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"TE AMO Y TE ODIO" DE ARMANDO URIBE
Poesía erótica


Por Ignacio J. Rodríguez A.
Revista de Libros de El Mercurio. Viernes 16 de Diciembre de 2005

 

El erotismo es siempre representación —evocación, invocación— intelectual y volitiva. Sade lo convirtió en espectáculo; Bataille, en infracción. Armando Uribe lo despliega en aliteraciones donde las palabras fornican entre sí y se sacralizan en la veneración y el exceso. En cierto sentido, cometen adulterio contra sus designios y se ponen a copular frenéticas y lascivas en un más allá concupiscente con sus más soterrados arcanos. Estos textos no sólo se leen: son también el ojo de una cerradura por donde miramos, clandestinos y cómplices, las escenas más recónditas de esas transgresiones que un poco aterrorizados hemos alguna vez vislumbrado desde nuestros deseos y delirios. Por ellos nos deslizamos desde la cultura al extrañamiento ritual, y nos encontramos por fin con las energías liberadas y liberadoras que se desatan en el sacrificio y en la fiesta. Porque eso también es el erotismo: entrega y comunión, muerte y resurrección; definitivamente, contusión, disolución y conversión. Continuidad, si se quiere, después de la aniquilación de la individualidad en los despropósitos del placer. "Enamorados uno de otra/ y ella de él se hincaron el diente/ comiéndose sobre la colcha/ cuerpos y sesos veinte veces/ luego más veces y más veces./ Pierden la cuenta y él se empotra/ por dentro de ella y la melcocha/ ya no es de amor sino de vientre".

Hermosamente, el ser humano se hace más humano en el límite y el peligro, en la antropofagia sexual o en la inmolación mutua. No caben aquí las conmiseraciones ni los arrepentimientos. El que se va a fondo en el prójimo regresa de él victorioso y derrotado en un mismo movimiento de vuelo y de caída. El que se arrima a lo húmedo, como dice Uribe, se precipita en los humedales, y ya no le queda más tibieza que la de su propio retorno a los pliegues y repliegues de ese prójimo orgiástico. La vida, así, se convierte en alegoría y en succión, en diáspora de uno mismo y en condena de no ser el que se es: ser el que te digiere y el que te regurgita, el que te abre sus abismos y te eleva. Estoy hablando de un clásico del epicureismo posmoderno, de la confabulación y la sátira implícitas en el trasfondo del que ha experimentado lo mejor del amor y del sexo: el placer como epifanía del dolor, el dolor como vértigo del reencuentro. Y estoy hablando de un hombre con genio que transmigra desde la tragedia del compromiso a la comedia de los afectos. Porque el erotismo es aquí simulación de una eternidad y festín de los impulsos. Fisura y ocultamiento. Totalidad del hambre y repulsión de la saciedad. Atragantamiento y vómito. Polvo y cansanció. Detrás y delante. Tiro y retiro. Eyaculación y muerte. Orgasmo y organización de la retórica del después, de la introspección y del desgano. Éste es un libro de sabiduría, de pura percepción sagrada de lo abyecto y de lo tierno, de codificación y propulsión de la trascendencia en la otredad. Amor y odio surgen en él con las visceras de lo terrenal y el relámpago de esa distancia secreta de un dios que, como todo lo erótico, es sólo sustracción y ausencia, insinuación y velamiento.

De lo mejor de la poesía chilena, tan a la altura como lo de Anguita y Gonzalo Rojas. Los dejo con este poema: "Es el común desastre del hombre y la mujer"/ el que ambos mueren, y saber/ que hermafrodita muerte se les mete en la cama/ y hace el amor con ambos, y los ama". Bataille también sostenía que el erotismo "es la aprobación de la vida hasta en la muerte".

 
 

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"Te amo y te odio" de Armando Uribe.
Por Ignacio J. Rodríguez A.
Fuente: Revista de Libros de El Mercurio.
Viernes 16 de Diciembre de 2005.