El
joven poeta Javier Bello presenta su libro “El fulgor del
vacío”
“El peso de la
muerte es algo que no puedo
quitarme de
encima”
Creador de versos en los que la angustia existencial se
mezcla con el desconcierto de quienes crecieron durante la dictadura,
el escritor entrega ahora un volumen que resume su obra
reciente.
por
Rodrigo Castillo R.
Firmemente posicionado como una de las voces más interesantes
de la poesía joven chilena, el treinteañero Javier Bello se ha
abierto camino en el medio literario a punta de versos elaboradísimos
en los que describe mundos que, según sus propias palabras, resultan
“asfixiantes”.
“Mi trabajo da cuenta de la represión. En
sociedades como la nuestra, la represión es una constante, y yo no
puedo desligarme de eso”, afirma el escritor, quien, para ofrecer una
visión global de su propuesta, ha reunido en un solo libro los
poemarios que ha publicado durante los últimos seis
años.
Titulado “El fulgor del vacío” y editado por el sello
Cuarto Propio, el volumen en cuestión reúne los poemarios “La rosa del
mundo” (1996) y “Las jaulas” (1998) e incluye, además, una serie de
textos hasta ahora inéditos, arropados con el nombre “Los pobladores
del entresueño”.
En sus escritos, el autor recurre a la
herencia vanguardista que recogió en sus lecturas de infancia (antes
de los quince años, Bello ya había leído a autores como Huidobro,
García Lorca, Lezama Lima y Vallejo) y evoca la exuberancia
paisajística del sur -es nativo de Concepción- para crear escenarios
en los que la angustia existencial se mezcla con el desconcierto
generacional de quienes, como él, fueron criados durante el régimen
militar.
“Mi visión es política, pero no referida a hechos
concretos de la política. Crecí en dictadura, y el peso de la muerte
forma parte del trasfondo de mi poesía. Es algo que no puedo quitarme
de encima, y mis imágenes siempre tienen que ver con eso, porque la
poesía trabaja con la ética del momento que uno está viviendo”, afirma
el escritor.
-En tus versos, más que hablar desde tu
individualidad, sueles adoptar una voz colectiva, que parece hablar de
experiencias compartidas.
-Lo que pasa es que siempre he
pensado en el colectivo. Yo tengo dos grandes motivaciones para
escribir: una es lo que podríamos llamar pueblo, si la palabra pueblo
no estuviera tan cargada de malas interpretaciones, y la otra es el
paisaje, entendido como imagen que devela cosas de nuestra
sociedad.
-A propósito de paisajes, muchos de tus poemas
producen una sensación de vista panorámica.
-Mi trabajo tiene
mucho que ver con eso, sobre todo en “Las jaulas”. Yo soy del sur, y
el mito del sur está patente en mi escritura. Recuerdo, por ejemplo,
que para mí fue impresionante ir a Punta Arenas, porque descubrí que
el paisaje está cargado del exterminio de los pueblos originarios de
ese lugar. Eso es algo que se ve y se siente.
La
jaula de la sentencia
No
dejes tu sombrero fuera de la casa, no dejes tus guantes
lejos del amanecer, porque las hormigas te golpearán con
sus antenas hasta causarte daño, porque las piedras
arderán en tus zapatos negros, para que aprendas a no jugar
con las líneas de tus manos, para que recuerdes, hijo
mío, que el norte de las brújulas se come la cabeza de tu
propio animal. Cuídate de los viajes, cuídate de los
viajes y de los trenes y del tambaleo de los barcos en los
mares sin ley, porque en los viajes va la muerte hablándote
al oído, porque en los trenes va la muerte sentada y en
los barcos va la muerte de pie.
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Lunes 27 de enero de 2003
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