La
escritura exuberante de Javier Bello
“El fulgor del vacío” reúne varios de los trabajos de
este destacado exponente de la
lírica chilena de los noventa
por Juan Cameron
en Granvalparaíso.cl, Agosto de 2003
Javier Bello es sin duda uno de los mayores
exponentes de la lírica chilena de los noventa. Su reciente libro,
publicado en Santiago por Editorial Cuarto Propio, a fines del año
anterior, es una muestra evidente de su fuerza, fluidez y prestancia
en el manejo del lenguaje; casi un animal literario, a la manera de
Neruda, en las más recientes promociones de la poesía
nacional.
“El Fulgor del
vacío” reúne varios de sus trabajos anteriores, principalmente de
“Las jaulas” y “La rosa del mundo”, a los que agrega el
cuadernillo “Los pobladores del entresueño”.
Una de las
primeras ideas que surge, al revisar la poesía de Javier Bello, es la
necesidad de su imitación. Haría bien a la joven poesía
chilena tomar ese impulso avasallador que su verso aporta, su fluidez
y encadenamiento semántico, su sonoridad y respeto por el ritmo y,
sobre todo, ese placer por la escritura que emerge como una constancia
de su trabajo:
“Tú con los
hombres que dan silbidos vivos como bellos delfines te desangras sobre
los párpados de los acantilados./ Nadie te verá morir entre las
amapolas”
David
Preiss, poeta de su generación (señalado en la contratapa del
libro) dice de Bello: "Su oficio es molesto. Se instala en la
abundancia. Nos golpea con ella (...) El programa que moviliza la
escritura y la lectura de estos textos nos empuja de una imagen a
otra, hasta que acojamos en nosotros su terrible donación".
Existe un código
propio muy bien manejado por Bello. Al referirse a lo otro, a lo
indecible en el léxico propuesto, recurre a símbolos claramente
identificables para el buen lector. Y en ese campo hace
descubrimientos que bien pueden citarse, por sus colegas, como
perfectos epígrafes. Esta sentencias son dramáticas, definitivas, como
si acaso hubieran sido escritas para el gran escenario de la tragedia:
“No diré la
palabra. Decir es dar la muerte”
“No quemé mis
palabras para sentarme aquí a raspar las visiones,/ no abandoné a mi
madre para marcar las piedras”
Y en este
metalenguaje, el autor se maneja tras un buen simulado humor en el
cual la sinécdoque disfraza el verdadero contenido de su mensaje.
Bello juega con los conceptos para instalarlos en el discurso y, de
esa manera, contrabandear lo ambiguo bajo la máscara de la inmediatez
“Dime cómo te
llamas, Ángel del Diablo, que quitas el pecado del mundo,/ revélame el
día en que sin miedo nos acercamos al pozo, nos asomamos al brocal,
olimos la flor negra que nos abría la boca, escribe sin ocultar la
carcajada”
Las respuestas
podrá encontrarla el lector en la primera página de alguna novela de
Guillermo Cabrera Infante.
Su manejo de
recursos verbales es amplio. Bruno Cuneo, quien señalara este punto en
la Revista de Libros de El Mercurio (agosto de 1999, citado en
contratapa), expresa que el autor es "difícilmente asimilable a alguna
escuela o línea poética determinada y sorprende desde un comienzo la
evidencia de su originalidad". Sin embargo, en sus versos se hace
patente la lectura de determinados autores, Neruda, Saint John-Perse,
De Rokha, y hay en su todo un rescate del amplio discurso de los
treintaiochistas, en particular de Humberto Díaz Casanueva.
A este proyecto de
acercamiento a la poesía, Bello aporta elementos de actualidad -la
falta de solemnidad, por ejemplo- y una respiración propia. En
cualquiera de estos casos debe verse, como varios otros autores de su
generación, en la continuidad de la tradición chilena.
En entrevista de
Rodrigo Castillo (Las Últimas Noticias, Santiago, 27 de enero de
2003), reconoce la herencia vanguardista de sus lecturas de infancia:
Huidobro, García Lorca, Lezama Lima y Vallejo, y justifica la
exuberancia de su escritura -que a veces lo asfixia, afirma, en el
paisaje el sur, donde "la angustia existencial se mezcla con el
desconcierto generacional de quienes, como él, fueron criados durante
el régimen militar":
“Crecí en
dictadura, y el peso de la muerte forma parte del trasfondo de mi
poesía. Es algo que no puedo quitarme de encima, y mis imágenes
siempre tienen que ver con eso, porque la poesía trabaja con la ética
del momento que uno está viviendo”.