tres
cuentos inéditos
Las pieles del regreso
( A Miguel Ángel
Rojas)..............................................................
... Él amaba sus pechos anchos
caídos como lenguas mansas sobre su abdomen abultado. Le gustaba
recorrer su cuerpo lleno de curvas, de excesos, de pliegues, de blanda
acogida. Tocarla era el presagio del placer y el abrazo le hacía perder
los límites de su propia piel confundida en la de ella. Nada se
comparaba a su cuerpo lleno de historias. ... El día en que se fue sin aviso, él se prosternó
ante la desolación. Cada tarde fue un espiar por la ventana aguardando
su regreso. Tres meses después, los conocidos golpecitos rítmicos lo
estremecieron. Parecía ella, sólo que reducida, estirada, tensada como
una cuerda. Buscó beber sus pechos, la abrazó, la desnudó lleno de besos
y sentido, pero el hálito de goma, la dureza de sus caderas, el vientre
plano. ... Cuando ella despertó, no pudo
explicarse el cuerpo tan amado, balanceándose desde la viga principal.
En los ojos del suicida se leía la orfandad.
Cuento tal vez oído en un bar a las tres de la
mañana
(a Lauro
Zavala)..........................
... Me dijo que el Emperador,
conmovido por su prosa, le regaló diez años más de vida, al cabo de los
cuales le concedería una noche para la lectura de lo que hubiese escrito
y luego lo decapitaría. El escritor miró a las estrellas y comprendió
que su tiempo era un pestañeo en el universo. Tomó entonces a su hija
pequeña y comenzó la tarea. ... Al
cumplirse el plazo, el Emperador se presentó ante su puerta. ... El escritor trajo a la muchacha y le
dijo: ... -Cuando termines la lectura, la
devuelves a su madre y me decapitas-. Luego, el escritor retiró el manto
de seda que cubría el cuerpo de su hija. El Emperador contempló los
hombros, el cuello, las axilas, el pubis y vio que el cuerpo entero de
la muchacha estaba escrito en una apretada caligrafía. ... Creo haber oído que aquella noche el Emperador
amó a la muchacha. Dicen que la leyó una y otra vez, pero lo asombroso
es que a cada giro del amor, los cuentos se entremezclaban y nunca podía
leerse la misma historia. El escritor murió anciano. El Emperador
también de viejo y feliz. Dicen que la muchacha no murió jamás. A veces
va a los bares, y antes de desnudarse, cuenta historias como
ésta.
Reflejos
(para
Jorge y Óscar)..................
... El hombre entra tras el
rastro de luz del acomodador. Otro hombre, dos filas atrás, ve el
reflejo del perfil, semialumbrado por los colores que reflecta la
pantalla. El hombre que observa, recuerda las primeras veces de ese
perfil, en otro cine, hace largos años... ... Fuiste el mejor amigo de mis siete años. Eras
alto, desgarbado y hasta en la hermandad de la pobreza, por tu
arrogancia y malos modales, mi madre nos prohibía tu amistad. Pero tú
sabías los vericuetos de escaleras, el mapa de aventura silenciosa, que
nos llevaba tras la pantalla del cine al que no podíamos acceder.
Haciendo un imperioso gesto de silencio, nos pasabas un trozo de espejo
a mi hermano Óscar y a mí, y de espaldas al telón, veíamos piratas,
besos, abrazos prohibidos, leyendo los subtítulos en el espejo. ... Un día rompiste la magia en el fragor de la
tercera vez que veíamos a "Maciste en la Corte del Zar". No pudiste
evitarlo, los nervios te traicionaron, te levantaste y gritaste a todo
pulmón: "¡Idiota, por atrás, el tuerto te va a acuchillar por detrás!".
El acomodador, mascullando palabrotas, corrió por los apsillos en pos de
nuestra carrera acezante. Logramos subir la escalera y entonces volvimos
las cabezas. La puerta se cerró a nuestras espaldas y un grueso candado
clausuró la infancia para siempre. ... No
nos volvimos a ver en doce años y yo siempre atesoré la aventura de ese
cine, de esa vida de revés. ... Cuando el
país se hizo miedo y humo y todo parecía una pésima película en la que
teníamos mal hecho el reparto, tuve que caminar con las manos tras la
nuca en el campo de prisioneros. Vi el reflejo de tu nariz, como antes.
Pero eras tú quien llevaba el fusil y el casco y yo cerré los ojos
mientras nos custodiabas, apuntandonos. ... Aquí, en este cine, veo tu nuca, como antes
viste la mía. ... Hay un desgarro en las
pantallas del mundo ahora. ... Me pongo de
pie, llevo la mano al bolsillo, y antes de salir, me acerco a tu fila, y
aunque sé, por el gesto de tu rostro, que no me reconoces, te extiendo
un trozo de espejo roto.
Imágenes: 1. "Tacones" por
Marcela Díaz. ................2. obra de
Bernardita Larraín ................3. de
la serie Los Ciegos y los Parques, de Eduardo Garreud. 1974
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