intimidad maldita
NACISTE PINTADA, de Carmen
Berenguer
Cuarto Propio, Santiago, 1999. 338
páginas.
por Patricia
Espinosa
en Rocinante Nº 18, Abril
de 2000
Al aproximarse a Naciste pintada de Carmen Berenguer
se advierte de inmediato una necesidad extrema, en el mismo acto, de
decir y repudiar. Cada enunciado de este texto opone una resistencia
tanto al sistema de los géneros como al estatuto de la ficcionalidad,
agujereándola con retazos de "verdad". Estamos ante una primera
persona que exige al lector un pacto de lectura que le permita borrar
y restablecer los limites una y otra vez sobrepasados.
Berenguer recoge
historias, momentos, voces diversas y dispersas, entre las cuales se
ubica ella misma. Cada enunciación resulta dramáticamente
insustituible y única, a pesar de ir construyendo un territorio
extremadamente compartido. Así, se va armando una historia de
fragmentos, de datos y sensaciones que lo oficial pretende siempre
eludir.
Naciste pintada hace un recorrido por el espacio
de una intimidad maldita, contextualizada en un continuo
desplazamiento entre pasado y presente. Berenguer introduce el relato
a partir de una mirada que identifica geografías urbanas y habitantes
oscuros que se apropian de la ciudad, contraviniendo, a su modo, las
fronteras que pretenden ocultarlos o simplemente eliminarlos.
Berenguer va capturando imágenes para explorar las mixturas que
dislocan las reglas, paseándose por el Barrio Chino, los bares
antiguos del puerto y la casa de Brenda. Las rutas se suceden una tras
otra, rutas conformadas por palabras y cuerpos, las vidas de mujeres
diversas, cuya precariedad se revierte a través de la constante
generación de estrategias de sobrevivencia.
En esta
itinerancia, el libro establece una secuencia de voces intercaladas,
títulos y crónicas policiales extraídas del diario La Cuarta, en torno
a un crimen ocurrido en un prostibulo. La disparidad de las versiones
que condenan, desde la prensa y la policía, hasta la autovictimización
de los inculpados, rlistorsionan la referencialidad, pero contribuyen
a la gestación de una texlualidad basada en el entrecruce de
testimonio y discurso publico. La recuperación de los lenguajes que
realiza la narración, de un modo cercano al documental, permite la
circulación constante de los ejes autora- testigo-partícipe. Triple
vértice u ojo que ejerce la crítica a partir del encuentro de
lenguajes extraviados. Con terquedad Berenguer insiste en exponer
estas voces en su individualidad y autonomia relativa. De tal modo, la
verdad tambalea y se deslegitima, movimiento que también involucra la
posible capacidad resolutiva del lector.
Aunque lo más
importante es acotar o reducir el discurso de la sanción pública,
para, en contraposición. expandir el ámbito de las discursividades de
los enjuiciados. Berenguer agrede la organicidad del aparato crítico
moralizante y silenciador del sujeto culpable. Es por ello que la
presencia de la mujer encarcelada adquiere una importancia vital en
este texto.
Naciste pintada, enunciacion que interpela
primeramente a un tú femenino, expande sus resonancias a todo
individuo apresado por el determinismo. Las enunciaciones van
destruyendo sin cesar la obligatoriedad de los caminos preconstruidos.
El mundo configurado por Berenguer es habitado por seres que desoyen
con una tremenda voluntad todo posible destino de aniquilación que la
historia les tenia preparado. Cada una de estas vidas, a las que me
niego a llamar personajes, contribuyen a compaginar la terrible verdad
que rebasa y desajusta este texto iluminante y terriblemente cierto,
con una fuerte e impresionante cercanía con experiencias de mujeres
que vivieron vejaciones, tortura, secuestros y violaciones. En un
compromiso grandioso por combatir el horror y el olvido, Carmen
Berenguer obliga a la confrontación con una tragedia que no admite ni
siquiera el más mínimo subterfugio.
"Naciste
Pintada"
338 páginas, 1999, Cuarto Propio.
por I.
Q.
en El Mercurio de Valparaíso, 4 de junio de
2000
¿Qué es lo que pretende Carmen Berenguer? ¿Originalidad?
¿Osadía? Ella advierte en el inicio de “Naciste pintada” -su
voluminosa colección de poemas, narraciones, recortes de diarios,
monólogos- que lo suyo es un testimonio. El lenguaje se torna así en
una desesperada repetición, en un ritmo truncado que a lo sumo
replantea el fracaso de la humanidad antes sus impulsos terroríficos.
Aunque, quizá, todo esto sea mucho decir la poetisa es demasiado
hermética para estar seguros de nada.
El libro, sin embargo,
también contiene un itinerario contingente y social que le confiere
cierta objetividad. En efecto, las cartas de las prostitutas que
incluye bosquejan la ideología feminista que inspira a la autora.
Carmen Berenguer adscribe resueltamente a la llamada “literatura de
género o de los márgenes”, que viene a ser, en nuestro mapa cultural,
una teoría escritural opuesta en extremo a la comercialización de las
tareas. El punto de gravedad de esta corriente sería, al parecer, la
búsqueda de una mirada realista del dolor. El instrumento escogido es
la razón, quizá por la perspectiva hacia cierto punto siquiátrica de
que se vale esta estética. De ahí que el libro obedezca a un
esquematismo, por momentos, asfixiante o francamente ilegible. El
texto se desdibuja bajo el dominio de este imperativo, pierde
estructura, forma, significado.
Con todo, sumida en la
incertidumbre de este cultivo síquico, Carmen Berenguer de pronto
rescata su biografía y la traduce en un sutil relato sentimental. Es
su mejor inflexión; lo demás es monocorde.