Acerca del concepto de reescritura como desplazamiento
en
"Amuleto" (1999) de Roberto Bolaño.
Formas de la
temporalidad y de la espacialidad en la construcción
de la
memoria.
Por María José
Schamun
La narración de
Bolaño está fundada en un desplazamiento que da origen al texto como
tal. El autor toma una narración ya existente en un contexto
determinado, y la traslada por medio de la reescritura, a otro conexto
en el cual se redefine. El retazo extraído del texto, asa a conformar un texto por sí solo, arrastrando
relaciones con su antiguo contexto y albergando expansiones que
completan su sentido. En el proceso de reescritura, de desplazamiento
de un texto a otro, la narración sufre cortes y expansiones que
mantienen el problema de base de nombrar lo innombrable. Se despliega
en el texto desplazado, la idea del horror ligada al crimen, a partir
de la mención de la matanza de Tlatelolco. Esta idea del horror
imposible de mencionar, recorre toda la narración y se mantiene en el
texto desplazado.
El desplazamiento
sufrido por la narración, va acompañado por una dilatación realizada a
partir de cortes y retaceos, y de la inserción de historias que
amplían el relato, en los huecos producidos por esos cortes. Así la
narración no solo se expande en el espacio de la hoja en blanco, sino
además en el espacio fundado por la narración misma y el tiempo desde
el cual se narra. Partiendo de un momento clave, ligado fuertemente a
la idea del crimen, el texto incorpora otros momentos en los cuales
puede leerse la historia de ese crimen. Existe un punto en la
narración en el cual las circunstancias del personaje, permiten la
percepción de un Aleph borgiano. Es a partir de ese punto cuando los
tiempos y personajes comienzan a fluctuar en el recuerdo del
personaje, quien a partir de ellos creará una nueva cartografía de la
ciudad de México. A partir de este momento se sitúa a México DF en el
centro del universo latinoamericano, y se lo describe como paradigma
de Latinoamérica, al estar sufriendo su propia fundación a través del
recuerdo, paralelamente a la configuración de la memoria que le da
forma a la nueva ciudad, a la ciudad fantasmal.
De esta forma el
texto presenta numerosas formas de desplazamiento. Desde el espacio
cerrado en el cual se encuentra el personaje, sus recuerdos le
permiten recorrer el exterior, la ciudad, y desde un punto fijo en el
tiempo (donde en realidad el tiempo no está fijo sino que avanza en
línea recta pero lentamente) hacia todos los tiempos y personajes
ligados con ese crimen original de la narración. Desde un espacio
cerrado en un período de tiempo acotado, los haces del recuerdo llegan
hasta todos los tiempos que han definido a una generación cuyo hecho
crucial sucede en el año clave 1968, desde el cual se realiza la
narración. Dándole a ese año una importancia primigenia todo se define
y redefine en torno a él. El suceso de Tlatelolco, emblema de una
generación mexicana, que pasa a ser paradigma de una generación
latinoamericana, nuclea los sueños y recuerdos del personaje. Los
tiempos cronológicos se fusionan y los personajes se entrecruzan
formando un despliegue de acontecimientos que dan forma, a través de
la memoria, a una generación de jóvenes participantes en el crimen
fundador de la narración.
Tanto el tiempo
como el espacio, se expanden más allá de las fronteras del punto en el
que el personaje está inmerso. Ella misma, a través del recuerdo,
alcanza lugares y tiempos lejanos. Sin embargo, esos tiempos y lugares
se relacionan solamente con México y su vida luego de llegar a la
ciudad. Sus recuerdos se mueven en un espectro que no va hacia el
pasado más allá de su llegada a México DF. Esto es así, porque sus
recuerdos se abocan a la caracterización de esa generación que es
víctima del crimen, del horror. Mientras sus recuerdos le dan forma
perceptible a los participantes del innombrable horror, sus sueños o
alucinaciones muestran lo innombrable. Es así como en los recorridos
de su memoria por las calles del DF, el personaje crea una ciudad
fantasma, una ciudad en la que habitan los herederos de
Tlatelolco.
El DF, marcado a
lo largo de toda la narración por el polvo, se vuelve fantasmal por
ese mismo polvo que todo lo habita, incluso la mente. Como si fuera
éste, la marca indeleble del horror.
La memoria se
conforma así por recuerdos y alucinaciones, de tiempos y lugares a los
que el personaje solo tiene acceso a través de lo que podría
denominarse un Aleph. Es a lo largo de sus recuerdos, donde recrea a
esa generación que marcha hacia el horror, que está en vilo sobre él,
mientras ella está reconstruyéndola en el "water". Inmersa en esos
recuerdos, tiene sueños y alucinaciones en los cuales puede vislumbrar
el abismo, representante metafórico de la innombrable, hacia el cual
se dirige toda la narración.
La construcción de
la memoria se efectúa sobre la base de la búsqueda de los jóvenes
perdidos de Latinoamérica. Se los busca en los tiempos y lugares que
se tiene su núcleo en Tlatelolco -1968, pues es el gran crimen, es ese
símbolo de lo innombrable hacia lo cual esos jóvenes que se intenta
encontrar, marchan inexorablemente. De esta forma son los jóvenes
mexicanos representantes de todos los jóvenes latinoamericanos, por lo
que se transforma Tlatelolco y el año 1968 (el atroz crimen), en el
horror hacia el cual los jóvenes de todo un continente se
precipitaron.
Esa generación
reconstruida en la memoria del personaje, es la que termina marchando
en la noche de la alucinación del personaje, hacia el abismo con sus
ideales de amor y su destino de muerte.