........................... CARMEN BERENGUER
 


Los rescates de Carmen

Gresca entre artistas y poetas en la Maldita Zorra al lado del bar El Hoyo

por Carmen Berenguer
Fuente:...PrimeraLínea


Era en los tiempos de la dictadura, en el principio de una corta y áspera bohemia a la chilena, en un país dividido por los otros y nosotros, oponentes al dictador y a todo lo que se pusiera por delante.


Luchamos por todo en las calles, las mujeres, los estudiantes, artistas, poetas y curas, hasta algunas monjas también. Pobladores de los márgenes de una capital Santiago, que tenía sus aires libertarios no contaminados aún con el capital, sin computadores, (me refiero a los 80.s), que crecía con villas y más villas hacia las afueras.

Una de esas noches de copete y de pitos, - no se asomaba la droga del éxito todavía, - vivíamos en los brazos de Morfeo soñando, entre las piernas de Baco embriagados, epicúreos locales caminamos noche a noche por el legendario barucho "Jake Matte", donde según "La Perestroika" en el subterráneo tramaban sus fechorías los pistoleros de la CNI. De un lugar a otro pisamos por "El Castillo" o veíamos las cintas prohibidas en el cine "Normandie". Luego a Bellavista a tirarle piedras a los bizarros del orden para llegar al bar más bello y más sucio y hediondo del "Venezia".

¡Ah! mi plaza Italia, y la de todos, qué peleas con las fuerzas especiales de los carabineros, qué piedrazos al zorrillo. Con qué placer escuché las notas de Violeta Parra, a través de Nino García, (Q.E.P.D.) en una de esas protestas, notas como si nos transportaran al edén, mientras el infierno de golpes de mulatas rezonaban en las espaldas de los estudiantes del mítico "piedragógico".

No pienses que la nostalgia nos embarga, todo lo contrario, es la recuperación de cierto saludable excepticismo que ya se había incubado en nosotros. Digo nosotros, que ya no sé quiénes somos nosotros, después de hablar de poesía, de fin de siglo; memoria revoltosa, que no desea olvidar, porque debajo de nuestras pisadas había un muerto y nosotros éramos sus fantasmas. Nos rehabilitábanos en las noches. Salir, dar una vuelta, escuchar la radio Cooperativa, anunciando las bajas en las protestas del día.

Parábamos en la Sech, en el subterráneo de la López Velarde, otro día en una huelga de hambre, leyendo textos alusivos y elusivos. Escamoteando las veredas y ciertos recovecos del viejo Santiago, pisando lento, mirando de reojo recogiéndo algún volante anunciando la exposición de pintores, alguna obra de teatro, algún grupo de jazz, o algún naciente grupo de rock.

Así llegamos a la "La Maldita Zorra", que quedaba ubicada en el viejo barrio cívico de Santiago; barrio del cronista Joaquín Edwards Bello, antes de llegar a Velásquez, acompañada de los poetas malditos, entrecomillas, porque de malditos no queda nada ni nadie por culpa del mercado, el neoliberalismo, el individualismo, cualquier cosa.

Jesús Sepúlveda, había escrito un notable poema, "Lugar de origen" del barrio alrededor de la plaza Drogotá. El poeta Jesús venía del mítico Liceo Manuel de Salas, donde había estudiado toda la superestructura del MIR, antes del golpe militar, y después cayó en manos del director desalmado, que según un medio de comunicación, había sido el encapuchado del Estadio Nacional.

Jesús tiene un hermano, y la relación entre ellos dos tenía un parecido con la gloriosa película que vimos en el cine Normandie, "La ley de la calle". Jesús Sepúlveda, estuvo cercano al Frente Manuel Rodriguez, en ese preciso momento que versos, violencia y muerte, se juntaba en cualquier calle, en cualquier vecindario, en cualquier exposición.

Alvaro Leiva, estaba con ganas de irse a Miami, y decía que no sólo los gusanos cubanos tenían derecho de llegar a Miami, también un disidente de Pinochet debería colocar una bandera de la libertad en las calientes aguas del caribe. Alvaro era yunta de Jesús enérgitos y eléctricos, hacían un buen duo para la ocasión.

Guillermo Valenzuela, uno de los mejores exponentes de la poesía actual, ya lucía un paladar exquisito, iniciándose con muy buenos manjares ya en aquella época. "El Húsar de la Muerte" su último libro ha deleitado la vieja y pequeña mesa literaria nacional. Guillermo Valenzuela, sabe cortar un buen tajo con la lengua.

Luego estaba el irlándes mañoso, quién hacia poco se había allegado por estos pagos Santiaguinos.

Llegamos al fin a ver la exposición de arte en "La maldita Zorra", ya el nombre me produjo una extraña sensación, el nombre era desafiante sin duda.

La casa era de esas hermosas casas de barrio antiguo, con un gran hall, corredores y piezas grandes con maderas añosas por sus huellas que han calcado su itinerario.

Carlos Bogñi su dueño, gran anfitrión, nos mostró sus trabajos que tenían un carácter de afiche publicitario, publicidad en la que aparecía a todo color la gracia de la burguesía, el color de la burguesía, rubios, turquezas, cuerpos de niñas barbie, es decir, como páginas sociales del Mercurio en Domingos.

Los primeros diálogos eran de buenas costumbres, el pisco sour, sabroso, Carlos Altamirano, lejano, como si no estuviera, la Nelly Richard y la Rita Ferrer, apostadas en un ángulo detrás de un soporte de madera conversaban excitadísimas sobre la exposición.

Carlos Bogñi, sacó unas copas antiguas de su abuela, copas de la ira, porque no sé cómo, el tono frío pero agradable de una exposición casera, pasó a una trifulca de west side. De un segundo a otro, volaron los cuadros de la pared, las puertas y los vidrios. Del kun fu a la lucha libre, patadas en las narices teñían de sangre las paredes blancas de la exposición de pintura, - mientras la pancha (Francisco Casas) - como la puerta de entrada había volado, estaba sentada en el capó de un auto con una de las copas antiguas de Carlos Bogñi, y miraba fascinada cómo se teñía de rojo y de negro las paredes con patas marciales. Ella, miraba desde afuera cuando el Jesús sacaba un larguero del rincón de la pared y bailaba como un africano con el "linchaco" en sus dos manos con el colorín pintor, mientras ululaban las sirenas de la policía que los paisanos del bar El Hoyo habían llamado y mirado con envidia, porque la acción estaba en la "Maldita Zorra".

Terminó la sabrosa gresca rápidamente con los futuros noveles magullados como gatos de barrio, machos heridos de barrios viejos. Vi al joven laurel que sangraba copiosamente después de hundir el dedo gordo en los vidrios de la mampara de Carlos Bogñi.

Al otro día volvimos a las calles merodeando, si ir al Troley, para ver un grupo pop "Los Pinochets Boys", o ir al "Matucana" de Lloret a saludar a Enrique Lihn con Miguel Vicuña, quiénes estaban haciéndo una performance y estarían las siempre codiciadas de "Las panteras negras"

En ese entonces, creo que hubo una lucha de clases en "La Maldita Zorra" la lucha de clases que se dio en el país. Existe otra posibilidad, nos habíamos odiado tanto.


Martes, 19 de Febrero de 2002



 
 

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