EL
HABITANTE DE LA SOLEDAD Y EL OLVIDO
en las Fábulas Ocultas de Oliver
Welden
Por Arturo
Volantines
Si poesía también
es -lo que dice, Roberto Juarroz- "abrir algo entre palabra y silencio",
indudablemente las Fábulas Ocultas (Ediciones Lar, Concepción)
de Oliver Welden plantean a lo menos una doble apertura: señalan
expresamente una historia fundamental en la vida del poeta, pero también
se ve un fondo que pareciera que se oculta, pero se trata de una nueva realidad
que aparece, y/o a lo menos una vieja realidad que vuelve a aparecer, como el
sol de otoño entre el respirar del follaje de palabras.
Después
de muchos años de exilio y mutismo viene a publicar un texto, entre varios
inéditos que mantiene, el poeta premiado y fundamental de "Tebaida",
Oliver Welden. Viene a reponer(se) en el Canon de la poesía chilena y a
demostrar la trizadura de este canon, que afortunadamente se desmorona
en las manos de los antologadores, tan demodé y cercanos y cercados por
el oropel del Estado centralizado; y además, tal como lo dice Julio Ortega:
"La lírica hoy vive la decadencia de la noción del "poeta
nacional". Oliver Welden es un sobreviviente de la Generación Tebaida
-como la llama la poeta, Ana Leyton-, sino también es un poeta fundamental
de escribir del otro país adentro del país y construir una fortaleza
en el desierto (Tebaida): un aporte que no ha podido desdeñar la crítica
capitalina.
La primera fábula da cuenta del amor pleno y nortino:
a partir de recordar y recorrer no sólo una etapa feliz sino el territorio
de la amada. Eso señala mientras la recuerda en la fotografía: "Arica
te amé/ sobre la arena y en el agua, años y años amándote
en las alturas de Parinacota y Toconao/ -en las alturas cimas de tus pezones chilenos-
y en la profundidad estrecha/ de tu bajo vientre latinoamericano,…". Logra
hablar de la felicidad. No se nota que fuera puro pasado, pero sí denota
la venida de la resaca; y, sin embargo, mantiene el hablante, -en lo que importa-,
adentro del poema: "Detengo tus brazos que giran lentos/ cubiertos de una
tibia agua verde/ y me hago árbol poblado de frutos/ y puedo hacer volar
pájaros". En Atacama, los frutos y los pájaros son dioses,
porque claro no abundan en el desierto, pero aletean y brillan como la cuculí
o el colibrí, y la existencia de éstos puede ser de la maravilla
relacional de la vida; por eso, cuando el poeta asume cierto animismo resulta
poderoso y ese poder viene del amor: un gran amor.
En la segunda unidad
llamada "Bruma" aparece ya el pesimismo crítico o la melancolía
denunciante que es una de las características fundantes del poeta: "Cierro
el viejo maletín del amor y todo vuelve a ser tan antiguo./ Mañana
tal vez forre mis deseos en vagos recuerdos de otros años,/ sin decir nada
a nadie, guardándolo todo como un gran secreto./ Me sentaré a imaginarte,
quizá de dónde vengan tus voces, / tus muslos abiertos en mis manos
y el alcohol retumbando en la cabeza…". Su relación con su entorno
se oxida, con un fuerte cuestionamiento personal: "Entre bosta y bosta que
voy dejando caer por el camino/ hay algo de humano que sobrevive". Al finalizar
este capítulo se acentúa la relación perdida o la detonación
de la ausencia, que aparece más clara en el espejo de las palabras: "Con
mi triste sonsonete, con mi lengua roja/ y la esperanza en el olfato, destapé
tus sostenes/ como quien descuelga un teléfono para hablarte".
Conversar con la ausente o con la ausencia pareciera ser el homenaje latente del
poeta; diálogo donde mezcla el reproche con la melancolía y los
buenos recuerdos; a veces enfático y otras veces mesurado: "Silencioso
en la noche se levanta a contar su edad,/ a recordar rostros y a beber té
a las tres de la mañana/ en completa soledad en la mitad del invierno".
Y no sólo es la soledad sino también invade al poeta el desasosiego
y la desdicha. Lo que dice no es suficiente, hay que completar su decir, y eso
es lo que respira en el capítulo llamado:
"Fábula Hueso". Señala: "…para que una sombra caiga
de golpe y pesada, al igual que este amor oscuro/ que hoy hace desaparecer llevándote
todas mis palabras". En el Retrato de Justine, a la "casa deshabitada"
le agrega: "cosiéndose el alma con un hilo largo y se puede vislumbrar
su alma…". El poeta habla desde la desesperación y pareciera también
que sus versos están zurcidos con la decepción.
En la última
fábula llamada "Eclipse", asume el hablante del "macho anciano"
que se orina en los pantalones y que habita lo derruido: "Recorre los lugares
antiguos de la ciudad./ Tiene el catalejo para observar el pasado/ y un reloj
en la pared que sólo marca el presente./ Sus conversaciones son consigo
mismo./ Se moja la bragueta cuando orina./ La vida es pergamino amarillo."
En un texto dedicado a la poeta y compañera, Alicia Galaz, dice: "…porque
el enemigo es invisible/ y toma forma de una enfermedad/ y como todo el que sabe
un secreto/ yo estoy solo,/ porque he descubierto el propósito de la vida".
Esta "ceremonia del adiós" también es vivificada entre
lo perdido y el olvido que todavía deja pasar algunos rayos del pasado
dichoso a la niebla del presente.
Tal ves la mayor dificultad de estas
fábulas sea no encontrar los códigos, ya que el poeta trata desganadamente
de darnos pistas de lo que se puede abrir de su fabular. Este racconto de 40 años
de su vida equilibra el verso: no puede estar sólo al servicio de una supuesta
formalidad sino de los profundos ríos del hombre que respira. Allí
se encuentra la altura de esta poesía, donde es posible recorrer un camino
como un viejo film y se le puede relacionar con la mayoría de los seres
humanos que vamos -a la larga- mansos a un buen morir. Esta poesía despojada
de un preciosismo barato lleva indudablemente al corazón del hombre: vestido
sólo con su propio destino. Única posibilidad de imbricar la poesía
con un nuevo territorio y un mejor destino para el humano.
En una visita
reciente a la librería Macondo, en La Serena, Jaime Quezada, autor de esa
magnifica antología generacional llamada "Poesía Joven de Chile"
(Siglo Veintiuno Editores, 1973) me señalaba que Oliver Welden era el poeta
de entonces y que ahora faltaba. Este poeta ausentado con su reciente producción,
pero con sus "Fábulas Ocultas" une su propia tradición
con la producción contemporánea chilena y nos vuelve expectativos
con los otros textos suyos no publicados. Oliver Welden es uno de los poetas más
notables que ha vivido en el Norte atacameño y es un tremendo estímulo
para las nuevas promociones del Mundo Andino.