La
arquitectura dulce
POR CARLOS GERMÁN
BELLI
..... Hoy la imagen
literaria suele nacer por la aproximación de realidades muy distantes;
y, según sus teóricos, mucho mejor cuanto menos se asemejen. Es la
integración de cosas diametralmente distintas, como el día y la noche, y
hay quienes no dudan un instante en acoplarlas, aunque la imagen cuaje
el mayor de los disparates. Exactamente, con igual prurito por lo
descabellado, me permito yo también juntar el Sol y la Luna (aunque no
sé si con el mismo derecho). Pienso entonces a la vez en Agra y en
Trieste; en el mausoleo del Taj Mahal en esa ciudad hindú y en el
castillo de Miramar situado en las cercanías de aquel puerto italiano
del Adriático. En apariencia resulta tan incongruente como las imágenes
del escritor vanguardista bajo el precepto de las palabras en libertad o
el puntual fluir del pensamiento. Pues, sin duda alguna, no puede haber
punto de comparación entre una de las maravillas de la Tierra, como es
el Taj Mahal, y el castillo de Miramar, que constituye sólo un agradable
monumento histórico.
..... Pero el
poder del amor hace posible la inadmisible equiparación, aun con mayor
fuerza que la fantasía que da causa a las imágenes que nunca siquiera se
sospecha. El motivo es simple, porque fueron edificados bajo el latido
de las entrañas. El mausoleo y el castillo se elevan desde el suelo y se
recortan en el espacio, seguros y enhiestos por entre los siglos. En
ambos hay la firme resolución del que quiere tributar un homenaje a su
inseparable mitad, y morar allí con ella en la vida y en la muerte, como
una unidad que nadie logra dividir. La semejanza no radica en el
exterior; está dentro, en lo más recóndito, inalcanzable a los ojos
corporales; sin embargo, tiene la virtud de conmover cuando se sabe el
porqué, más allá de la natural emoción estética que puedan deparar los
volúmenes arquitectónicos. Probablemente, como en un trato intermental,
el que genera la idea guía virtualmente al arquitecto, que se convierte
en un médium, un intérprete de quien ordena el trabajo. Desde luego, el
encargo arquitectónico de suyo encierra un propósito personal, que en
cierta manera será como una marca indeleble en la futura
obra.
..... En honor a la verdad, nada
tiene que ver acá la fantasía; todo estriba únicamente en las
circunstancias, en haber visitado no hace mucho las dos ciudades. En
consecuencia, en un lapso corto, contemplo primero el mausoleo de Agra
y, días después, el castillo de Trieste; y, ahora, la doble visión
impresa en la memoria, que me hace pensar que hay una arquitectura
dulce, dictada por el puro amor. Lógicamente, la casa que la pareja
manda a construir o la realiza con sus propias manos, posee la huella
del amante que no titubea de que su otra mitad es la justa, que no hay
más que ésta en el mundo. Es evidente entonces que la arquitectura dulce
puede ser un departamento burgués en un abreviado rascacielos, con la
neblina hasta las cejas, en una bahía del Pacífico; o, kilómetros tierra
adentro, en pleno suelo arenoso, nada más que la precaria casa hecha día
a día, entre desperdicios, huesos de pelícanos y pedazos de
huacos.
..... De nuevo usurparé la
quimera del vanguardista, que roza con la irrealidad y multiplica las
comparaciones al infinito. Esta vez hasta el mármol puede ser dulce como
la miel y cálido como un rayo solar. Lo imagino ahora así en el Taj
Mahal, cuyo perfecto trazo parece en la noche delineado por un calígrafo
en pleno firmamento. Desde hace más de doscientos años, allí mora una
pareja. El emperador Shah Jahan dispuso la construcción para que sea
sepultada su amada esposa Muntaz Mahal; luego, como en una exacta cita,
él se reunió con ella para siempre. La obra, aunque concebida por dos
arquitectos persas, refleja más bien el espíritu hindú, porque es
equilibrada y sugerente, como la ha calibrado un experto. En el otro
lado del mundo, en Trieste, se alza el castillo de Miramar, edificado
entre 1856 y 1860 bajo la vigilancia personal del archiduque Maximiliano
de Habsburgo, con la finalidad de residir con su esposa Carlota.
Justamente, desde Miramar parten hacia México, en una extraña aventura
imperial que culmina en el fracaso: Maximiliano fue fusilado y Carlota
enloquece. "Nido de amor construido en vano", lamenta Giosué Carducci en
un poema que le inspira el castillo al visitarlo pocos años después del
drama. Entre tanto, sigue hoy intacto con sus torres blancas ceñidas por
las nubes y las olas que baten los cimientos.
..... El Taj Mahal con muchísimos quilates y en las
cien bocas de la fama; el Miramar con muy pocos quilates y casi por
nadie conocido. La perfección los separa, pero la pasión los une hasta
transfigurarlos en verdaderos nidos de amor. La pareja humana ha sabido
elegir los lugares donde estará: en la vida en el castillo italiano y en
la muerte en el mausoleo hindú. Es el arte arquitectónico en dos
estructuras distintas y una misma idea en el fondo, tal como ocurre en
un templo de Oriente y en otro de Occidente.
en El Mercurio,
Santiago Chile 22 octubre 2001