Rodrigo Durand es un genuino poeta de La Serena,
cuyas raíces también vienen de Francia. Ahora está
radicado en París, pero su poesía cosmopolita contiene
la esencia de su pueblo natal. Ha publicado varios libros que dan
la referencia del mundo común de los artistas del ´80:
la búsqueda estética de la plenitud humana. No son los
historiadores los que dan cuenta de lo contemporáneo sino los
poetas: Son los testigos privilegiados de su época y pueden
proyectar sus paradigmas.
Su nuevo texto "Como amapolas al capricho del
viento", publicado por editions La Porte, en París,
que dirige Luis del Río, es una edición bilingüe
con amapolas rojas en la portada. Obviamente la proposición
del texto contiene a las amapolas: musas y símbolos de lo más
elevado del amor, pero también de la resistencia a la globalidad
siniestra.
Tal vez, el poema más intenso y que más
expresa la evolución poética del autor sea "Compartir/Partager".
Aquí plantea y se plantea la cuestión de la vida humana,
la esperanza que propone, y también devela su formulación
estética y cuáles son sus expresiones fundamentales
en su decir:
Compartir la naturaleza
de la ternura,
de la paz,
de la tierra,
de las cosas
y de las manos.
Compartir las luces
de las invenciones,
de cada alegría,
de todas las ideas,
de los siglos pasados
y de un bello día.
Compartir las aguas
del esfuerzo,
de la tristeza,
de la pasión,
de la lluvia
y del sabor.
Poder compartirlo todo
y hacer accesible el sueño
de sentirse más humanos.
Aceptar de ser inacabado,
para seguir completándose
con quienes crucen nuestro camino.
Pero me llama la atención, además del fuerte compromiso
a denunciar la crueldad, el texto denominado "La Serena".
Su apego a su ciudad recuerda a Rosario Orrego respecto a Copiapó
y a Fernando Binvignat. Su texto, dice:
Los montes coronan tu pelo,
cabellera verde de poesía,
el mar besa tu enagua:
corpiño blanco de la amada.
En tus calles corrió
mi infancia,
en tus parques la perdí
con besos de papaya confitada
y con la mirada perfumada.
Tierra adentro tus caballos,
parcelas y viñas licorosas.
Piel adentro, amigos o tocayos,
salsas picantes y sabrosas
Tus labios de rocío,
al prender la madrugada
y tu faro casi dormido
me saludan en la alborada.
Serena, La Serena, mi Serena,
hoy te devuelvo un pedazo
de caricias y el regazo
que mi madre un día me diera.
A pesar de la distancia de su tierra tutelar, Rodrigo
Durand no se aleja sino que hace florecer en su texto a nuestros héroes
y sueños. Si la poesía, además, de refrescar
el mundo, es la herramienta que abre el sendero de lo desconocido,
entonces Rodrigo Durand gana un lugar sólido en el Canon de
la literatura del Norte chileno.