Poesía
de Iván Mendieta y Luis Aguilar
POESÍA DE ALTA SEGURIDAD
Por
Arturo Volantines
La poesía no nace de los jardines burgueses ni de las academias
azucaradas y gordas, -de esa comodidad acólita del poder-,
sino de la intemperie, del dolor y de la pena. Transita la poesía
preferentemente por la marginalidad, por los suburbios del alma, va
entre los más pobres y humildes; y, al decir de Martí,
presiente, en la más profunda oscuridad, la luz del amanecer.
La poesía germina en los rincones más tremendos, se
hace fuerte en el diálogo de las laceraciones de la represión
y acompaña en la búsqueda de la libertad. La poesía
siempre anda cargada de utopía, sueña en los arrabales
y salpica de esperanza a su creador y a sus lectores. La paradoja
es que siempre suele también condenar al autor, como fue el
caso de Gabriela Mistral a manos de sus propios colegas -profesores-,
que la envidiaron y no le permitieron estudiar formalmente en la Escuela
Normal: heredad genuina de la Universidad de La Serena. Esta misma
sociedad que le niega al poeta la sal y el agua, le abre después
las anchas alamedas y le rinde homenajes de lata. Pero el poeta y
la poesía ya han volado lejos.
El texto Poesía de Alta Seguridad, escrito por los poetas
Iván Mendieta y Luis Aguilar, hace resonar el
sueño de la subversión humana, que niega a quedarse
pegado en el suelo y, frente a la muralla inmensamente grande de la
globalidad capitalista, propone un mundo distinto; pero no porque
se vuelva una herramienta, sino porque crea mundos nuevos y distintos
o/y le agrega realidad a la realidad. Es difícil hacer un texto
compatible de dos voces obviamente distintas. Generalmente funciona
a cuatro manos, pero no es el caso; sin embargo, el vivir bajo el
mismo techo enrejado, les permite mirar a estos poetas por la misma
ventana más tiempo de lo habitual y los hermana en la búsqueda
de cabalgar con los ojos de lo esencial de las estrellas.
Mendieta es un poeta premiado y con suficiente oficio. Apuesta a un
desarrollo más lírico. Su capítulo contiene 6
partes denominadas: la inocencia, la niñez, lo divino, los
ritos, lo urbano y lo profano. Es notorio que es una secuencia: una
consecuencia que parte desde el interior del hogar y va creciendo
en el hombre público y social. Su relación con lo ancestral,
el amor, lo esdrújulo a lo Gonzalo Rojas, permiten a Mendieta
saltar con mucho dominio el "constructo" textual y armar
su discurso cargado de humanidad; y, aún más, proponer,
desde el ámbito del mismo texto, su personal visión
de la poesía.
Algunos de los poemas de Iván señalan, lo que pareciera
recorre todo el poemario, un deseo de cambiar la pesada pero frágil
noche que lo rodea: "Los amantes de este sur americano/ aún
son dueños de este grito,/ de este ponerse de pie,/ de este
porvenir, por duro que nos llueva,…". Tal vez, el poeta sea medido
por su ternura y su compasión, al interior del decir del poema,
que es la verdad total del arte, ya que el poema "dice lo que
dice". Por ello, me parece que el poema llamado "La canción
de Sebastián", dedicado a Sebastián Acevedo, contiene
la propuesta fundamental de Iván Mendieta, donde su compromiso
con una vida mejor en nuestra América pasa también por
suprimir el llanto y la pena: "…vení, morí, donde
te nazco/ a mi historia,/ a la tierra del hombre nuevo,/ a esta vida
dale vida, Candelaria,¡Con tu piel!"
En cambio, Luis Aguilar es más directo, más cercano
a la ironía de Parra. Tiene su poesía notorios aciertos,
porque la dureza de algunos de sus versos tienen resoluciones acertadas,
logrando el traspaso de la temporalidad prosística hacia un
fenómeno distinto de lo esperado. Función vital del
oficio poético. Además, su fuerte compromiso social
está conducido más cerca de la estética y no
de lo mero denunciante. La poesía apunta desde la realidad,
y casi todos sus textos van, desde el apego a los hechos concretos
de la contingencia, a moverse en sístole con la tradición
lírica.
En el texto "Vazca e India", en homenaje a Gabriela Mistral,
denota su común aporte a la Región de Coquimbo y a su
singularidad geográfica y humana, única en el mundo.
Dice: "Se le fue ausentando/ el verdor de su valle/ expulsando
del saco marsupial de los/ montes/ cuesta abajo/ rodando de espalda/
y de costado/ por las polvorientas aulas/ de rurales geografías."
Al cumplirse 60 años de la entrega del Premio Nobel a Gabriela
Mistral hemos escuchado y leído muchos homenajes; pero, Luis,
hace un aporte importante, ya que su texto no es la simple elegía
sino la recuperación espiritual del valle de Elqui con su más
notable héroe. Pareciera ser que sus versos nacen naturalmente,
como los pocos riachuelos del Norte: "Se fue quedando huérfana/
de su río Claro,/ del aroma de su tierra,/ con la chilenidad
en las valijas/ guardadas a hueso santo/ por el mundo viejo/ y el
fuego indígena en las entrañas/ de su alma."
Esta Poesía de Alta Seguridad es de la búsqueda
más profunda que puede realizarse en nombre del oficio poético,
ya que se genera desde la habitación donde no se respira libertad,
y, aún más, sí se busca desde la humanización
del hombre. Si la poesía no estuviera comprometida con la libertad
sería como un cielo donde las estrellas no pudieran brillar.
Y si sólo fuera ésta la función del arte poético
sería suficiente para justificar su existencia y su aporte
a la dignidad humana. Esta poesía necesaria como el pan, desde
el Norte, -desde la patria atacameña-, sigue siendo levadura
de los hombres encontrados en la dureza de este monte pariendo, tal
lo señala el poeta, para hacer al fin una vida distinta a la
globalidad siniestra, y cercadísima a las alas de todo ser
humano que respira.