LA MIRADA ESCÉPTICA DE LA ESCRITORA
CARMEN BERENGUER
Corazones
rojos
Sí, somos oportunistas. Aprovechando
el Día Internacional de la Mujer, hablamos con esta poetisa que llenó
de ideas, rabia y color el ex Congreso Nacional con la perfomance
“Delito y traición”. Asqueada de Shakira, los mass media y los grupos
económicos que manejan todo, se queja del travestismo de las mujeres
que ocupan cargos políticos y de que las voces femeninas alternativas
no caben en ninguna parte. No se preocupe Carmen, aquí tome la
palabra.
por Juan
Sharpe
en La Nación, 9 de marzo de
2003
Ayer se celebró el
Día Internacional de la Mujer. El festejo llegó en un momento crítico
para las libertades individuales con el fantasma
de la petro guerra imperial oscureciendo el cielo. Corren malos
tiempos para las utopías colectivas o de género y para la lírica
contestataria. Y momentos confusos para las batallas feministas. La
escritora Carmen Berenguer presentó ayer su particular homenaje
a la celebración con “Delito y traición”, un montaje multimedia
que incluye video, texto, foto, banda sonora y teatralización -a cargo
de Carolina Jerez- para recorrer la historia de las luchas femeninas
chilenas. Y desenfundó su escepticismo ante la evolución de los
espacios femeninos tanto en el país como en el mundo.
-Vuelve el Día
Internacional de la Mujer, ¿qué le sugiere?
-Shakira. Los mass media y
los grupos económicos que manejan el Día Internacional de la Mujer lo
celebran invitando a Shakira y con una rebaja de un 20% en Ripley.
Esas son las celebraciones que vengo observando y eso es lo que me
sugiere. Está traspasado por el neoliberalismo, donde nosotras, las
mujeres alternativas, hemos perdido todo lugar. Tengo una mirada
escéptica, como si miraras el ocaso de lo que pasó en el siglo XX y
vieras el estancamiento. Las fuerzas radicales, o de la izquierda, no
han renovado sus discursos, no han incorporado los cambios; lo que
significa la nueva esclavitud laboral o lo que significa este
liderazgo chileno en América Latina
-¿Cuál sería la
reflexión contemporánea a este momento?
-Sin ser grave, me rijo por
la ética. Eso me salva. Es una etapa de reflexión, que da para pensar
qué hacer. Me importa el activismo desde los lugares donde se están
produciendo cosas: a través de encuentros académicos, donde sí se da
la reflexión, donde se dan encuentros de género, pero me hace falta la
parte más viva. La verdad es que estoy aburrida. Vivo en un país
latero donde no pasa nada y lo que pasa es un espectáculo de los
medios de comunicación. Soy escéptica, con un rictus que se corre
hacia la ironía.
-¿En este país
no pasa nada?
-No. Nada. El hecho de que veamos a Los Prisioneros, como
expresión que alegra a todo el mundo, es una señal; es un discurso
interesante pero que ya disfruté en los ’80. Es como rebobinar una
casette. Son los mismos textos suyos y míos. También produce un
escozor cuando todo esto es aceptado y pasa a formar parte de un rumor
general, muy hipócrita, incorporando el discurso disidente al discurso
de la cultura nacional. Me gusta lo que dice Jorge González, eso de
que el canal de los curitas comercia el filete de las niñas, que tiene
su precio como un mercado de carne fresca y bella. Es una paradoja, en
la que no hay ética, no hay nada. Todo lo que digamos es predecible.
-¿De qué
hablamos cuando hablamos de ética?
-De
coherencia.
TRAVESTISMO Y PODER
-¿La mujer ha
reconquistado espacios desde que volvió esto que llamamos
democracia?
-En
1989 había un movimiento femenino grande, importante, y se desperdigó
porque muchas de esas mujeres se fueron a las instituciones y sus
discursos se institucionalizaron. Ahora hay dos espacios. Queda un
gran sector fuera de la experiencia. El Sernam o el Instituto de la
Mujer no conversan con La Morada, con las intelectuales, con la otra
parte.
-Pero es la
primera vez en la historia chilena que hay dos mujeres con opciones de
ser Presidente de la República.
-Ojalá que una mujer pueda
ser presidente, pero se gobierna para todos y eso entra dentro de los
grandes discursos macros, donde se hace una abstracción, y no sé que
efectos positivos pudiera tener. Si logra tener esos efectos de
envergadura, interesantísimo. Si ocurre eso en una mujer que tenga una
muñeca interesante, fantástico. Para que humanice un poco este mundo
sin razón que estamos viviendo. Pero no es la primera vez. En la
primera mitad del siglo pasado, antes de la Ley Maldita y de las
traiciones, ya hubo mujeres relevantes en la política.
-¿Soledad
Alvear o Michelle Bachelet, le satisfacen como candidatas desde sus
aspiraciones feministas?
-No. Me gustaría más que
alguna de mis amigas fuera Presidenta de la República. La Vicky
Quevedo, por ejemplo, que es una mujer importante en los movimientos
de lucha. Con la señora Bachelet me pasa algo terrible. Entiendo toda
su historia y la encuentro una mujer potente, pero no me agrada el rol
que tiene. Es un rol travesti. La mujer que pasea por las filas donde
están los corvos, las bayonetas en alto –y con sus faldas-, me produce
algo que se me desencaja. Algo desenfocado. Que no está bien ni mal,
sino desenfocado.
-¿Comparte la
crítica -y la decepción- masculina al ver que muchas mujeres que
ocupan espacios de poder se masculinizan en vez de feminizar el
poder?
-Eso es algo que me interesa trabajar. La masculinización o el
travestismo de muchas mujeres representativas en la política desde que
se inicia la democracia. Partiendo por Josefina Bilbao, que es un
ejemplo feroz de traje sastre: la señora dirigiendo la institución de
la mujer masculinizada. Eso me llama la atención. El caso de la señora
Bachelet es un ejemplo de lo difícil que es para la mujer no
masculinizarse. Tener un rol en el poder sin masculinizarse es muy
difícil.
-¿Hay algún
ejemplo femenino que sí le parezca de evolución
admirable?
-Dentro del gobierno hay mujeres que me merecen mucho respeto,
como Pamela Pereira, Isabel Allende o Fanny Pollarolo. Las veo como
víctimas del poder. Son mujeres inteligentes, que saben lo que están
haciendo pero son víctimas. Igual con la Primera Dama, que entiendes
que es una mujer inteligente, pero me pareció horroroso que solamente
el Presidente hubiera sido recibido por el Vaticano. Son
representaciones formales de la sociedad chilena.
-¿Cuál es su
visión de las batallas feministas que vienen? ¿Son las mismas
banderas?
-La
globalización ha producido una suerte de parálisis, de reflexiones que
no tienen espacio donde expresarse. No puedo decir cuáles serán las
nuevas alamedas, las nuevas luchas. Lo que pasa en Porto Alegre es
interesante, pero son pequeños dispositivos, situaciones que se van
dando y de las que es probable que surjan nuevas focos de resistencia.
Hoy somos todos imperiales, vivimos dentro del imperio, una conciencia
que no teníamos hace 30 años. Sólo hay un patrón gobernando el
mundo.
NERUDA, VOLODIA... SON TODOS MACHISTAS
-Mientras en
todo el mundo la sociedad civil se vuelca a manifestarse contra la
guerra imperial, en Chile van mil personas a esas
manifestaciones.
-Mil personas no es nada. Es como estar en el principio del
siglo pasado pero sabiendo que ha corrido toda la película, enterados
de lo que ha pasado pero en el mismo lugar de hace un siglo.
-Es un discurso
muy pesimista el suyo.
-Pero, ¿dónde se ve algo?
¿Dónde puedes ver alguna resistencia? Ves los focos de resistencia
velados, individuales. Esas cosas son interesantes. Yo tengo relación
con el mundo del arte, con el arte joven. Es un mundo honesto, pero
que no tiene ninguna influencia en el mundo actual.
-¿Qué rol se
asigna como mujer intelectual y luchadora?
-Repensar. Repensarlo todo.
Muchas veces una piensa que viene de vuelta. Hay temas tan complejos
como el del aborto que hay que repensar. En las décadas pasadas la
mujer cifró sus demandas en sus derechos. El derecho al aborto, por
ejemplo. Mi posición es que la mujer lo repiense.
-¿Qué haría
usted respecto del aborto?
-Es complejo porque el
aborto pasa por el cuerpo de la mujer. Y la mujeres tenemos nociones
muy fuertes del cuerpo. En ese sentido hay que repensarlo desde otra
perspectiva. No hablo de la religión o la moral sino desde el punto de
vista de la mujer y su cuerpo. No sé, una de mis demandas prioritarias
sería la del aborto. Las feministas ultranza, esas a las que ustedes
le tienen tanto temor, hoy ya no funcionan. Pero es la mujer la que
debe pensar sobre el aborto. No tiene porqué venir el clero ni el
gobierno ni los hombres a dictarnos una ley.
-Más que temor,
los fundamentalismos como el feminista, inspiran
humor...
-....Bueno, sí. Los fundamentalismos ya no existen. Las
complejidades actuales son tan jodidas que elaborar discursos
categóricos, fundamentalistas, decir esto es blanco o es negro, es
imposible. Tengo una pareja, estoy casada, vivo con un hombre durante
30 años. Eso es un aprendizaje tremendo. Compartir las cosas diarias
es hermoso, lleno de maravillas y de desazones. Eso es parte de una
experiencia acumulada y es importante darle vuelta a las cosas, que no
son categóricas, que no están cerradas. Vivo con mis hijos, que ya
tienen 30 años y no se van de la casa. Cuando nosotros a los 21 ya
éramos profesores, nos habíamos ido de la casa, ganábamos dinero,
habíamos viajado. Esa es otra reflexión.
-¿Qué queda del
machismo?
Ene. Ene cosas. En el ámbito de la literatura, olvídate. Hay un
nuevo conservadurismo y un machismo exacerbado. Así como hay una casta
política hay una casta literaria liderada por varones, tampoco sé si
tan varones, pero usan pantalones. Son una casta cultural
feroz...
-¿Cómo opera
ese machismo de casta entre nosotros?
-Muy sencillo: ésta
escritora es mala, ésta otra es mala, aquella es muy mala.
-La literatura
chilena está llena de próceres machistas empezando por el Papá Pablo
Neruda.
Neruda es horrorosamente machista. Volodia también. Pero no
hagamos una batalla de sexos, que sería una lata. Hay una
reconstrucción nueva del machismo en el arte desde un lugar bastante
conservador. Son los Harold Blomm chiquitos. Puedo decir que la misma
actitud que tengo para hacer una crítica a la casta política, se
expande a la casta literaria.
-¿Cuáles son
los atributos del nuevo feminismo?
-El post feminismo no es un
humanismo. El humanismo está antropológicamente basado en torno al
hombre. En esa perspectiva, el feminismo es una demanda, una
reflexión. Y ahora hay que volver a pensar una feminización. Eso es lo
que uno requiere de estos momentos. Hay temas, como el de la violencia
intrafamiliar donde sí se ha dado una conciencia general entre las
mujeres, pero también muchas cosas en las que se avanza son parte de
la modernidad y no porque lo hicieran los movimientos de las mujeres.
Me muevo en el espectro del segundo feminismo. El primero buscaba la
igualdad, ser iguales al hombre. Me muevo en el lugar contrario, en el
de la diferencia. La mujer es otro lugar, es otra cosa, y por esos
lugares estamos peleando.