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Carmen Berenguer

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Escritora Carmen Berenguer aborda experiencias femeninas límites en clave poética

La casa chilena y sus mutuaciones

Su libro "Naciste pintada" explora en el mundo de poetisas, prostitutas y torturadas, todas habitantes de una morada "hechiza".
por Renato Castelli


Carmen Berenguer acaba de editar su último libro, "Naciste pintada" un volumen de más de trescientas páginas en las que explora -poéticamente y a través de fuertes miradas femeninas- el concepto de una casa chilena a medio construir.

La experiencia, en que mezcla poesía y prosa, tiene diversas aristas, como encuentros de poetas en una casa de Valparaíso, confesiones de prostitutas y el lamento de mujeres torturadas en el cuartel de calle Borgoño.

Como en sus anteriores libros "Bobby Sands desfallece en el muro" y "A media asta", la autora recopila elementos extraidos de la cultura popular, los mezcla con creacones propias y los sintetiza en forma de crónicas poéticas.

Según sus palabras, en "Naciste pintada", "hay una visión chilena sobre los últimos veinte años. Hay un poemario que yo escribí todos los días, una poesía crónica que cuenta lo que se vive. Manejo otras estructuras lingüisticas más abstractas, pero la mayor parte de mi poesía siempre ha sido no de la contingencia sino que de la mirada diaria".

La autora estructura el libro como un recorrido por tres casas que forman la morada chilena hechiza, en un símil del sueño nacional de la casa propia. "Este libro es una casa hechiza, llena de necesidades, una casa que tiene deseo de ser casa, pero que siempre se va construyendo un fragmento a partir de la necesidad", sostiene Berenguer.

La autora consigna un poema de Huidobro en el que hace una feroz crítica a su época, en el que Chile aparece como un inmenso caballo muerto. "Esa crítica nos corresponde. Han cambiado los grandes edificios, Chile ha metamorfoseado y ha pasado a ser "una ciudad moderna", pero es un decorado, el trasero sigue siendo una favela. Las nuevas tecnologías no cambian las mentalidades tan rapidamente".

Al hablar de cambio, Carmen Berenguer se arrepiente. "Habría que encontrarle un sinónimo a esa palabra", dice, y revela sin ambages su opción política: "Voy a votar por Lagos, le tengo pavor a la cosa "buena" de Lavín, esa moral del buen vecino, todo tan blanco, azul y rojo. Pero también me producen espanto todos los artistas pegados a Lagos, pensando en agregadurías culturales", dice.

El libro pasa de una casa en Valparaíso -con un encuentro semirreal entre los poetas Juan Luis Martínez, Enrique Lihn, Rodrigo Lira y Armando Rubio; el pintor Juan Dávila, Las Yeguas del Apocalípsis y la autora- a una casa en la que prostitutas relatan sus vidas y a un ambiente de presas políticas torturadas.

-¿Cómo combinar vivencias tan distintas como las de prostitutas y torturadas?
-
Lo de las trabajadoras sexuales da cuenta de una transformación de mercado, donde el escenario cambia desde una casa antigua al sauna de los años 80. Son testimonios de una época perdida en una transformación global.

-¿Y las torturadas?
-De las torturadas no se ha hablado mucho. El exilio fue masculino, los detenidos desaparecidos también son masculinos. Siempre se habla del hijo o del marido ausente, una ausencia masculina. Tampoco me interesaba el cuento de las mujeres de las cúpulas, de las jerarquías que se fueron al exilio, sino las que se quedaron aquí y fueron torturadas.

-Tus últimos capítulos están dedicados a la casa del horror...
-Esas mujeres pasaron por la casa del horror, en Borgoño, que es la institucionalización de la tortura. Ese lugar pasó de ser una casa experimental de la ciencia a un centro experimental de tortura, o que revela nuestra brutalidad.

 

en Las Ultimas Noticias, 12 enero 2000.





 

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