gabriel Agosin O.
Fuente: Cultura Libre,
31de agosto de 2004.